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Por Gerney Ríos González
Tomado del libro AMAZONIA Frente a la Economía Global, de la autoría de Gerney Ríos González
Para auscultar el Amazonas, es preciso analizar el Tratado de Cooperación Amazónica y la Comunidad Andina de Naciones. A inicios del siglo XXI se busca afanosamente, por la presión internacional, dilucidar el alcance de este Acuerdo firmado el 3 de julio de 1978 por Colombia, Brasil, Bolivia, Ecuador, Venezuela, Perú, Surinam y Guyana.
El tratado se estableció para trabajar en forma conjunta por la protección de la mayor reserva mundial de bosques naturales del orbe. Así el Pacto Amazónico despertó de años de profundo sueño y adoptó funciones precisas. Brasil financiará estudios de inventario sobre flora y fauna; Venezuela realizara análisis referente a la biodiversidad de la zona y su dinámica poblacional; Perú estará encargado de los recursos hidrobiológicos; Bolivia armonizará las legislaciones nacionales en torno del área y Colombia gestionará las regiones ecológicas protegidas.
El 30 de abril de 2009 en el Hotel Tequendama de Bogotá, durante un seminario organizado por las ONG´S Fundación Centro Andino de Estudios, Corporación Centro de Estudios Miguel Antonio Caro, Corporación Eficiencia Ciudadana, Fundación Centro Andino de Estudios, Asociación de Administradores de Empresas y la Asociación de Comunicadores Sociales, se planteó el tema “Futuro de la Amazonia… Un lustro del nuevo milenio” y otro con el titulo “Del Mundo Andino al Bosque Húmedo”. Se abordó el complejo problema de la colonización campesina y se concluyó con el lamentable espectáculo de la desincronización en el país para articular el trabajo de los diferentes sectores académicos dedicados a la contextualización de esta problemática con el sector gubernamental y las comunidades regionales. Se analizó como el espacio bolivariano y su campesinado son actores centrales del desarrollo latinoamericano y el proceso de colonización de la Amazonia se realiza de manera indiscriminada, destruyendo bosques para sustituirlos por parcelas que no logran un rendimiento aceptable después de la primera cosecha, o que definitivamente terminan abandonadas o dejadas en pastizales y rastrojos para su venta a la inversión latifundista y explotación por las transnacionales.
La colonización amazónica no resuelve per se los problemas del campo colombiano, ni disminuye en el mediano plazo, la tendencia a la concentración poblacional en las ciudades. Los costos sociales los llevan colonos y nativos indígenas, ancestrales pobladores que ven desbastadas sus tierras.
El proceso esta fundamentado en la coca y el oro, mientras en tiempo pasado fue la quina y el caucho: simultáneamente se explota la ganadería y el petróleo y no disminuye el tráfico de maderas y pieles. El gobierno colombiano carece de cifras definitivas sobre la destrucción de bosques, pero datos parciales arrojan un millón de hectáreas anuales.
La particularidad de la Amazonía colombiana es que contiene buena parte de las especies del planeta. Entre tanto, las naciones industrializadas que exterminaron sus bosques en pro de su tecno economía consignan datos sobre la importancia del ecosistema amazónico, y persiguen con ansiedad sus recursos de petróleo o flora. Varias ciencias intervienen en el estudio del Amazonas: ecología, genética, biología molecular, bioquímica, bioétnica, geosociología, economía, geopolítica, neurolingüística, bioética y todas ellas tienen un inmejorable campo de acción en la reserva mas importante de la tierra, por la profusión de productos, que la industria y el comercio de las grandes potencias exploran con ambición.
El tratado de Cooperación Amazónica se presenta como esfuerzo autónomo de los Estados que lo constituyen; y a nivel regional una respuesta a las pretenciones internacionales de entrometerse en algo que nos es propio: la autodeterminación y soberanía territoriales en la cuenca del Amazonas. Pacto alejado del modelo de desarrollo impuesto: internacionalización de la economía.
¿Y cuál es la chispa que suscitó la importancia amazónica a nivel internacional? Simplemente el temor mundial en torno a la destrucción del bosque tropical amazónico, con graves consecuencias para el ecosistema del planeta, lo que provocó diversos pronunciamientos en los países industrializados para proteger la más grande o quizás la única que queda, riqueza natural del planeta.
