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Por Elías Prieto Rojas
Celebramos. Es el día de la felicidad. Motivos, demasiados. Creer que alguien vive pendiente de cada uno de nosotros, es motivación. Absoluta. Primero Dios y su perfección y santidad. No hay otro. En segundo lugar, una familia y su motivación. Una cónyuge, que de una y otra forma intenta complacernos. Eso es moral. Y luego, unos hijos, e hija, amorosos, y que viven pendientes, tanto de su padre, como de su madre… eso es moral. Y luego, diversos tipos de motivaciones: una profesión halagüeña que nos permite estar vivos. Porque debemos leer todos los días, así permanecemos a diario actualizados y por lo demás se tienen noticias a diario; qué contar, qué explicar, a quién decírselo y también ir madurando y enriqueciendo nuestro propio discurso; aunque y como el gran maestro es mejor decir «sólo sé que nada sé», para así intentar una vez la humildad como fórmula mágica para no creernos ser los dueños del mundo… apenas uno más que intenta alegrar y buscar que se reflexione ante la vida. En síntesis: nos ganamos el sustento hablando, leyendo y escribiendo; y por eso y por muchas otras cosas soy feliz: por mi salud y la de los míos (ojalá que toda la raza humana cuente con los mismos, y ojalá, superiores beneficios). Soy feliz porque aún quiero seguir trabajando. Y entre más dedicación, mayores serán los resultados. Me explico: debo encontrar una editorial que publique catorce libros escritos por mí y que están listos para su publicación con la certeza, según la cual, quien apoye estás ideas ganará mucho dinero y hará que también este pecho también lo gane; pero no para sentirme el chacho, sino para entender que tengo un deber con mi sociedad, aquella que me ha permitido una educación… y por lo cual es necesario devolverle beneficios; la trasmisión de unos conocimientos sobre familia, pedagogía y educación en general que nos deben seguir ayudando para construir hogar, patria y sociedad.
Y por eso y por muchas otras razones soy feliz: porque soy emprendedor, líder, escritor y conferencista, y por lo mejor, y escuchen bien: soy un hombre atractivo, demasiado sensual… al menos, eso lo leí alguna vez: tengo una lengua educada, un verbo incendiario, una capacidad para persuadir y convencer; lo único que me falta es platica para llegar a ser presidente de este país. Pero, y para finalizar, y no quiero despertar envidias: voy a ser millonario y por eso es mejor no hablar mal de los ricos, porque vamos pa’ llá… aunque con lo que soy, ya soy millonario. Hasta luego…
20. III. 21.