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La Opinión
Por Mario Arias
Principio jurídico de justicia retributiva vigente desde el Antiguo Testamento: “Pagarás vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie, quemadura por quemadura, herida por herida, golpe por golpe”, medula del judaísmo que enseño que frente al daño infligido, cabe solventar como reciprocidad ocasionar uno equivalente.
Aggiornado en el Nuevo Testamento según San Mateo, apoyado en el Sermón de la Montaña en que Jesucristo predicó: “Habéis oído que se dijo: ‘Ojo por ojo y diente por diente’. Pero yo os digo: no repliquéis al malvado; por el contrario, si alguien te golpea en la mejilla derecha, preséntale también la otra”.
Dualidad, núcleo del conflicto, degradado, excitado por la perniciosa, vengativa política -absolutista y destructiva- de tierra arrasada, a sangre y fuego implementada por el gerifalte, Benjamín Netanyahu, en que Hamás e Israel, recíprocamente han cometido crímenes de guerra que, con corte al 10/11/2023, en los ataques israelíes han muerto al menos 11.000 palestinos, 4.324 de ellos, niños, 3.000 mujeres y cerca de 9.000 heridos; 1,250 desaparecidos -y la noche que llega-, lo cual no honra al pueblo judío; balance por el que el Primer Ministro -más temprano que tarde- deberá responder políticamente.
So pretexto de debilitar a la Autoridad palestina, Netanyahu equivocadamente fortaleció a Hamás; purgó a los generales más competentes que no compartían su ideología extremista; se empeñó en expandir los asentamientos, como en intensificar los macabros, escabrosos bombardeos que consecuentemente han acentuado, extremado la sed de venganza.
Festín de sangre, de odio visceral, polarización que de manera incremental han agrandado las heridas, nutrido el salvajismo sin resolver nada. Clamorosa, escalofriante situación de la que las familias, amigos, el mundo entero, viven -cada mañana- pendientes del reporte de sobrevivencia de los atrapados, a la espera que confirmen: ‘seguimos vivos’, sin importar de qué lado de la frontera provenga el anuncio.
Conmovidas las fibras más íntimas del alma, la mente, el corazón de este sencillo escriba, confieso que siento un profundo, indecible dolor por la realidad en que malviven de lado y lado -repito- del infierno descrito, los millones de prójimos que desesperanzados solo esperan, la inexorable muerte.
Aplastateclas que fervientemente ruega a los dioses del Olimpo, que los 240 secuestrados regresen sanos y salvos a sus hogares; que cese la feroz, infernal guerra, la infrahumana sevicia, la crueldad de los desalmados extremistas del sulfuroso Hamás o Estado Islámico -que es lo mismo-. Sucedáneos engendros de todos los pelajes que el 7 de octubre, asesinaron, secuestraron, torturaron, violaron, orinaron las víctimas; horripilantes, inenarrables, reprobables prácticas con múltiples, indescifrables subyacentes aristas imposibles de resumir en la brevedad de una columna; filmadas, reproducidas en forma intimidante -para mayor escándalo- por las redes sociales.
Satánica película de horror que cada vez duele más, y en stricto sensu impacta emocional, psicológicamente la sociedad que, observa impotente cómo se multiplica exponencialmente -cual cabezas de la mitológica hidra- los mártires ante la punzante, imperante incapacidad de la pasiva ONU -sinónima de complicidad- de liderar la utopía de una solución pacífica.
Conflicto que Netanyahu se niega a desescalar, parar el genocidio, los bombardeos, aduciendo ante al secretario de Estado Blinken: “en absoluto”, “Si los dejamos vivir solo será cuestión de tiempo hasta que lo vuelvan a hacer. No podemos coexistir. Tienen que desaparecer. Están locos”. “La gente quiere venganza”.
De tanto perseguir monstruos, Israel tiende a convertirse en uno de ellos.
¿Qué se fizo la burlada, inexpugnable, omnisciente Cúpula de Hierro (sistema antimisiles) que permitió el derrumbe del mito de la omnipotencia, omnipresencia de la agencia de inteligencia, Mossad?; reputación que cayó por los suelos, otrora confiable soporte del resguardo, defensa de los 20,700 kmts2 del territorio, de los nueve millones (aproximados) de habitantes, contra sus atávicos enemigos: Hezbollah y Hamás -Movimiento de Resistencia Islámica- fundado el 18 de agosto de 1988-.
Terroristas actuantes bajo la égida de sus partenaires financistas: Qatar, Irán, Arabia Saudita, Egipto, Jordania, Siria, Irak, Líbano.
