Por Elías Prieto Rojas
Bogotá. News Press Service. Ahora en tiempos de pandemia por el Coivd 19, el miedo a los hospitales es de vieja data y muchos son los factores que inciden para generar pánico, siendo fundamental que se tomen cartas en el asunto, antes de verse arrojado a las frías losas de cualquier pasillo hospitalario. He aquí algunas recomendaciones: no coma en exceso porque la obesidad mata. Mínima grasa, escasa azúcar, baja sal y abundantes frutas. Y para fortalecer el esqueleto algo de hueso carnudo, o poroso. Y deporte o ejercicio físico: bicicleta estática, subir y bajar escaleras, aeróbicos y sexo sano; en este punto, como en cualquier otro, atenernos a las recomendaciones médicas. No envidie lo que tiene su vecino, ni colme su mente, ni su espíritu, de ambiciones desmedidas; recuerde que es mejor ir despacito como en la canción ranchera, que apresurado chocar contra el asfalto, por creerse uno el dueño de las galletas; es decir paso a paso como las tortugas. Y llene su mente de pensamientos positivos porque la cultura del “no se puede” también mata. Y acá van otras recomendaciones: autosugestionarse con ideas de paz, y de alegría y de amor por sus conciudadanos, porque los sentimientos de odio y de rencor ayudan, pero para llegar más pronto a una camilla, o a la cama de un tétrico hospital, o en últimas al hueco, o panteón que llaman. Repetirse: “Yo puedo, soy capaz, no hay cosas imposibles, sino hombres incapaces”, y también: “hombre flojo, no goza mujer bonita”; y en este apartado y preferible, levántese temprano, madrugue más, y duerma menos, porque usted debe saber que la cama mata, y la pobreza se deriva de “esos mínimos esfuerzos que realiza el ser humano en la búsqueda de la comida y del placer, y por los cuales siempre se debe pagar, pero es con plata, porque la pobreza, de verdad que no paga”. Para no salirnos y halarnos los pelos: trabaje duro y con toda la pasión y vehemencia del mundo, así sea desde su casa, lavando la loza, a más no poder, pero no deje que la pereza lo lleve, y de la nariz a un hospital, o a cualquier Sisben, porque si es cotizante –vale harta plata la mensualidad- en su EPS, al menos le darán acetaminofén y aspirinetas. Porque, y para gozar de una familia y considerarse un verdadero líder como padre, o madre, es inevitable cultivar el amor al trabajo. Que su profesión le brinde el máximo placer posible en cuanto, que si la ejerce con honestidad, pundonor y enjundia, ha de ir siempre en el pelotón de los ganadores. De no seguir estas recetas que le propicia la universidad de la vida, podrá usted ser uno de quienes sufren al dormir en el frío piso de cualquier centro de salud de barrio, o por la acumulación excesiva de pacientes, ser atendido en el comedor, o en los pasillos, e incluso en los baños de cualquier IPS porque después de todo “que ingrese el paciente que ya adentro miraremos a ver cómo lo podemos atender”. Y si usted, como moribundo tiene suerte de contar, mínimo con una cama, al hallarse en una institución de salud pública, o del Estado, u hospital de estrato uno, dos y tres, de seguro que no encontrará ni siquiera gasa, o elementos quirúrgicos, o asépticos que permitan a los médicos contar con herramientas idóneas para prestar un buen servicio… y se muere, porque se muere. Y en este caso, y para terminar, y no hacer tan larga esta nota, es mejor que en medio de su dolor, y por culpa de la pandemia, y de esos otros males mortecinos que acaban con su salud, le recomendamos tatarear y acompañarse y como medicina con el grito lastimero de esa otra canción ranchera… “traigo penas en el alma que no las mata el… Elías Prieto Rojas