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CUERPOMENTE
El filósofo existencialista nos ayuda a tomar conciencia de nuestra propia libertad para no convertirnos en esclavos de nuestras heridas y hacernos responsables de nuestra vida y nuestra felicidad.
¿Alguna vez has sentido que tu historia ya está escrita? ¿Qué no puedes cambiar nada de lo que te sucede, porque está escrito que así será? ¿Qué eres, tan solo, una víctima de las circunstancias? A todos nos ha pasado alguna vez.
Pensamos que lo que vivimos en la infancia, las heridas que otros nos causaron o los fracasos que acumulamos pesan más que cualquier deseo de cambio. Pero aquí está el secreto: el ser humano siempre puede adaptarse, siempre puede cambiar.
Así lo comprobó el padre del existencialismo, Jean-Paul Sartre, para el que la libertad no dependía de las circunstancias de vida perfectas, sino de cómo decidimos vivir con aquello que llevamos a las espaldas. Nuestra capacidad para elegir, nuestra libertad, empieza precisamente ahí. Porque para Sartre «la felicidad no es hacer lo que uno quiere, sino querer lo que uno hace».

La verdadera felicidad
Jean-Paul Sartre no creía en el destino, ni en excusas tranquilizadoras. Para él, la libertad era un principio radical e inamovible. No depende de lo que te sucede, sino de lo que haces con ello. Y esa libertad es la que te ha de llevar a la felicidad que, al final, no es más que disfrutar con lo que uno hace.
Como figura clave del existencialismo, defendía que los seres humanos estamos condenados a ser libres, incluso cuando no lo deseamos. Es decir, siempre tenemos la responsabilidad de decidir, aunque sea para reaccionar ante aquello que escapa de nuestro control.
Y es a eso a lo que se refería cuando dijo estas dos frases: “la libertad es lo que haces con lo que te han hecho” y la «felicidad no es hacer lo que uno quiere, sino querer lo que uno hace». Porque para Sartre, no somos únicamente producto de nuestras circunstancias.
Nuestras elecciones, incluso las más pequeñas, cuentan. Y no se trata de negar el dolor, se trata de sentirlo y, aun sabiendo que a veces la vida duele, no soltar el timón. En lugar de quedarnos en el papel de víctimas, Sartre nos invita a convertirnos en autores de una respuesta que nos honre.
La herida que te hace libre
¿Somos libres si las heridas que llevamos condicionan nuestras acciones? Esta es la gran pregunta que se esconde tras la cita de Sartre. Porque lo que hemos vivido en el pasado, inevitablemente nos condiciona. Lo hace cuando actuamos desde el miedo, la costumbre o la herida.
Pero elegir desde ahí sigue siendo elegir. Por eso, la propuesta del existencialista incomoda tanto. Porque nos recuerda que, incluso en medio del momento más duro de nuestra vida, seguimos teniendo un margen de acción.
Otro ejemplo de ello es Viktor Frank, psiquiatra y superviviente de Auschwitz, que lo expresó así en El hombre en busca del sentido: “Al ser humano se le puede arrebatar todo, salvo una cosa: la última de las libertades humanas, la elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias”.
Desde la psicología contemporánea, la idea de Sartre ha permeado y sabemos que la capacidad de respuesta está íntimamente ligada a la resiliencia. La neurociencia ha demostrado que el cerebro es plástico. Es decir, que puede transformarse a lo largo de la vida.
Así que incluso si venimos de entornos hostiles, incluso si nos han hecho creer que no valemos, tenemos la capacidad de construir nuevas narrativas internas y nuevos hábitos.
Ejercer la libertad
Aunque sepamos que somos libres, aunque interioricemos mensajes como el de Sartre o Frankl, puede que aun así no ejerzamos esa libertad. Porque hacerlo significa tomar conciencia de que nuestras decisiones tienen un peso y un impacto, tanto en nosotros como en los demás. Y a veces, esa libertad implica dejar una relación que ya no nos hace bien.
Otras veces esa libertad nos pide hablar en voz alta cuando toda la vida nos han dicho que callemos. O simplemente, nos lleva a elegir con amor aquello que nuestros miedos quieren impedirnos.
Pero es que ser libre no es algo sencillo. De hecho, Sartre no idealizaba esta libertad, sabía que era angustiante. Porque elegirnos frente a nosotros mismos, nos deja sin coartadas. Pero también nos hace más humanos, nos ayuda a vivir con autenticidad, a no escondernos detrás de nuestro pasado. Y es clave para lograr la felicidad, que para Sartre era querer lo que uno hace.
Es verdad que muchas veces repetimos patrones sin darnos cuenta, que el cuerpo tiene memoria y que las heridas psicológicas influyen en nuestras decisiones. Pero también es verdad que podemos aprender a elegir algo diferente. A parar, respirar y preguntarnos: ¿esto lo elijo yo o lo eligen mis heridas? ¿Qué haría si confiara en mí misma?
Tres formas de ejercer tu libertad personal
Cuando te atrevas a asumir que eres libre, que realmente puedes decidir no elegir más desde la herida y empoderarte de tu vida, tendrás que comenzar un largo proceso de cambio. Porque los “clics” instantáneos no existen. Y para hacerlo, te recomendamos empezar por cosas tan sencillas como:
- Cambiar una respuesta automática. Piensa en una situación que normalmente te active, y en lugar de reaccionar como siempre, prueba una nueva respuesta meditada de forma consciente. Por ejemplo, si cuando alguien te hace una crítica sueles responder a la defensiva, prepara una respuesta alternativa consciente, como decir “puede que tengas razón, voy a revisarlo”.
- Escribe una carta a quien te hizo daño. No tienes que enviarla, el objetivo es, sencillamente, deshacerte de las etiquetas que te asignó. No tienes que justificar nada, ni vengarte, solo escribir tu verdad. ¿Cómo te afectó? ¿Qué creencia limitante dejó en ti? Estas preguntas te ayudarán a tomar conciencia de cuáles son tus heridas, para que aprendas a diferenciarlas claramente de tu identidad. No eres lo que te hicieron.
- Elige una acción coherente contigo misma. ¿Qué harías hoy si pudieras construir una versión más libre, viva y en paz de ti misma? Si supieras que hagas lo que hagas, te va a salir bien, ¿qué intentarías hacer? Una vez lo localices, hazlo. No esperes a que te den permiso o a que los demás te digan quien eres. La libertad se construye con actos cotidianos que te acercan a tu esencia.