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Por Elías Prieto Rojas
Da tristeza tener que calificar los “valores intrínsecos” del conocimiento cuando la gran mayoría de los mortales desprecian, como mínimo, la palabra mencionada; y no es necesario dar ejemplos en demasía, porque los resultados saltan a la vista: casi nadie lee, casi nadie piensa, son pocos los doctores y escasos los estudiantes aplicados y comprometidos; cuando se menciona el término cultura, todos quienes deberían tener respeto por los beneficios y “cualidades del espíritu”… cantidades tuercen su boca; y así seguiríamos citando un montón de situaciones deprimentes para el caso. En definitiva, se concluye que existen multitud de borregos, a juzgar por los rebuznos, que se escuchan atravesando mares y continentes; por eso la violencia, corrupción, injusticias, hambruna y otros… sería muy momia (perdón por la palabra un poco mortífera), quien no entienda que mientras exista ignorancia habrá atraso y pobreza. Para no complicarnos y hacer más embarazosa esta breve nota, podemos rescatar anécdotas que nos precisan argumentos elementales buscando concienciar a los lectores sobre la importancia del conocimiento. El mundo se preocupa por el confort que se traduce en riqueza material y se mantiene ocupado procurando satisfacer necesidades donde se incluye el oro como “único” soporte financiero arguyendo certeza universal: -estabilidad absoluta y precisa para el éxito-; y así se desprecia el saber (conocimiento), y la creatividad, y el arte, y la lúdica, como deseados e infalibles “bienes del espíritu”, y que producen, de carambola, si se quiere, millonarios; porque, y de acuerdo con esos mismos criterios auríferos y mercantilistas, son «poco inteligentes», para la generación de utilidades, las mencionadas disciplinas. Y es vox populi declamar a los cuatro vientos, que es mínimo el dinero producido por estos oficios artísticos. Y decantar sus peculiaridades es de tal amaño que su naturaleza podría ser sólo para uso de Quijotes. Pero, Sancho Panza nos contradice con su inocencia y bondad al aclamar a quien habla con molinos de viento.
Podemos creer que ese flaco y desgarbado hombre, el amigo que se intuye, el mismo que nos susurra y tal parece desquiciado… que son locos aquellos individuos empecinados en perseguir sueños y fantasías; tal parece que son sólo individuos envilecidos en rescatar civilizaciones perdidas. No obstante, he ahí: los que piensan únicamente en billetes también se pierden en medio de contradicciones, porque el lujo no completa la total felicidad. Por eso para seguir la corriente del “mal de muchos, consuelo de tontos”, se deduce que siempre existirán burros, pero se aclara que atesorar riquezas para ser avaros, o reproducir injusticias, es poco ético. Nos indican -eso si- los amantes obsesivos del dinero hasta dónde quieren llegar con sus marranadas, pues los fanáticos del billete nos recuerdan con su soberbia e impostura que debemos olvidarnos de los sueños y de todo aquello que significa creación en beneficio de la belleza y del goce que genera seres sabios y felices. Una vez más insistimos en un nuevo humanismo, en un nuevo renacimiento; que la persona y el hombre florezcan como centro y medida de todas las cosas… mientras que la espiritualidad también nos ayude a procurar la paz; ese debe ser el propósito del conocimiento y de la educación. Y actuar como un buen ciudadano, antes que nada… de ahí hacia adelante que los búhos y también los ángeles y otros seres alados, como el mismo Apolo, entren y escojan…
Jueves 17 de octubre de 2024.