
News Press Service
Xalaka
Nadie duda de la enorme capacidad china para resolver problemas. Lo que empezamos a ver es que también la tienen para meterse en ellos.
Hasta unos pocos años, China era el vertedero del mundo. Voluntariamente. Desde los años 80, las importaciones de basura ayudaron a China a surtirse de materias primas para su industria.
Hoy, la situación ha cambiado y China sigue teniendo una relación muy intensa con la gestión de residuos.
Pero una muy diferente.
Lo que les sobra ahora no es basura, sino incineradoras para quemarla. Y eso ha hecho que empiecen a desenterrarse vertederos antiguos.
Muchas plantas del país están quemando hoy basura de hace 20 años.
El gran romance chino con la basura. En 2016, China importó 7.350.000 toneladas de plástico y Hong Kong, otras 2.850.000.
En total importaron casi el 70% de todos los residuos plásticos que se movieron el mundo ese año. Eso sin contar el papel, la chatarra o los textiles.
China fue, durante más de dos décadas, el vertedero del mundo.
Y no era un accidente.
En los años 80, ante la escasez de ciertas materias primas, el Gobierno chino decidió comenzar a importar ciertos residuos especialmente útiles (plástico, papel, escorias minerales o desechos textiles).
«El caso más notorio fue probablemente la importación de desechos electrónicos que se desmantelaban y reprocesaban en condiciones ambientales terribles», nos explicaba Erik Baark.

Todo tiene un final.
Sin embargo, para finales de la década de 2010, la situación china había cambiado.
Solo en esos años, el volumen total de residuos sólidos urbanos generados en el gigante asiático aumentó de 158 millones de toneladas a más de 249 millones.
De repente, el Gobierno entendió que se estaba quedando sin espacio. Así que tomó varias medidas.
¿Y qué hizo?
Por un lado, se puso seria con la normativa medioambiental.
En verano de 2017, más de 800 empresas fueron expedientadas por no cumplir con las normas de reciclaje. Y, pocos meses después, las autoridades arrestaron a más de 259 personas por la importación ilegal de 303.000 toneladas de basura. Pero no era suficiente.
Y prohibieron las importaciones.

Eso fue lo que más nos afectó a nosotros: la decisión de 2017-2018 sumió al mercado internacional de la basura (y en especial a los sistemas occidentales de reciclado) en una crisis de la que aún no hemos salido.
No obstante, no fu lo único que hicieron. Como explica Baark, «el XII Plan Quinquenal (2011-2015) apoyó explícitamente la incineración de residuos sólidos urbanos, con el objetivo de aumentar la proporción de residuos tratados mediante incineración del 20 % al 35 % a nivel nacional».
Sin embargo, China no sabe hacer nada a medias.
En menos de cinco años, las plantas energéticas de incineración sufrieron un auténtico boom (de 428 en 2019 a 1010 en 2023).
El objetivo para 2025 — una capacidad de incineración diaria de 800.000 toneladas — se había superado ya en 2022. Y poco tiempo después, este sistema de producción de energía llegó a «procesar» el 80% de residuos del país.
Hoy se han quedado literalmente sin basura.
Como decía, en los últimos meses, medios chinos e internacionales han informado sobre incineradoras de residuos para la valorización energética en grandes ciudades que operan a baja capacidad debido a la falta de materia prima.
Es la historia de cómo la impresionante capacidad operativa del gobierno de Pekín se pasa de frenada, sí. Pero las consecuencias son muy curiosas: porque las plantas siguen buscando desechos que quemar y ya hay en torno a un 5% que no puede funcionar por falta de . De hecho, en la medida en que las plantas compiten entre ellas: la demanda de basura está al alza.
Y eso parece que está haciendo que en muchas zonas del país se esté desenterrando basura «vieja».
No es tan buena idea como parece. Según explican en Jabiertzo, los esfuerzos por traer basura de otras ciudades o regiones y de desenterrarla están a la orden del día.
De hecho, las recomendaciones sobre cómo incinerar basura vieja dejan claro que este enfoque solo funciona si se mezcla con desechos nuevos. Lo que se extraer de los vertederos no suele arder tan bien.
El origen de todo esto, no obstante, no está en un montón de gente desenterrando vertederos y llevándolos a las incineradoras para venderlos al peso.

El origen parece estar en la misma necesidad de las incineradoras para guardar las cenizas resultantes del proceso: inicialmente, las plantas se ofrecieron a liberar espacio en los vertederos para dedicarlo a sus propios desechos.
Pero la falta de materia prima y el hecho de que hablamos de un negocio muy lucrativo (la rentabilidad media de las incineradoras de la China rural en torno a 14 millones al año por planta), el uso exhaustivo de los vertederos está supliendo los problemas de la industria.
Un presente que se acaba.
Pero a nadie se le escapa que esto es algo transitorio. Si los residuos chinos siguen creciendo tan poco a poco (un 10% en los últimos años), el modelo de incineración va a entrar en crisis.
Primero por lo más evidente, claro: no es sostenible. Pero también porque no deja de ser un recurso de emergencia y no una política racional de gestión de residuos.
Lo más interesante para nosotros es que esa más que previsible crisis va a cambiar también nuestro mundo.
