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Por Alfonso Peña
Inició recogiendo huevos en galpones. Luego invirtió en compra y venta de ganado. Próximamente, lo hará en el renglón de la porcicultura. Todo bajo el cobijo del abuelo y del padre.
A la edad de siete, añitos ha logrado superar algunos temores propios de un infante, como cambiar de escuela, cruzarse con animales que pudieran hacerle daño o, visitar al médico.
Su vida transcurre entre galpones, potreros, consultorios médicos y desde luego, la escuela.
Su estilo de vida resulta interesante, porque es un ejemplo para muchos padres de familia de cómo inducir a los hijos por el arte de los negocios y, desde luego, para quienes un día lo intentaron y no tuvieron suerte.
Para nuestro personaje “gane o pierda va pa’lante, claro está, que es mejor ganar”, como dice uno de los estribillos de una canción del maestro Jorge Veloza.
Se trata de Juan Camilo Bravo Martínez. Nació en una familia dedicada a la medicina y los negocios. Su padre, Yesid Bravo, es médico pediatra y la madre, Katerine Martínez, enfermera jefe. Ambos, desarrollan sus actividades en el municipio de Cáqueza, departamento de Cundinamarca.
Emprendimiento exitoso
El primer proyecto de emprendimiento que Juan Camilo inició, fue la venta de huevos en la puerta del apartamento del conjunto residencial donde vive. Su capital semilla fue una torre de 10 bandejas de huevos, que promocionaba con un letrero hecho a mano por él mismo que decía: ‘Huevos económicos’.
Juan Camilo, recibía en consignación el producto de manos del proveedor; su abuelo y los revendía con un pequeño incremento.
Cada domingo, con la luz del alba y mientras sus padres y su hermano descansaban, el menor se levantaba y organizaba su etand en la puerta de su vivienda. “Era curioso escucharlo, hacer ruido alistando los huevos para vender”, cuenta su padre, mientras por los cristales de la edificación vigilaban cada uno de los movimientos del menor. Así fue como empezó a construir su pequeño capital.
Mujeres y hombres eran abordados a su paso en momentos en que salían a comprar el desayuno. Les hablaba de la importancia de incluir en el menú mañanero el huevo.
“Tengo bandejas de huevos baratos, muy económicos. ¿Cuántas cubetas va a llevar?”, repetía incansablemente el chiquillo, ante la mirada observadora de los consumidores. Así es como este próspero empresario ha iniciado una de las labores más bellas y antiguas del ser humano: El comercio.
Juan Camilo, el niño empresario, acababa de descubrir una nueva manera de conseguir unos pesitos sin mayor esfuerzo. Fue un éxito.
Pero no todos los huevitos se pueden poner en la misma canasta, como decía un expresidente. Resulta que ahora se le metió en la cabeza, que había que diversificar las inversiones y optó por la ganadería.
Con el dinero que ha ganado recogiendo huevos en galpones y la venta de huevos, se abrió paso en el mundo de la ganadería. La compra de semovientes en pie, para levante, resultó ser una buena idea.
A juicio del joven empresario, comprar animales que están en período de crecimiento y levantarlos hasta cuando alcanzan un peso de 400 kilos es rentable.
Kiara, fue su primer semoviente. Una ternera criolla, de mirada profunda y de pelaje espeso, de color, blanco y negro. Kiara fue su inspiración para el ejercicio comercial que hoy lo convierte en uno de los empresarios más jóvenes del país.
Verla crecer y embestir a su propia sombra era para Juan Camilo, diversión. A su corta edad, ya se acostumbró a las travesuras de los pequeños semovientes. Carlos, su tío, de profesión veterinario, es quien lo ilustra sobre los cuidados que se debe tener con los animales. Lo más engorroso para él, es cuando tiene que trasladar el ganado de potreros, por falta de pasto. Él sabe la importancia del pasto para el crecimiento y engorde de los vacunos.
Hace un par de días estuvo indagando acerca del negocio de la porcicultura. Su nuevo proyecto empresarial está dirigido a al engorde de cerdo. