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El Colombiano
En 2025, es decir en tres años, el Colombia tendrá un déficit de 112.000 programadores. ¿Qué barreras hay que superar para que la educación el país se sintonice con la revolución 4.0?
Las medallas cosechadas en competencias internacionales le demostraron a Kevin Yugarki, un ingeniero en Telecomunicaciones e informática, que había dado en el clavo cuando se ideó un semillero para sumergir a un grupo de niños de Quibdó, Chocó, al mundo de la ciencia y la tecnología atrayéndolos con la didáctica de la robótica. Así, los chicos del Team Robotics, de entre 8 y 19 años, barrieron desde 2019 con las competencias de robótica dentro y fuera del país hasta llegar a oídos de empresas ávidas de talento.
Hoy los más grandes del grupo, se dedican a programar para una multinacional china que los reclutó, mientras Kevin continúa con su labor de iniciación.
El mundo todavía trata de acomodarse frente al horizonte que se expande y vaticina, entre otras cosas, que para 2030 más del 60% de quienes nacieron de los 90 en adelante trabajarán en oficios de tecnologías de la información que aún no existen. Y ese escenario encuentra en Colombia un territorio fecundo. Solo en Medellín, 405 empresas de 33 países arribaron en la última década.
No obstante, el país debe sortear una interesante carrera de obstáculos para integrarse con éxito a ese futuro próximo. Por ejemplo, en 2025, es decir a la vuelta de la esquina, el país tendría un déficit de 112.000 programadores, según un análisis de Fedesoft y Mintic.
Las tareas empiezan en la escuela
Cerrar las brechas de capital humano para cubrir la demanda del sector es un desvelo de Gobierno, industria y academia desde hace varios años, y en medio del mismo han surgido algunas soluciones. Mientras el Gobierno Nacional se volcó en una cruzada a gran escala para entregarle este año 100.000 programadores al país a través del programa Misión TIC, las empresas ponen en práctica su inventiva para hallar el talento que necesitan.
Por ejemplo TCS Colombia, empresa del Grupo Tata de la India, va de barrio en barrio en Medellín, si es necesario, buscando jóvenes para fortalecer su equipo y una vez los «adoptan» los capacitan con una especie de plan de estudios que han armado al interior de la compañía, según explica su gerente, Alfredo González.
Pero hay problemas estructurales que el país aún no descifra. Los vacíos que no está cubriendo la educación escolar, media y superior para formar a los jóvenes en habilidades y competencias relacionadas con tecnologías de la información, internet de las cosas, software, apps y las llamadas habilidades blandas, los están subsanando las empresas, aunque no sin un costo de tiempo importante, explica González.
«En la mayoría de los casos, a las empresas de tecnología nos toma cerca de un año forjar a nuestros jóvenes para que cuenten con las herramientas para atender las necesidades de la industria», indica.
Para detectar los orígenes de estas falencias hay que retroceder hasta la educación escolar. Según Luz Karime Abadía, codirectora del Laboratorio de Economía de la Educación -LEE-, al debate de la evolución de la educación en torno a la tecnología le ha faltado abordar asuntos de fondo como la transformación del modelo educativo.
Según un informe del LEE el 48% de los rectores en instituciones públicas creen que sus docentes no poseen conocimientos técnicos y pedagógicos para integrar la tecnología en su labor de enseñanza cotidiana.
Pero aun sí tuviesen la capacidad de hacerlo y decidieran transversalizar los aprendizajes sobre ciencia y tecnología en todas las asignaturas, el currículo de Mineducación, que determina los planes de estudio, metodologías y procesos de 9,5 millones de estudiantes, no les permitiría mayor margen de maniobra. La última gran reforma que tuvo el currículo en Colombia está próxima a cumplir 22 años y responde a un modelo educativo de transmisión de información, en el que tiene poca cabida la experimentación, la creatividad, la autonomía y el trabajo colaborativo, pilares todos -resalta Abadía- de la cuarta revolución.
Pero a falta de respuestas y dinamismo del sistema educativo, programas y proyectos de carácter público han democratizado el conocimiento en ciencia, tecnología e innovación.
Entre estas destacan las 14 tecnoacademias del Sena, un programa que cumplió más de una década acercando a niños y jóvenes a los conocimientos en robótica, TIC, ingeniería, biotecnología, gestión de redes de datos, nanotecnología y habilidades blandas (pensamiento analítico, solución de problemas). Hoy las tecnoacademias con sede fijas y las itinerantes permiten a niños y jóvenes en barrios vulnerables y zonas rurales dispersas sumarse a comunidades de aprendizaje para la creación, que, más que integrarlos a un mercado laboral, les permite conectarse con un ecosistema en el que pueden desarrollar sus propios proyectos de I+D+i (Investigación + Desarrollo + Innovación).