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Isidore Lucien Ducasse, Conde de Lautréamont, nació el 4 de abril de 1846 en Montevideo, Uruguay, donde su padre era diplomático francés. Creció entre dos mundos: el “orden” europeo y el “caos” latinoamericano.
En sus primeros años, vivió rodeado de libros, tormentas políticas y una soledad que lo marcaría para siempre. Ducasse nació en el margen del mapa y eligió escribir desde el margen de la literatura.
Una anécdota temprana lo define: a los 10 años, tras leer a Pascal, escribió en su cuaderno escolar: “Si Dios existe, ¿por qué permite que los niños mueran?”.
Su maestro lo castigó. Él respondió: “Entonces Dios también castiga por pensar”.
A los 13 años fue enviado a Francia para estudiar. Pasó por el Liceo de Tarbes y luego por el de Pau. Era un alumno brillante, pero solitario. Leía a Shakespeare, Byron, y sobre todo a los románticos alemanes.
En sus cartas decía: “La escuela me enseña a obedecer, pero yo quiero aprender a destruir”. Intentó ingresar a la École Polytechnique, pero abandonó la idea.
Se instaló en París en 1867, en una pensión modesta del barrio latino. Allí comenzó a escribir su obra más famosa: Los cantos de Maldoror.

Publicado en 1869 bajo el seudónimo Conde de Lautréamont, Los cantos de Maldoror es un poema en prosa, una novela sin trama, un manifiesto contra la moral, la religión y la razón.
El protagonista, Maldoror, es una criatura que odia a Dios, ama la crueldad y se regodea en el sufrimiento. El editor se negó a distribuir el libro por miedo a represalias.
El impacto de su obra en el movimiento surrealista y su redescubrimiento
La obra quedó en el olvido hasta que los surrealistas la redescubrieron en 1920. André Breton dijo: “Lautréamont es el verdadero padre del surrealismo”.
Maldoror era para los surrealistas una respuesta literaria a la hipocresía del siglo XIX, escrita por un joven que no quería redimir al hombre, sino mostrar su abismo.
Salvador Dalí, Man Ray, Breton, Alfred Jarry, Louis Aragon, René Magritte y Modigliani lo leyeron como un profeta.
Su frase más célebre se convirtió en lema del movimiento: “Bello como el encuentro fortuito de un paraguas y una máquina de coser sobre una mesa de disección”.
En una carta a su editor le decía: “¿Sabe?, he renegado de mi pasado. Ya no canto más que a la esperanza; pero, para ello, es preciso primero atacar contra la duda de este siglo (melancolías, tristezas, dolores, desesperos, lúgubres relinchos, maldades artificiales, orgullos pueriles, cómicas maldiciones, etc.).
En una obra que llevaré a Lacroix a primeros de marzo, tomo en consideración las más bellas poesías de Lamartine, de Víctor Hugo, de Alfred de Musset, de Byron y de Baudelaire, y las corrijo en el sentido de la esperanza; señalo qué habría hecho falta hacer. Al mismo tiempo corrijo seis piezas de las peores de mi santo libro”.
La desaparición de sus restos y el reconocimiento póstumo
Ducasse murió el 24 de noviembre de 1870, a los 24 años, en París. No se conocen las causas exactas. Algunos dicen que padecía de tuberculosis, otros, que se suicidó.
Fue enterrado en el cementerio de Montmartre; en 1890 sus restos se perdieron para siempre en el Osario de Pantin. No dejó testamento, ni discípulos, ni fortuna. Solo palabras.
El gran poeta nicaragüense Rubén Darío lo rescata en su libro Los Raros y los hermanos Ramón y Julio Gómez de la Serna publican la versión española de Maldoror que le servirá de inspiración a Vicente Aleixandre para su obra Pasión de la tierra.
El 22 de junio de 2003, su compatriota, el músico y compositor Leo Maslíah estrenó su ópera Maldoror, basada en el libro de Lautréamont, en el Teatro Colón de Buenos Aires.
Clarin
