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Banco Mundial
Los océanos desempeñan una función clave en la regulación del clima, pero ¿cuál es su situación en la actualidad y qué tipo de impacto genera el cambio climático? Conversamos con Charlotte De Fontaubert, experta global en Economía Azul del Banco Mundial, para saber sobre el estado de los océanos y conocer lo que el Banco Mundial hace para ayudar a mantenerlos saludables y productivos.
¿Cómo afecta el cambio climático a los océanos?
El cambio climático representa un grave peligro para la salud de los océanos en todo el mundo, que además se suma a otras amenazas antropogénicas, esto es, a los cambios ambientales causados por la actividad humana. Estamos empezando a comprender mejor estos impactos y a conocer más sobre la magnitud y el alcance del problema. En primer lugar, el cambio climático provoca alteraciones perjudiciales en los océanos, entre las que figuran el incremento de la temperatura, el aumento del nivel del mar y la acidificación. Los océanos se están volviendo más ácidos debido a que absorben más CO2 de la atmósfera y, al mismo tiempo, los niveles de oxígeno disminuyen. También se producen modificaciones significativas en los patrones de las corrientes oceánicas. Todos estos factores afectan la salud de los océanos y de las especies marinas. Por ejemplo, los arrecifes de coral —ecosistemas marinos de importancia crítica— están amenazados por el triple peligro de la acidificación, el incremento de la temperatura y el aumento del nivel del mar. Pero la acidificación es también un problema mucho más amplio, ya que altera el secuestro de carbono que realizan otras especies, como los moluscos y los crustáceos. Los cambios en los patrones de las corrientes oceánicas, por su parte, ponen en peligro el reclutamiento de las poblaciones de peces (es decir, el número de ejemplares nacidos en un período determinado que alcanzan la etapa juvenil), lo que genera impactos muy reales y directos en las comunidades costeras que dependen de estos recursos. Por lo tanto, los efectos del cambio climático en los océanos son múltiples, complejos e interrelacionados.
¿Qué función desempeñan los océanos en la mitigación del cambio climático?
Los océanos son el disipador de calor más grande del planeta. Absorben el 90 % del exceso de calor causado por el cambio climático. Además, son un sumidero de carbono muy eficiente, pues absorben el 23 % de las emisiones de CO2 generadas por el hombre. Los ecosistemas como los de los manglares, que crecen en zonas costeras, pero tienen sus raíces en el agua de mar, así como las marismas y las praderas submarinas, secuestran y almacenan más carbono por unidad de superficie que los bosques. Asimismo, sabemos que algunas partículas de carbono han estado secuestradas en sedimentos del fondo marino durante milenios, aunque ese fenómeno no se comprende tan bien y ni siquiera se mide.
No obstante, la función que desempeñan los océanos como sumidero de carbono se ve directamente afectada por los impactos del cambio climático en la salud de estas masas de agua, lo que crea un círculo vicioso. Hoy en día apenas estamos empezando a comprender la importancia de las funciones ecológicas de los océanos; sin embargo, el cambio climático ya los está afectando. Probablemente sea correcto señalar que solo hemos comenzado a entender hasta qué punto el cambio climático causará estragos en la salud de los océanos.
«Los efectos del cambio climático en los océanos son múltiples, complejos e interrelacionados.»
Charlotte De Fontaubert
Experta global en Economía Azul del Banco Mundial
¿Qué función cumplen los océanos en la adaptación al cambio climático?
La forma más importante en que los océanos contribuyen a la adaptación es a través de los ecosistemas costeros como los de los manglares, los arrecifes de coral y las praderas submarinas. Las zonas costeras son áreas de gran energía (piense en las mareas o en la acción de las olas), y para proteger a las comunidades costeras, es necesario manejar estas fuerzas incesantes. Para esto, se puede construir infraestructura gris (por ejemplo, embarcaderos o diques) o se puede utilizar infraestructura verde (como los manglares), o una combinación de ambas. Los manglares no solo sirven de apoyo a los recursos pesqueros y la biodiversidad, sino que también mejoran la capacidad de las comunidades costeras para resistir los impactos del cambio climático. En una nueva investigación realizada en Bangladesh (i) se estima que, si se produjera un ciclón de gran magnitud, los manglares reducirían el aumento de los niveles del agua de mar entre 4 y 16,5 centímetros, y disminuirían la velocidad de la entrada de agua a entre el 29 % y el 92 %. Por lo tanto, las comunidades verdaderamente pueden beneficiarse con la protección de los manglares.
