Por Elías Prieto Rojas
Cada quien elige su camino. Y la aventura significa una experiencia única. Lo importante es atreverse. Asumir el riesgo, como quiera que la incertidumbre reina. El amargado descubre problemas. El optimista tiene esperanzas, mientras el líder se prepara, no dejando nada al azar. De cualquier manera, los tres actores son indispensables. El planeta los necesita. El mundo vive de cada uno. Del amargado porque la queja pone activos a los farmaceutas. Ellos producen medicinas para calmar, o mejor buscan que los enfermos se relajen, o procuran con la droga que nadie salga herido: rozagantes, en paz, antes que nada. Del optimista, qué contradicción, creer que la vida nos trae sólo noticias positivas… alguien dirá que el personaje vive en otro planeta; pero ¿quién es el optimista? Diremos que el individuo entusiasta intenta a diario sonreír. Saluda antes que su interlocutor, es afable, también agradecido, porque al no quejarse, su mejor decisión tiene que ver con la tranquilidad, que tácitamente es alegría. Ahora bien, el líder dormirá con sus ojos bien abiertos. Mantenerse alerta es su mayor cualidad. De acuerdo con la exigencia toma decisiones. Sonríe por conveniencia y permanece serio por estrategia. Nada le hará cambiar de ruta. Sabe para dónde va. No se inmuta, ni se debe poner nervioso. Dejar que las emociones afloren en su rostro significa que los demás pueden aprovecharse de su «debilidad», he ahí que debe caminar con pasos lentos, pero seguros. Y dar ventajas, para el líder, no es su mejor opción. Helado y frío como un témpano y caliente y abrasivo, con ardentía para contagiar a sus dirigidos. Regresando al amargado, es lícita su oposición a todo aquello que se pretende mostrar como fundamental y decisivo. Ejemplo: que la corrupción es normal, no puede aceptarse, ni ser bien vista; se debe castigar… eso para el amargado, delirando, podrían ser “sus dilemas”, porque si alguien quiere ser honesto, pero si “le dan papaya”, claro que puede aprovecharse de la ocasión, (pues si no roba), se le dirá brutico, o tonto; porque la astucia también se premia; lo confirman por antonomasia los goleadores que se botan en el área sin que nadie los castigue, así los árbitros engañados decretan un disparo desde el punto blanco. El gol es meter la pelota en el arco rival. Y quién no lo desea: todos, porque es ganancia para el vencedor; quien se descuide pierde, o lo roban, que es la otra orilla, porque en este país hay más trampas que ratones.
Después de todo el triunfo es para los vivos. Recuerden que en el origen de las grandes fortunas hay demasiadas cosas que hacen temblar. Dejémoslo ahí. El optimista no baja la guardia. Cree. Y eso es suficiente. Sueña, hasta despierto. Lo hace el líder, aunque éste último visualiza y por eso se le cumplen sus expectativas; al ser previsivo amarra bien las velas, porque vive y espera resultados efectivos. No especula. Tanto el optimista como el líder siguen en la misma senda, mientras que el amargado viaja en contravía. La diferencia vital entre los dos primeros es de fondo, no de forma. El último no trae estrategia. Él mismo se considera un error; un fracasado, pusilánime; vive de derrota en derrota. Cuando sale el sol ya le llegó la noche porque no sabe esperar, pues vive de impulsos. Ni el astro rey ni la luna. Con nada se conforma. Qué pereza dirán algunos. Emocionalmente biche se desestabiliza pronto el amargado. Sus frases predilectas son: «Yo se lo dije», «nunca usted me hizo caso», «ahí tiene los resultados», y otras más que dejan ver una mente que se alimenta del pasado, por lo regular. El optimista se lanza a lo que venga, tal vez con una fe ciega y por eso es posible que sea un irresponsable también. Mejor el líder, el líder positivo: aquel que promueve, el benefactor, servicial, amigo y crítico a la vez. Es quien escucha, que pide opiniones de sus dirigidos con frecuencia. Qué sabe comunicar sus anhelos y deseos, solo que lo hace con el prurito del bien común: de la igualdad, justicia social e inclusión. Ese es su mensaje. Bien, perfecto. Como los tres mosqueteros: «uno para todos y todos para uno»…
Viernes 11 de octubre, 2024