Un equipo internacional de científicos, con participación española del CENIEH, data en 2,75 millones de años un yacimiento con herramientas de piedra de una estabilidad técnica sorprendente, demostrando que los primeros homininos mantuvieron sus tradiciones manufactureras durante más de 300.000 años a pesar de cambios ambientales brutales.

News Press Service
LVB
La Garganta de Olduvai, en Tanzania, topónimo que da nombre a toda una era tecnológica de la humanidad, el Olduvayense, debe desde ahora compartir su protagonismo con una remota localización en la cuenca del lago Turkana, al norte de Kenia.
Un consorcio internacional de investigadores ha desenterrado en el yacimiento de Namorotukunan uno de los conjuntos más antiguos y prolongados de herramientas líticas del periodo Olduvayense temprano, con una cronología que se extiende de forma continua entre 2,44 y 2,75 millones de años antes del presente.
Este hallazgo, publicado en la revista Nature Communications, adelanta en varias decenas de miles de años el inicio de esta industria y pinta un cuadro radicalmente nuevo de los primeros artesanos humanos: unos seres con una capacidad de resistencia cultural y una cohesión técnica mucho más sólida de lo que se había supuesto.
La datación, una pieza angular de la investigación, se ha llevado a cabo en el Laboratorio de Arqueomagnetismo del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH) en Burgos, España. Mark J. Sier, geocronólogo del centro, ha aplicado una combinación de técnicas de vanguardia para fijar con precisión la edad de los sedimentos que albergaron las herramientas.
Hemos utilizado técnicas avanzadas de datación por cenizas volcánicas, señales magnéticas en sedimentos antiguos, análisis geoquímicos y restos microscópicos de plantas para reconstruir la evolución ambiental de la cuenca del Turkana, explicó Sier.

El resultado de este minucioso trabajo cronológico es, en palabras del científico, un retrato detallado de la relación entre tecnología y clima en los orígenes de la humanidad, un paisaje temporal donde la persistencia de una misma forma de fabricar utensilios desafía la lógica de un entorno en perpetua convulsión.
Lo que los autores han documentado en Namorotukunan es una presencia continuada, una sucesión de episodios de fabricación de herramientas líticas que se mantuvo ininterrumpida a lo largo de más de trescientos milenios.
El análisis morfológico y técnico de estos artefactos revela una consistencia sorprendente.
Hace 2,75 millones de años, los homininos que habitaron la región ya dominaban de forma sistemática la fabricación de utensilios de piedra afilados, una tecnología que se mantendría prácticamente inmutable generación tras generar estas herramientas, que pueden ser consideradas con propiedad como las primeras ‘navajas suizas’ de la humanidad, constituyeron un equipamiento multifuncional esencial para la supervivencia.
Fueron empleadas para actividades de corte, para el procesamiento de alimentos y para el aprovechamiento integral de los recursos animales y vegetales disponibles en su ecosistema.

La verdadera trascendencia del yacimiento de Namorotukunan, sin embargo, reside no tanto en la antigüedad de sus herramientas como en la extraordinaria estabilidad que estas exhiben a lo largo de un periodo de tiempo geológico marcado por una extrema inestabilidad climática.
La reconstrucción paleoambiental dibuja un mundo hostil y cambiante, donde los incendios forestales recurrentes, los ciclos de sequía severa y las transformaciones drásticas del paisaje eran la norma.
Frente a esta realidad fluctuante, la respuesta tecnológica de los homininos fue la de una constancia inquebrantable. Mantuvieron una tecnología estable de talla lítica, un conjunto de reglas y gestos aprendidos que se transmitieron con fidelidad a lo largo de siglos, demostrando una resiliencia cultural profunda.
Namorotukunan revela una historia extraordinaria de estabilidad conductual y continuidad cultural, afirmó David R. Braun, de la Universidad George Washington y el Instituto Max Planck, autor principal del estudio.
No se trata de una innovación puntual, sino de una tradición tecnológica de larga duración, subrayó el investigador, enfatizando el concepto de tradición como un legado colectivo que se sostuvo en el tiempo.
Guillermo Carvajal