¿Qué hace el Banco Mundial para contribuir a la salud de los océanos?
El Banco Mundial ha formulado el enfoque de la Economía Azul, que se centra en la gestión sostenible e integrada de las zonas costeras y marinas en océanos sanos. Por otro lado, mediante nuestro fondo fiduciario de múltiples donantes denominado PROBLUE (i), apoyamos a los Gobiernos en sus esfuerzos por incrementar las reservas pesqueras, abordar la contaminación marina, gestionar los recursos costeros y limitar los impactos que generan en la salud de los océanos diversos sectores clave como el turismo, el transporte marítimo y la energía renovable de alta mar. Estos son temas cruciales para el Banco. Los océanos aportan USD 1,5 billones anuales a la economía mundial, y se espera que este número se duplique y llegue a USD 3 billones para 2030. En 2021, nuestra cartera de proyectos relacionados con los océanos superó los USD 9000 millones e incluyó iniciativas que van desde la pesca sostenible hasta la protección del hábitat marino y la lucha contra la contaminación marina. Por ejemplo, estamos ayudando a nuestros países clientes a elaborar nuevos enfoques más sostenibles para abordar el turismo costero vinculado a las zonas marinas protegidas. También brindamos apoyo a más de 105 millones de hectáreas de zonas marinas protegidas donde las actividades humanas están sujetas a un grado significativo de gestión y entre las que se incluyen áreas clave en las que se restringen todas las actividades.
También nos enfocamos en la descarbonización del transporte marítimo. Muchos barcos funcionan con combustible búnker, la forma más contaminante de combustible fósil que se utiliza en la actualidad. Alrededor del 90 % de los productos internacionales se transporta por mar, y se espera que el volumen de los embarques se triplique para 2050, por lo que la necesidad de descarbonizar el sector es apremiante. Y mientras los océanos se recuperan, trabajamos con el objetivo de desarrollar medios de vida alternativos para las comunidades afectadas, a medida que se adaptan a los cambios actuales y futuros provocados por el cambio climático.
Por último, cabe destacar también que centramos gran parte de nuestros esfuerzos en la reducción y la gestión de la contaminación plástica marina. Los plásticos constituyen otra amenaza para la salud de los océanos, una de las más visibles. La contaminación plástica es en parte consecuencia de una mala gestión de los residuos sólidos, pero estamos abordando el problema en toda la cadena de valor del plástico, desde la producción hasta el cambio en favor de una economía circular. Y si todo lo demás falla, mediante la limpieza de playas. Debido a que la tarea es abrumadora, es necesario que participen en ella diversas partes del Grupo Banco Mundial. Tenemos mucho más trabajo por hacer. Pero si no se aborda con seriedad el problema de los plásticos marinos, los océanos simplemente no podrán cumplir su función esencial en la mitigación del cambio climático.
¿Qué hace falta para garantizar que los océanos gocen de buena salud y puedan ayudarnos a combatir el cambio climático en el futuro?
Se tardó siglos en llevar los océanos al borde del abismo, y restablecer su salud constituye un desafío enorme. El Banco no está solo en esta tarea. Vemos un creciente compromiso mundial en torno a este esfuerzo. Algunos países han establecido objetivos referidos a la salud de los océanos como parte de sus contribuciones determinadas a nivel nacional en el marco del Acuerdo de París, y muchos más deberían seguir el mismo camino. Adicionalmente, varios países han adoptado una planificación integrada, en la que se analiza el desarrollo de los diversos sectores relacionados con los océanos de manera integrada y sostenible. Este es el cambio que debe producirse para modificar la situación actual: simplemente no podemos continuar por el rumbo que nos ha llevado a este punto. En la 26.a Conferencia de las Partes en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP-26), celebrada en Glasgow, los negociadores aprobaron nuevas reglas para los mercados de carbono que podrían ayudar a valorar más adecuadamente los sumideros de carbono vinculados con los océanos, como los manglares y los arrecifes de coral, y crear incentivos para su preservación. No hay soluciones mágicas, pero podemos y debemos seguir trabajando juntos para restablecer la salud de los océanos.