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Por Elías Prieto Rojas
La mía es de cuero, color tabaco, contiene documentos, tarjetas de presentación, fotografías, certificados electorales y una fantasmal boleta, pero no de captura, sino de alguna pérdida rifa (por cábala), que siempre nos recuerda esa “gran suerte” de la cual siempre disfrutamos: (eso decía mi mamá, que en paz descanse); destaco que también conservo refundida la boleta del último chance jugado con el cual guardo la esperanza, de recibir pronto un premio: puede ser una invitación al próximo baile, o el descuento del 10% si invierto 4.000.000 viajando por todo el mundo, en definitiva: quiero mucho mi billetera, y trato de cuidarla; no la guardo en el bolsillo de atrás, ni tampoco me siento sobre ella, porque ahí si me la tiro, perdón, se me arruga, o la descompongo y así no me sirve ni para vivir de apariencias; es claro que por lo regular, mi billetera, anda pelada, sin efectivo: mejor dicho, y como dice el título, sólo me dan, al abrirla, ganas es de llorar.
Claro que cuando optamos por descrestar calentanos, o chicanear (picárselas de bandido o de truhan, pasándoselas de astuto), mejor es tener la boca cerrada para no caer en la tentación, pues se dice que más rápido cae un mentiroso que un cojo; no aparentar de lo que no se tiene significa no engañar a nadie. Por ejemplo, si quiere conquistar a una mujer no le hable de propiedades, ni de casas, ni que usted tiene poder y dinero como chiquero, porque, si usted es pobre, la verdad es probable que la defeque.
Sea de una sola pieza, original, por cierto, y hasta donde se lo permitan las circunstancias, auténtico, sin aspavientos, y en lo posible, mejor disfrute, no sea obsesivo por acaparar, aún y a pesar de saber que usted es de esa clase selecta de personas que «si no trabaja no come». Ahorre, mejor; así no le importará que haga el “oso” si alguien ve su billetera sonriendo (pelada), ahíta, eso sí, como mínimo de estampillas, porque si la quiere tener llena de pesos, mejor intente coleccionar caramelos repetidos, no importa que sean las monitas de panini, puesto que, si las fabrica el Banco de la República, éstas son harto difíciles de conseguir, pues hasta gotas de sudor exige el tener papel moneda por montones.
Me gusta más la billetera vertical, pues denota una persona diferente (fina), porque la horizontal ya poco luce, ésta última es del montón (este man me está saliendo arribista); y la quiero de marca Vélez, o Mario Hernández, o en últimas Totto, no olvidemos que al hombre se le juzga por su atuendo y causar buena impresión desde el comienzo es símbolo de prestigio y de gran poder adquisitivo. Ahora mismo mi billetera carga un dólar. Creo que es de buena suerte. Y la he mandado bendecir del indio amazónico especialista en atraer tiroteos, porque y con ésta inseguridad habrá que mantenernos armados y ojalá hasta los dientes. Se destaca que por la acelerada inflación lo único que nos salva (eso fue lo que dijo el paisa del ubérrimo): trabajar y trabajar y trabajar… así se engordará mi billetera y no tendremos la humillación de pedir fiado, ni atrevernos a los créditos. Mejor aspirar pagos de rabioso contado y ojalá exhibir una Giudi, de cuero genuino (no soy muy exigente), que sólo cuesta 83 dólares (por si alguien me la quiere regalar) … ayayaii, porque yo como cierto patico de Walt Disney lo único que cargo en mis bolsillos es un centavo…
Sábado 12 de octubre, 2024.