
Médica, exministra y feminista, visitó París para escuchar a la diáspora y proponer su inclusión real en la política. En esta entrevista exclusiva con The Prisma habla de su aspiración presidencial, cuestiona los medios corporativos, defiende las reformas sociales y propone fortalecer la democracia participativa frente al poder de las élites.

News Press Service
The Prisma
Teresa Galindo Lozano
Nuestra conversación tuvo lugar en un café cercano a la Place d’Italie, allí donde convergen cinco avenidas del sur de París y que es punto de encuentro de vecinos, estudiantes, inmigrantes y trabajadores que frecuentan o viven en ese sector dinámico y diverso.
El escenario urbano parecía una metáfora de los distintos caminos que deberá recorrer Carolina Corcho Mejía para lograr su objetivo. De hecho, pudimos encontrarnos porque en su reciente gira por Europa, París figuraba en su agenda.
Progresista, médica, psiquiatra, activista social y exministra de Salud, aspira a suceder a Gustavo Petro en la presidencia de Colombia, el primer mandatario de izquierda que ha tenido el país en su historia republicana.
Por eso su gran reto será ganar la candidatura presidencial en las elecciones internas del Pacto Histórico – Frente Amplio, y después lograr que la balanza política se incline a su favor tras derrotar a los candidatos de los otros partidos, así como ocurrió en México con la designación de Claudia Sheinbaum como primera jefa de Estado.
En Corcho y Sheinbaum hay algunas semejanzas: ambas tienen un alto nivel de formación académica y científica, potencian lo público sobre lo privado, defienden los derechos humanos y sociales, y representan el empoderamiento y el avance de las mujeres en la política progresista latinoamericana.
A su visión crítica y transdisciplinaria sobre los problemas y realidades del país, se suma su pensamiento feminista, su capacidad de liderazgo y empatía, cualidades que la posicionan muy bien frente a otras candidatas como Claudia López, María Fernanda Cabal o Vicky Dávila, todas de derecha.
Carolina tiene claro que Colombia requiere reformas estructurales profundas para poder continuar con el Cambio — que es el programa del gobierno de Petro — y así superar la corrupción, la violencia y la desigualdad. Y para ello es necesario que el Pacto Histórico – Frente Amplio (gran coalición de centroizquierda) obtenga, en las elecciones de 2026, la jefatura del Estado y renueve el Congreso de la República, de mayoría conservadora y que durante décadas ha priorizado los intereses de las élites sobre los de la ciudadanía.
En lo que lleva el gobierno de Gustavo Petro, este órgano legislativo ha bloqueado varias reformas e impedido mecanismos de participación democrática como la Consulta Popular.

Para dar a conocer sus ideas sobre la transformación social, económica y política de Colombia y recoger las inquietudes y necesidades de sus posibles electores, Corcho (nacida en Medellín, Antioquia), ha recorrido diferentes municipios del país.
Pero también ha visitado algunas ciudades europeas donde ha dialogado con emigrantes colombianos que dejaron su país en busca de nuevas oportunidades, estudio o refugio político.
En París más de 150 personas acudieron al Café du Village para escucharla y a apoyar con su firma la instalación del primer Cabildo Abierto a nivel internacional, como respuesta al hundimiento en el Congreso de Colombia de la Consulta Popular y como respaldo a las reformas sociales de Gustavo Petro.
Fue después de esa firma que dialogó con The Prisma.
Abordamos el papel de la diáspora como ese actor social olvidado desde siempre por los gobiernos anteriores, a pesar de que 10 millones de colombianos viven en el exterior. También habló sobre el papel de los medios de comunicación en la conformación de la opinión pública, las mujeres en la política, y la Consulta Popular y el Cabildo Abierto como elementos de democracia directa para revertir las decisiones del Congreso que han impedido al gobierno actual avanzar con las ansiadas reformas.
Aún le queda por delante un año de intenso trabajo político, en el que sus propuestas sobre democracia, desarrollo humano y material, migración, igualdad de género, derechos humanos, paz, gestión de la diversidad y pedagogía política, entre otras, tendrán que cautivar a un electorado cada vez más exigente y consciente de sus derechos ciudadanos.
Además, Colombia ha cambiado.

