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Por Elías Prieto Rojas
Una canción exitosa de los años cincuenta, iniciaba su perorata con un mensaje donde el compositor, en algún momento desesperado por circunstancias propias de su diaria existencia, quiso arrancar de su vida el fantasma mayor de sus afugias, y le pareció dulce cantar: «Ansiedad, de tenerte en mis brazos, musitando palabras de amor, ansiedad de tener tus encantos y en la boca…” y como que, y haciendo honor a la verdad, en este instante quisiéramos, y por circunstancias que todos conocemos, salir corriendo, porque este flagelo nos trae ansiosos, agarrados del cogote, y parece que nos aprieta cada día más. Y nos sigue sometiendo, y nos genera estrés: vivimos atortolados. ¿Será cierto?… bueno, como dijera el narrador de béisbol, y para empatar, estamos entre la rubia y la morena, es decir: el virus que mata a los humanos, es como un serpentinero mayor, un avezado picher de puras y duras bolas, casi que de cemento: aquel que trae y lanza toda una serie de pelotas mortecinas: rectas que se desmayan al llegar al plato; curvas asesinas que se cierran diabólicas antes de ser capturadas por el cácher, bolas de humo -200 kilómetros de velocidad- que dejan boquiabierto a cualquier emergente, y otro sinfín de lanzamientos, que buscan, no permitirle anotar carreras al adversario; o sea, y para aterrizar esta misiva, a usted, y a mí, mejor dicho, y para que me entiendan, la raza humana está al borde del colapso. Pero, y siempre existirá el pero filosófico, y en este caso, y aunque la palabra central es la ansiedad; por eso, y para puntualizar la comparación, al frente del plato, y en eso consiste el juego del béisbol, se encuentra el más recio bateador que haya existido sobre la tierra, y que se siente ansioso (ansiedad y de la buena), al querer chocar la pelota, conectarla por todo el centro y enviarla a la calle, o a las graderías, y así anotar miles de carreras. De puro jonrón. Y ese toletero de ligas incertidumbre, el hombre como el ave fénix resurge de sus cenizas): esa es la gran apuesta. Entonces, y como dijera el pastor ante el inminente asedio de los lobos: ¡Al ataque mis chivas! que en castellano significa «no dejarnos joder más». Y entonces para ganar el juego, tenemos el bate al hombro. Atentos. Vigilantes. Concentrados, como cualquier varón en plena juventud. Hemos comido bien, dormido nueve horas diarias, trotado tres kilómetros continuos y todos los días, visión periférica, zapatos de gran adherencia al piso, mejor dicho: más preparados que un pollo asado. Entonces ¿por qué temer? Escuchen bien lo que debemos hacer y no es nada nuevo: salga a trabajar usted tranquilo, no se torture más, pero eso sí, cumpla con la bioseguridad, y mantenga siempre la esperanza y la fe de saber que en cualquier momento puede conectar la pelota, no importa que en su cuenta ya le hayan gritado «dos strikes», cero bolas. Y no se deje llenar la cabeza de malas noticias: que el mundo se va acabar, que será para siempre la pandemia, que todo el mundo terminará contagiado, que las vacunas inoculan un chip donde el ser humano terminará perdiendo la razón, y otra serie de “porquerías”, de gente sin oficio… claro que estamos ansiosos por saber en dónde termina esta odisea… pero sigamos con el juego: el picher en el montículo, se toma su tiempo, las bases llenas, el Chino levanta los brazos y suelta un misil: usted conecta la pelota plena, por todo el centro, la pelota vuela, se eleva, se eleva… el mundo sigue, la ruleta continua, pero no hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista; al mal tiempo, buena cara; no hay plazo que no se cumpla ni deuda que no se pague. Y ya para terminar: hombre flojo, no goza mujer bonita. Así que deje de quejarse y levántese temprano y trabaje y manténgase ocupado y organice bien su tiempo y ahorre e invierta para que pueda disfrutar, y por lo demás, y otra vez lo repito: levante a diario los ojos al cielo para que pueda seguir volando. Y póngale fe, que a todos nos va bien…
Jueves 17 de junio, 2021.