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Por Elías Prieto Rojas
En días pasados, lunes 3 de junio, celebramos el día mundial de la bicicleta. Por tener una agenda demasiado apretada pase por alto tal jornada de felicidad. Ahora escribo, perdón por el retardo, pero creo que merecemos una segunda oportunidad para rescatar el acontecimiento. Y que nos lean. Por ser aficionado en este momento al sutil velocípedo, o adminículo, da lo mismo, por ella, a quien yo llamo de cariño «mi querida Ferrari», sólo por ella, van estas, mis sentidas palabras. Y la amo porque casi que todos los días me paro en los pedales atravesando valles y montañas para mantenerme en forma; su amor es como el guiño de una bella muchacha, pues cada vez que la observo me provoca. De color rojo y negro, ella, para mí gusto, es un poco pesada, no así la fémina, que eso quede bien claro. Por estos días, luce dos guardabarros, -mi bicicleta-, pues debo evitar que se mojen mis espaldas y mis nalgas, las cuales terminarían salpicadas de lodo, porque las lluvias, por estas épocas, como la corrupción abundan; y vuelo con mucho cuidado para no irme de bruces: un consumado pasista, Fernando Gaviria, eximio ciclista de grandes vueltas me aconsejó que debo alejarme de la sopa y de los fríjoles, más bien consumir bastantes frutas y vitaminas para ser más fuerte y liviano. Ya la rueda delantera tiene rin de aluminio y para la trasera voy a comprar uno también doble pared; no tiene caramañola -mi bicicleta- pero siempre cargo un botilito lleno de agua de la llave porque escuchen: «la otra agua está bien cara y cada vez que compremos en la tienda del vecino el precioso líquido le estaremos diciendo a los dueños del capital que privaticen el agua»… Y el sillín de mi bicicleta está duro, pero apretando el paso nadie notará su peculiar estado. Cuánto desearía tener una bicicleta de carbono para que mis desplazamientos fueran más veloces; sé que debo sentarme bien para no tener dolores ni de espalda ni de pantorrilla y sobre todo debo coger las curvas con calma para no irme de cabeza porque mi edad ya no permite ningún error. Yo la he de pintar, sólo que me dijeron que la pintura de aplicar debe ser esparcida, no con spray sino utilizando compresor para que dure. Qué cuántas veces me he caído de Mi Ferrari… ya perdí la cuenta, aunque gracias a Dios no he tenido ningún accidente qué lamentar porque yo respeto las señales de tránsito: ni me pasó en rojo los semáforos, ni ruedo en contravía, ni cargo objetos muy pesados en el porta paquete ni en la parte delantera… alguna vez siendo muchacho embestí por detrás a un pobre hombre quien distraído caminaba acompañado de su señora y fue tal vez el golpe a traición que le propiné al panita que todavía en mis noches de insomnio me asaltan las pesadillas al escucharlo quejumbroso botado sobre el andén. Desde ese día siempre ruedo corto de frenos para no tener percance alguno, sólo que también es un riesgo, porque si los aplico de afán, en veces Mi Ferrari ha querido pararse de cabeza con todo y ciclista. Qué peligro. Siempre espero con ansiedad el fin de semana para cabalgar sobre “mi burrita” en la ciclovía y así cumplir con la terapia aconsejada por el matasano. Son dos horas montado en mi caballito de acero. Y pedaleo con elegancia. Vigilo los huecos. Y tengo cuidado con los bicitaxis y las motos, que siguen siendo para mi criterio una mortal venganza japonesa. Calzo guantes para evitar ampollas. La rueda trasera se gasta más rápido que la delantera. No tiene amortiguadores “Mi Ferrari” y es de poco precio la condenada, pero para mí vale mucho. Ahora mismo le hice mantenimiento completo y engrasé sus partes vitales. Atención señores y damas, un portentoso escarabajo aprieta el paso dejando regados a los demás mortales. Voy a coronar la cima. Miro a lado y lado. Un perro se atraviesa en mi ruta. La montaña la tengo al frente. Sudo como un caballo. Late mi corazón a mil. Un trueno y otro. Aficionados a la vera del camino. Ondea la bandera tricolor. Sólo en medio de un sol canicular. Por mi señora y por mis hijos y por las vecinas y por los colombianos, por todo el mundo y, mejor dicho: por la vida entera debo seguir montando mi bicicleta porque es salud y alegría y eleva la autoestima y es salud y se la recomiendo a cada uno de ustedes…
Sábado 8 de junio, 2024.