Atrás ha quedado la indiferencia política y la falta de participación democrática, y en este cambio, las mujeres tienen un papel destacado.
¿Cree que Colombia está preparada para que la próxima presidenta sea mujer?
Claro que sí. El progresismo es el que ha puesto la punta de lanza de la discusión de la igualdad de género y el que ha llevado por las vías constitucionales y democráticas a las mujeres a la máxima representación del Estado: Dilma Rousseff, Michelle Bachelet, Cristina de Kirchner, o Claudia Scheinbaum. Si México eligió presidenta, Colombia también puede hacerlo. Culturalmente, las clases medias y populares de los dos países, son muy cercanas.
Evidentemente, en Colombia hay mujeres de extrema derecha que defienden ideas conservadoras, misóginas y patriarcales. No se trata de ser mujer en sí misma, sino de saber cuáles son las ideas y las políticas que defiende, y esa es la trampa del wokismo en el mundo. Poner una mujer no significa que sea feminista o defienda la igualdad de género, pues algunas siguen reproduciendo la inequidad, las desigualdades y la violencia.
¿Podría ser usted esa voz femenina que lidere el cambio, independientemente de Gustavo Petro?
Estamos en ese proceso. Yo hago parte de un proyecto colectivo llamado Pacto Histórico y Frente Amplio, y he pedido que las candidaturas que vamos a presentar para el Congreso y la Presidencia se sometan al escrutinio popular y al voto. Creo que para el Senado y la Cámara se deben hacer listas cerradas cremalleras para darle la oportunidad de participación a la mujer, y que 50% del Congreso sean mujeres.
No podemos cambiar la política en Colombia con prácticas politiqueras como las del Partido Liberal de César Gaviria, o Cambio Radical con el bolígrafo, o con decisiones a dedo. O creemos en el pueblo o no creemos.
Y si se dan las condiciones de democracia popular, yo estaré dispuesta a presentarme como candidata.
Si fuera presidenta, ¿qué haría para que los millones de colombianos dispersos por el mundo, pudieran tener voz en su país? ¿Cómo abordaría la realidad de la diáspora?

En Colombia existe una política pública migratoria, pero en el papel. El tema de la migración y la diáspora no es un asunto de la agenda política colombiana.
Y es absurdo, porque no somos 50 millones, somos 60. Cincuenta que vivimos en el territorio nacional y diez que están por fuera del país, subrepresentados. Una sola congresista es insuficiente.
En ese sentido, estamos proponiendo que en la Reforma Política, se cree una circunscripción especial de los colombianos en el exterior con una representación suficiente que se equipare a los millones de connacionales que hay que censar.
Tenemos que avanzar en los sistemas de información, identificación y caracterización de la diáspora porque hoy la persona migrante es el sujeto político del movimiento social del siglo XXI.
En la discusión del nuevo orden mundial, de cómo pasamos de un mundo unipolar a un mundo multipolar, del norte global frente al sur global, los y las migrantes son sujetos políticos y, como tales, deben ser reconocidos en el sistema político, social y cultural colombiano. Para reestructurar la política migratoria del país, estamos dialogando con ellos.
¿Cómo hacer para que los estudiantes que se forman en el exterior encuentren en Colombia un lugar para desarrollar su conocimiento y aportarlo al crecimiento del país?

Lo que estamos proponiendo es que ellos sean el capital humano de la primera fase de la política de industrialización de Colombia. Pero necesitamos cambiar la mentalidad y hacer que los jóvenes de la segunda y tercera generación de la diáspora se reúnan y se junten con los jóvenes colombianos vulnerables y humildes para hacer un intercambio de saberes.
En la división actual del trabajo en el mundo, los países del sur entregamos en exportaciones minerales, alimentos y otros productos, que el norte industrializa y nos los vende ya procesados y con un valor agregado. Eso no puede seguir siendo así. Es necesario industrializar a Colombia.
Ya hay un proyecto del gobierno con cuatro líneas de industrialización: transición energética, agroindustria, aeroespacial y ensamblaje de vehículos. También podemos producir vacunas y medicamentos.
Tenemos las plantas, pero eso requiere una sociedad del conocimiento, gente con formación, en matemáticas, ciencias básicas, ciencias exactas, manejo de idiomas… Necesitamos una diplomacia internacional de alto nivel, unos centros de pensamiento en cada país, para abrir Colombia al mundo. Esa gente ya está.
Es preciso que esos jóvenes trabajen por la industrialización del país y para lograrlo, hay que cambiar completamente la relación de la política internacional. El presidente ya empezó.
Estuvo en el Asia, en Europa, y va a renegociar las condiciones con los Estados Unidos a partir de la CELAC, que se convierte en el nuevo escenario integración latinoamericano. Esto va a generar un vuelco total en Colombia y va a requerir mucha gente, que ya habla varios idiomas, que conoce otros países, que conoce el comercio y la industria, para que trabajen por su patria.
¿Qué papel tienen los medios de comunicación tradicionales en la ‘derechización’ de la opinión pública y en la distorsión democrática que entidades como el Congreso de la República propician, al impedir las reformas que deberían ser prioritarias y beneficiar a la sociedad en general?

