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Theo Farrant
En 1921, el compositor alemán Paul Hindemith quiso estrenar en la prestigiosa Ópera de Stuttgart su ópera en un acto ‘Sancta Susanna’, que explora el descenso de un convento de monjas al frenesí sexual. Pero la indignación por su texto supuestamente blasfemo, que un crítico de la época calificó de «profanación de nuestras instituciones culturales», obligó a posponer el estreno hasta el año siguiente en la Ópera de Fráncfort.
Ahora, más de un siglo después, la Ópera Estatal de Stuttgart ha dado vida a una reinterpretación radical-feminista de la obra de Hindemith con ‘Sancta’, dirigida por la coreógrafa vanguardista Florentina Holzinger. Y hasta ahora, ha demostrado ser cualquier cosa menos una típica noche de ópera…
Sólo ha habido dos representaciones desde su estreno en Stuttgart el 5 de octubre, pero 18 espectadores han necesitado tratamiento médico por fuertes náuseas tras el espectáculo.
«El sábado tuvimos ocho y el domingo diez personas que tuvieron que ser atendidas por nuestro servicio de visitas», declaró el portavoz de la ópera, Sebastian Ebling, al diario ‘Stuttgarter Zeitung’. Ebling añadió que tres de las personas que necesitaron asistencia se sentían tan mal que hubo que llamar a un médico.
Entonces, ¿qué tiene de estomagante esta ópera?
En resumen, la ópera son casi tres horas de locura ininterrumpida. En el escenario, monjas desnudas patinan sobre una media pista móvil, mientras una pared de cuerpos desnudos crucificados chorreando sangre se cierne en el fondo. Para aumentar el caos, hay ‘piercings’ en directo, actos de tragar crucifijos, escenas de sexo no simulado y una pizca de azotes.
Un momento especialmente inolvidable es el de una actriz enana vestida de Papa a la que un brazo robótico hace girar, y otro en el que una actriz canta canciones de Eminem vestida de Jesús (¿por qué no?). Para hacerte una idea del caos, mira este tráiler:
Como es de suponer, la ópera no es del gusto de todo el mundo. ‘Sancta’ se estrenó a principios de este año en el Teatro Estatal de Mecklemburgo, en Schwerin, donde recibió importantes críticas de los líderes católicos.
El arzobispo de Salzburgo, Franz Lackner, calificó el espectáculo de «gravemente ofensivo para los sentimientos y convicciones religiosas de los creyentes».
La coreógrafa austriaca de la ópera, Holzinger, se ha hecho un nombre por sí misma, con producciones anteriores que han incorporado elementos de dolor, desnudez, horror corporal, acrobacias, tragasables y artistas japoneses del ‘bondage’.
«Se trata de una ópera sobre la liberación de la libido femenina reprimida, así que decidimos divertirnos mucho», declaró la bailarina de 38 años a ‘The Guardian’ a principios de año.
A pesar de que se ha informado de que más de una docena de asistentes han enfermado, las entradas para las cinco funciones que quedan en la ópera estatal de Stuttgart, así como para dos representaciones en la Volksbühne de Berlín en noviembre, se han agotado por completo.
Los que tengan entradas y aún se sientan con valor para asistir, ¡buena suerte!