Hordas de musulmanes que invitan a “globalizar la Intifada”, a “gasear a los judíos”, mientras el cuerdo presidente chileno, Gabriel Boric, condenó la atroz arremetida extremista, pedía justicia, un Estado ¡YA! para Palestina, contrastando con el presidente Petro que, tras el distópico liderazgo mundial, continúa tratando de congraciarse con regímenes autocráticos, al comparar hiperbólica, perversamente a Israel con el régimen nazi de los tiempos de Hitler, a Gaza con Auschwitz.
Injuria, maltrato, ultraje, extendidos a Alemania al pretender equiparar lo acaecido con el holocausto de los seis millones de judíos inmolados en la Segunda Guerra Mundial, igual a la comunidad israelí. Bochorno, lora internacional que contuvo la respiración, revolvió el estómago del embajador de Israel en Colombia, Gali Dagan, que se quedó sin palabras para hilar la contundente, furiosa réplica a nuestro orate presidente.
Personalmente siento en el alma los misiles que llovieron sobre la paradisíaca Ashkelon, situada al sur de Tiro, a orillas del mar Mediterráneo Oriental, próxima al desierto del Néguev, a doce kilómetros de Gaza, 56 de Tel Aviv; 73 de Jerusalén; ciudad de la vieja Fenicia poblada por una tribu -los Filisteos-, resultas -al parecer- del cruce con castas cananeas, antepasados de los palestinos que hacia el siglo XII a.C., lucharon con emigrantes del Sinaí que bordearon el Jordán y la zona costera del Mediterráneo, siendo parte -por varios siglos- del Imperio Otomano hasta la colonización inglesa.
Metrópoli que floreció bajo regímenes griegos y romanos; embellecida, agrandada por Herodes, su posible lar nativo; reseñada por Plinio el viejo, como pueblo libre; arrasada en cuatro ocasiones a lo largo del tiempo; tomada por los Cruzados en su camino a Jerusalén y por Saladino en la reconquista de la región.
Ashkelon antes de…
Uno de los guerreros, Sansón, al que se le atribuía una fuerza extraordinaria, fue llevado prisionero a Ashkelon, atado a una columna del templo de madera, además, centro administrativo, derribado por él al grito: ¡Muera yo con los filisteos!
Apacibles mar y playas ocupados durante milenios, por clanes comandados por faraones egipcios; romanos; cruzados; Napoleón Bonaparte; tropas británicas -entre otros- y, últimamente por israelíes y palestinos, matándose todos por este pedazo de desierto sagrado, por las tres grandes religiones monoteístas, cuyo Dios es en realidad el mismo.
Desde tiempos de bárbaras naciones, la guerra y la conquista han sido los mecanismos preferidos para crear derechos internacionales. “Palabras, obras o milagros tergiversados por el mismo odio (que continúa) en esta Tierra Santa, convertida en un gran charco de sangre”. “La grandeza no está en la venganza, como tampoco en el terror ciego contra civiles inocentes”.
Rivalidades que tendrán -algún día- que superarse, como sucedió entre Francia y Alemania; Japón y EE. UU. Eternización del conflicto ejemplificada por este diálogo adelantado en la fortaleza de hormigón armado, imposible de abrir desde fuera la puerta blindada de acceso, situada al lado de la sinagoga, Sha’arei Rakhamim ve-Yosef: “¿Cuándo saldréis? En el momento en que ganemos y todos los de Hamás desaparezcan”. ¿Tienes miedo? “No, Dios me protege”.
Es comprensible el hastío, rabia, repudio frente al aleve, brutal, sanguinario, sorpresivo ataque perpetrado contra los israelitas por Hamás, que en un solo día asesinó (1400) más judíos que en ningún otro momento de la historia reciente, cuando se cumplían exactamente, 50 años de la guerra de Yom Kippur, ocurrida entre el 6 y 25 de octubre de 1973. Confrontación justificada por otros, con ignorante, cursi retórica.
Actuar que arruina, deshonra la causa palestina con la que comulgan, simpatizan amplios, románticos sectores que consideran como una de las grandes injusticias del siglo XX cometidas contra un pueblo colonizado, sojuzgado, despojado de su territorio, alegan, para crear el Estado judío, como una potencia prooccidental en medio del mundo árabe.
Resistencia tenida como símbolo de un pueblo que no se resigna a la falta de un territorio donde vivir libremente, no sin advertir que por más solidaridad que despierte, nadie podrá en su sano juicio aceptar, justificar los condenables, deprimentes, impensados, repudiables, repugnantes actos de terrorismo consumados por Hamás, atado a los palestinos.
Bogotá, D.C. 11 de noviembre de 2023