El pensador y también profesor creó su propia escuela y filosofía con planteamientos centrados en la razón.

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News Press Service
Aristóteles es uno de los grandes nombres de la historia. La influencia de su filosofía y sus pensamientos en la cultura occidental actual es más que innegable.
Sus reflexiones están grabadas en la historia y llevan a considerarle uno de los grandes padres de la misma. Entre todos los temas de los que reflexionó y trató, la inteligencia, su consecución y desarrollo ocupó gran parte de su trabajo.Hay en esos escritos frases y conclusiones tan relevantes como esta, «el ignorante afirma, el sabio duda y reflexiona«. Analizando su composición y su posible significado, es utilizada en muchas ocasiones para resumir sus pensamientos.
Unas ideas siempre relacionadas al concepto de conocimiento y su interrelación con la felicidad de la humanidad.
Forma parte del conocido en términos filosóficos como pensamiento aristotélico. Es considerado el padre de la lógica formal, con conceptos como silogismo (razonamiento deductivo), por lo que en el eje de sus estudios se encontraba siempre el conocimiento.
En el caso de esta afirmación señala cómo la falta de esos conceptos hace feliz al que no sabe, que se ve con la capacidad de afirmar.

La inteligencia está, según sus preceptos, en los que siempre ha definido y entendido como «sabios. Como él hacía, con toda la información con la que contaba las dudas eran algo totalmente inevitables.

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El cuestionamiento de los interrogantes y el saber que no se posee una verdad absoluta. Sus orígenes lejos del centro neurálgico que era Grecia en la etapa para el pensamiento, a la que llegó con 17 años, le proporcionaba una perspectiva menos selectiva.
Sobre todo, así lo consideraba a la hora de analizar quién podría poseer esa inteligencia, entendiéndola como un fenómeno más global y menos selectivo. Eso, al menos, notan estudiosos y expertos de la etapa en la que se encuadra toda su formación primaria.
Todo es relativo y solo los inteligentes, como lo que intentaba ser él, pueden alcanzar esa plenitud. «Nunca se alcanza la verdad total, ni nunca se está totalmente alejado de ella«, compartía entre sus reflexiones para que se tuviera en cuenta en esa búsqueda.
El pensamiento, y más desde la perspectiva crítica, se hace totalmente indispensable.
El concepto de inteligencia como parte de los trabajos aristotélicos
La inteligencia para Aristóteles es algo que está al alcance y que se desarrolla, no forma parte de forma innata del ser humano. Son para él los conocimientos y la experiencia, con la intención de adquirirlas, lo que lleva a su desarrollo definitivo.
«Consiste no solo en el conocimiento, sino también en la destreza de aplicar los conocimientos en la práctica«, entendía.
Era también un vehículo para acercar la felicidad que tanto anhela siempre el ser humano.
«Es esencial para el desarrollo de la virtud, la sabiduría y la felicidad. Las personas inteligentes son capaces de comprender y apreciar valores que conducen a una vida plena y éticamente responsable», se recoge de su pensamiento.

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Va a permitir que, bajo el criterio que proporcionan los datos, elegir lo que consideraba «hacer el bien».
Esto se convertía para él en «la verdadera felicidad» y lo que daba una vida «plena». Tenía que ser, sin motivo de discusión, el objetivo final del hombre sabio.
«Está dispuesto, en las grandes crisis, a dar incluso su vida, sabiendo que bajo ciertas circunstancias no merece la pena vivir», llegó a asegurar en uno de sus muchos escritos.
La crítica hacia la ignorancia y el obstáculo en la búsqueda de la felicidad
Aristóteles nacía el 384 a.C. Como discípulo de Platón su pensamiento queda muy marcado por esa reflexión sobre la humanidad.
Como profesor, entendía la inteligencia, el conocimiento y el estudio como uno de los procesos más puros para hacer a los hombres mucho mejores.
Mantenía una posición muy crítica con todos aquellos que no podían ver cómo estos eran los mejores caminos para lograr incluso la felicidad.
«Solo una mente educada puede entender un pensamiento diferente al suyo, sin necesidad de aceptarlo», le llegan a atribuir.
El filósofo y profesor no obviaba el deseo más interno del ser humano, ser feliz.
En sus orígenes ya se encontraba establecido. «La felicidad es el significado y el propósito de la vida, el objetivo y fin total de la existencia humana», discernió seguro de que el camino que les puede llevar a eso se encuentra estructurado en sus numerosas obras y escritos.
Sus discípulos siguieron esta tendencia. Se conocen en la historia como los «peripatéticos» y es Teofrasto el primero de ellos, considera incluso su sucesor en el Liceo.
Este era el centro de enseñanza donde compartía todas estas reflexiones y que se convirtió en un punto esencial para el desarrollo de la filosofía y la ciencia de la antigua Grecia, cuyos preceptos continúan aún vigentes.
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