El tratado lo suscribieron los países bolivarianos junto a Brasil, Surinam y Guyana, con la convicción que la deuda externa obstruye no solo el porvenir de la Amazonía sino la integración de América Latina, con una precisión geográfica: la región Amazónica es ligeramente mayor que la cuenca del río Amazonas, con una superficie total de 7.584.421 kilómetros cuadrados, de los cuales 6.3 millones son área forestal.
La selva amazónica representa el 56% del total mundial de bosques latifoliados y aproximadamente el 3% del área. 22 millones de hectáreas, han sido declaradas zona protegida, a la cual deben sumarse las reservas nativas o indígenas.
La deforestación hasta 1985, era estimada en 79.6 millones de hectáreas (12.6% del área forestal). Durante la década de los años 80 se perdieron en la región 5.7 millones de hectáreas anuales. De los territorios deforestados, sobre todo por los flujos de colonización descontrolada, el 1,5 por ciento sufre desertización de suelos, principalmente al pie del monte y las sabanas, caracterizadas por las llanuras secas y vegetales baja.
En julio de 1993, la descontrolada deforestación amenazaba el futuro de la economía de Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Guyana, Perú, Surinam, y Venezuela, según un estudio del Instituto Interamericano de Ciencias Agrícolas (IICA).
El director general del IICA Martín Piñeiro proclamó que en el lustro comprendido entre 1988 a 1993, fueron deforestados 250.000 kilómetros cuadrados en la zona de influencia del Amazonas. Este territorio, en vías de destrucción para servir a la agricultura y la ganadería, equivale a un tercio de Colombia, Perú o Bolivia, la mitad de Paraguay y es más grande que Surinam y Guyana.
Las ocho naciones de mayor influencia del Amazonas se comprometieron a llevar a la práctica un plan de desarrollo sostenible. En este sentido con el apoyo del IICA, crearon el Programa Cooperativo de Investigación y Transferencia Tecnológica para los trópicos suramericanos (procitrópicos)
“Todo el territorio de los bosques tropicales, sabanas y pie de monte puede ser salvado”, diagnosticó el director general del IICA al referirse a la capacidad de las ocho naciones de aprovechar recursos de tecnología, avances de la biología, telecomunicaciones, física e informática para fomentar métodos de uso productivo de la tierra y preservación de la naturaleza y sus especies.
Existen conocimientos para conjugar el desarrollo económico en función de agricultura y agroindustria con la defensa de la naturaleza.
De la preservación de la zona, calculada en mil millones de hectáreas, depende el futuro económico de las ocho naciones, ya que las pérdidas de suelos o desertificación supondrían grave riesgo para su supervivencia. El 33 por ciento del territorio Boliviano pertenece a la región, lo mismo que el 84.5 del brasileño, el 56 del Colombiano, el 38.2 del Ecuatoriano, el 91.3 del Guayanés, el 58 del Peruano, el 78 del Surinamés y el 70 del Venezolano. Estadísticas del IICA indican que 80 millones de hectáreas, un sector tan grande como Bolivia o Colombia, se perdieron para la ganadería y la agricultura o están en proceso de desperdiciarse.
La gravedad de la pérdida de las tierras cultivables en los ocho Estados aumenta en la medida en que crece su población, que para el año 2006 se estimaba en 286 millones de habitantes. A la descontrolada colonización y uso indiscriminado de los suelos deforestados se suman: desaprovechamiento de las variedades de productos carbohidratados que ofrece la región y preferencia de industrialización sobre una política forestal.
Otro grave rompecabezas que se deriva de la destrucción de las selvas suramericanas es el riesgo en los próximos 40 años, de la desaparición entre 100.000 y 350.000 especies vegetales. La pérdida de la protección natural de los bosques ya se traduce en problemas concretos, como la amenaza de la palma africana aceitera, las pestes y enfermedades de la fruta, el peligro para la producción del cacao, café (roya del cafetero) y el caucho.
Podemos reseñar lo que el tratado mismo informa: “la colonización espontánea o mal planificada, con el fin de producir cultivos de ciclo corto y desarrollar ganadería extensiva, está conduciendo al acelerado deterioro de algunas áreas de la región, especialmente La Ceja de la selva de Perú; Rondonia y Acre en Brasil, el nordeste ecuatoriano y el Ariari, Caquetá y Putumayo en Colombia”.