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El Mundo
Sal Emergui Jerusalén
Tras décadas de tensiones, guerras, disputas territoriales, un acuerdo de armisticio y varios intentos infructuosos de negociación de paz con el régimen sirio de Asad (Hafez y luego su hijo Bashar), los israelíes se han despertado con una nueva realidad al otro lado de la frontera. Como casi siempre, Israel combina sentimientos encontrados.
Por un lado, la satisfacción por el estratégico golpe sufrido por Irán que se suma a los que propinó a sus protegidos Hizbulá y Hamas en los últimos 14 meses. Por otro lado, la preocupación por la incierta situación en el país vecino debido a la presencia de elementos yihadistas entre los rebeldes, especialmente en la frontera.
En este sentido y tras el abandono de los soldados sirios de sus posiciones, Israel dio por colapsado el acuerdo de separación de 1974-alcanzado un año después de la guerra- y envió tropas a la zona desmilitarizada y alrededores fronterizos como «posición defensiva temporal».
A medida que las ciudades bajo control de Asad iban cayendo desde el norte y el sur de Siria, las autoridades israelíes afrontaron el dilema sobre qué opción es menos mala: el conocido y viejo enemigo con un papel fundamental en el anillo de fuego creado por Irán en el entorno de Israel o el desconocido y nuevo escenario marcado por la amalgama de movimientos armados que incluyen también herederos de Al Qaeda y por la mayor influencia de uno de sus grandes detractores, el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan.
En las últimas reuniones del Gabinete de seguridad de Benjamin Netanyahu, la dramática crisis en Siria ha sido un asunto prioritario que compitió con otros dos de suma importancia para Israel: la frágil tregua con Hizbulá y la reanudación de la negociación con Hamas para un acuerdo que ponga fin a la ofensiva en la Franja de Gaza a cambio de la liberación de los 100 secuestrados aún en cautiverio.
«Es un día histórico en Oriente Próximo. El régimen de Asad es un eslabón central en el eje del mal de Irán: este régimen ha caído», ha afirmado Netanyahu en la meseta del Golán ocupada por Israel a Siria en la guerra del 67. «Es resultado directo de los golpes que hemos infligido a Irán y Hizbulá, principales apoyos del régimen de Asad», ha comentado añadiendo que dio paso «a una reacción en cadena en la región de todos aquellos que quieren ser liberados de este régimen opresor y tirano».
Como suele hacer ante vuelcos importantes con potencial de caos en sus alrededores, lo primero que hizo Israel es enviar mensajes de advertencia y reforzar sus fronteras. «No estamos interviniendo en los acontecimientos en Siria, estamos trabajando para frustrar y prevenir las amenazas en la zona«, afirmó el jefe del Estado Mayor, Herzi Halevi, en la frontera con Siria horas antes de la caída de Asad y poco después de aprobar los planes defensivos y ofensivos en la División 210.
El ejército israelí confirmó esta mañana el despliegue de fuerzas en la «zona de amortiguación» para garantizar «la seguridad de las comunidades de los Altos del Golán y de los ciudadanos de Israel y «de acuerdo con la evaluación de la situación tras los recientes acontecimientos en Siria, incluida la entrada de individuos armados en dicha zona».
Se refiere a su anuncio ayer sobre la intervención para ayudar a los operativos de UNDOF (Fuerza de las Naciones Unidas de Observación de la Separación) a repeler «ataques de fuerzas armadas» en la zona desmilitarizada creada tras el armisticio del 74, que, según dijo Netanyahu en la frontera, ha colapsado tras la caída de Asad y abandono de sus fuerzas. Poco después, tropas israelíes también se hicieron con el punto más alto del Monte Hermón que estaba bajo control sirio.
Netanyahu afirma que se trata de una «posición defensiva temporal hasta que se encuentre un arreglo adecuado». «[La caída de Asad] crea nuevas y muy importantes oportunidades para Israel pero no está exento de riesgos y por eso actuamos para defender nuestra frontera. No permitiremos que ninguna fuerza hostil se establezca en nuestra frontera«, ha avisado para concluir que «tiende la mano de paz a los drusos, a los kurdos, a los cristianos y a los musulmanes en Siria que quieren vivir en paz con Israel».
Mientras los servicios de Inteligencia israelí siguen de cerca la sucesión de acontecimientos precipitados desde que se alcanzó la tregua entre Israel y Hizbulá el pasado 27 de noviembre, el despliegue de los soldados ha aumentado en los Altos del Golán.
Aunque la posibilidad de ataques yihadistas desde Siria no parece alta en los próximos días, las autoridades israelíes han anunciado que las clases en cuatro comunidades drusas en la meseta se realizaron este domingo en zoom mientras algunas zonas agrícolas fronterizas fueron declaradas «zonas militares cerradas».
En la última semana, Israel exigió a los grupos rebeldes no acercarse a su frontera mientras avisó que no permitirá que se hagan con armas estratégicas en el país árabe.
Así, la Fuerza Aérea israelí ha atacado arsenal de Siria, incluyendo armas químicas, en diversas bases de Asad antes y después de su caída. Ataques que van más allá de los habituales realizados desde hace más de una década en Siria contra la Guardia Revolucionaria iraní, milicias proiraníes (efectivos y arsenal) o el envío de armas a Hizbulá en Líbano.
El anillo de fuego, promovido con dinero, armas y alianzas por la Guardia Revolucionaria, logró provocar importantes incendios en Israel pero ha acabado quemando puentes y estructuras en el eje iraní. Hoy, Irán ha perdido Siria y la Franja de Gaza mientras su gran brazo armado en Líbano (Hizbulá) carece del músculo de antaño (más de 150.000 proyectiles y misiles de diversos tipos y decenas de miles de efectivos armados) para por ejemplo disuadir a Israel en caso de que éste decida atacar las centrales nucleares en territorio iraní.
La caída del régimen de Asad es un fuerte golpe a Hizbulá y su deseo de rearmarse tras la ofensiva militar israelí como hizo con mucho éxito tras la guerra del 2006 en la que además no fue dañado como ahora.
El grupo chií libanés paga una factura elevada por la decisión de quien fuera su veterano y poderoso dirigente Hasan Nasrala cuando hace exactamente 14 meses inició los ataques contra Israel como apoyo a Hamas y Gaza. Lo que llamó «frente de desgaste» sin alcanzar una «guerra total» como hubiera deseado el líder de Hamas y artífice del 7-0, Yahiya Sinwar, acabó convirtiéndose en la «guerra de desgaste» de Hizbulá causando el fin del propio Nasrala muerto en un ataque israelí a finales de septiembre. Octubre del 2023 marca también el inicio del fin de Asad ya que ahora no pudo contar, como hace casi 10 años, con Hizbulá e Irán (al margen de Rusia) para mantenerse en el poder.