Algunas empresas de la prensa corporativa en Colombia –para evitar generalizaciones absolutas–, son el partido de la oposición. Y cuando tú ya eres el partido de la oposición, ya perdiste la ecuanimidad para mostrar la verdad.
Por ello los periodistas terminan defendiendo los intereses de los financiadores del medio de comunicación y no el interés público, que es la búsqueda de la verdad. Para desplazar las mentiras con las que están irrigando a la opinión pública todos los días, necesitamos una prensa pública seria.
Yo creo que debe haber financiación pública para la prensa alternativa y comunitaria, pero no para hacer propaganda que es lo que hace la prensa corporativa. No. No vamos a cambiar la propaganda opositora por propaganda del partido de gobierno. Es para que haya una prensa que esté comprometida con el país y con la verdad y que muestre con ecuanimidad, con rigor, las opiniones y las posturas del pueblo.
En las editoriales de la prensa corporativa, pareciera que la única opinión que existe es la del gran empresariado, la del señor Luis Carlos Sarmiento Angulo, la de los banqueros, la de los dueños de las EPS, y no está la opinión del campesino, ni la del taxista, ni la del ama de casa, ni la de los jóvenes, ni la de las mujeres.
Necesitamos una prensa pública seria, comprometida con el país y con la verdad que desplace las mentiras que propagan a diario el partido de la oposición y los medios corporativos.
La financiación pública a dichos medios. ¿Podría comprometer la libertad informativa?
Insisto en que lo que financiaría el gobierno sería un mural. Yo les hago una financiación del muro, pero yo no les digo que es lo que van a pintar en el muro. Se respeta la libertad informativa, pero tiene que haber una financiación de apoyo, porque si no, los únicos que van a seguir informando son los dueños del gran capital en Colombia, para defender sus intereses en el Congreso de la República y en las distintas instancias.
Mecanismos de democracia participativa como la Consulta Popular o el Cabildo Abierto ¿podrían ser la respuesta más sostenible y de futuro para preservar el modelo de democracia amenazado por las élites que ha mencionado?
Colombia, en la constituyente del 91, instauró una democracia representativa y una democracia participativa y directa.
Por ello no entiendo por qué los senadores de la oposición están diciendo que convocar a un mecanismo de participación directa sea una ruptura del orden legal.
La Constitución habilita a que la democracia participativa y el pueblo colombiano controvierta la democracia representativa a partir de distintos instrumentos y mecanismos, como lo es el Plebiscito, el Referendo, el Cabildo Abierto y la Consulta Popular.
En marzo, la reforma laboral, que reestablecía derechos a los trabajadores, fue archivada y, a mediados de mayo –posiblemente con fraude–, el Senado también hundió la propuesta de Consulta Popular. El Pacto Histórico radicó una apelación para repetir la votación y el presidente del Senado está obligado a hacerlo.
Ante los continuos bloqueos y obstrucciones que el Congreso ha realizado a las reformas propuestas por el gobierno –salud, tributaria, laboral, entre otras– el presidente convocó la constitución de un Cabildo Abierto para iniciar la deliberación sobre la Consulta Popular y las reformas sociales, en las Juntas de Acción Comunal, en las Juntas de Acción Local, en los municipios y evidentemente también en el exterior –en los Consulados.
El próximo 20 de julio el gobierno va a presentar de nuevo la Consulta Popular sobre la reforma laboral e incluirá también una pregunta sobre la salud. A eso está apelando el presidente ante el cierre institucional y la crisis de representatividad del Congreso de la República que tendrá que dirimirse en el año 2026.