News Press Service
Por Omar Iván Vargas Ballén
Y José, como un autómata se levanta directo al baño. Se ducha, y mientras tanto, Mercedes, su esposa, le prepara rápido un tinto negro, bien caliente. “Gracias cariño ya salgo para Compartir, hoy voy a trabajar la ruta por lo Avenida Boyacá, ya tengo listo el colectivo y salgo inmediatamente”, dice José al tiempo que abraza y besa a su esposa y sale a buscar el vehículo parqueado cerca de su casa.
“Bueno, hoy voy a hacer cuatro viajes, que salga a las 4.30 de la mañana después de que me coloquen el sello, porque de lo contrario la policía me parte y me puede enviar el carro para los patios, no hay que dar papaya, ni tampoco al patrón que con ese rastreador que le instalaron al carro, ya no puedo salirme de la ruta o hacer devueltos, esa vaina sí que nos tiene andando finitos”, piensa José mientras llega al paradero, toma tinto, le colocan su sello e instala la tabla. Directo Avenida Boyacá hasta la calle 80 en Bogotá, al norte.
La buseta distinguida con el número interno 31, piloteada por José, hombre joven de aproximadamente 34 años de edad, de movimientos ágiles, vista aguda e hincha furibundo de Santa Fe que a veces pelea con un despachador de apellido Olaya seguidor de Millonarios, este angelito, como le dice cariñosamente el gerente Orlando Grijalba, sale por las calles del barrio Compartir donde habita una gran comunidad trabajadora, luchadora y estudiantil. La mayoría es gente joven, y a esa hora se ocupa todo el automotor, con gente de pie. Todos con la cabeza ladeada porque no caben en ese carro tan pequeño.
José cierra la puerta y conduce hasta tomar la autopista sur con destino Bogotá. No cabe ni un pasajero más. “Hoy debo reunirle al patrón la cuota, además pagar el gota gota, toca ponerle verraquera al trabajo”, piensa mientras mira por el espejo retrovisor en medio del trancón de la autopista. No le afana la competencia de TransMilenio, que por su carril exclusivo pasa raudo, también lleno.
Así, lento porque el tráfico de la Avenida no permite acelerar, José avanza con su automotor repleto de personas. Son las 5.18 de la mañana y aun no sale el sol. Utiliza luces plenas, hace frío, es una mañana lluviosa, gris y mucha gente le hacen pare, no las puede recoger, pero, si a una chica, joven, bonita con bonita sonrisa. La ubica a su lado porque “conductor que se respeta lleva una mujer hermosa como copiloto, es decir en el asiento del pato”, piensa José mientras le busca la charla. Esos diálogos secretos no los puede detectar el rastreador electrónico de la plataforma que utiliza la empresa para monitonear la ruta.
Pasar el semáforo de Bosa, es lo más difícil, de ahí en adelante disminuye el trancón y la 31 con sus distintivos de COOTRANSCOMPARTIR con su búmeran al lado en la parte de atrás, prosigue. “Por favor señor déjeme en la próxima esquina” pide una dama, y José responde “ya voy, pero suelte el timbre que ya sé”.
El automotor se detiene y se abre su puerta, y la señora, un poco gorda sufre para salir, porque también lleva paquetes y un bolso grande y con tacones puntilla, minifalda ajustada, y un bebe, en fin; todo un problema para bajarse, tiene que empujar a los demás pasajeros que estoicamente, se medio corren para abrir espacio, “y que pase esa señora y se baje”, piensa José. Uff.. se bajó la pobre señora con ese frio, el chico llorando y con esos paquetes en la otra mano.
Nuestra buseta ya pasó Bosa y atraviesa el trancón del Matadero de ganado, otro punto neurálgico del recorrido y llega a Venecia, el antiguo paradero de los colectivos de la Cooperativa, hace más o menos 32 años, cuando comenzaba sus actividades la empresa, y allí buena parte de pasajeros se baja.
Un poco más liviano, el automotor se dirige por la Avenida Boyacá hacia el norte de Bogotá, José urbanea, es decir que suben y bajan usuarios, entre ellos la señorita que iba al lado de José, ella se quedó en la calle 26.
“Bueno, de aquí en adelante es más suave y cuando llegue al paradero de la 80 tomaré gaseosa con empanada, porque me la merezco”, se dice José. Con dos pasajeros a bordo, después de más de una hora de recorrido, llega la buseta número 31 de COOTRANSCOMPARTIR a su destino. José descansa 7 minutos, cambia la tabla para Soacha reiniciando regreso al barrio Compartir en donde se encuentra con todos sus compañeros y demás colegas de otras empresas.
Comentan sobre los pormenores del viaje al sabor de un tinto. “Bueno hermano, nos vemos más tarde, ahora salgo para Abastos, le dice. José se mete nuevamente en la atiborrada Autopista Sur, repleta de camiones, tractomulas, buses, carros particulares y toda clase de vehículos. Así llega a Corabastos y regresa a Compartir y de allí parte otra vez para la calle 80 por la Avenida Boyacá con retorno por la misma vía.
Toda la jornada se cumple y José llega a su casa, saluda a su hijo Alberto, quien le espera para que le explique una tarea de matemáticas. También besa Mercedes, amable ella con él, le sirve la comida, papas, arroz, carne, ensalada y gaseosa. José se acuesta cansado, duerme y nuevamente se levanta a las tres de la mañana del otro día para seguir con su rutina.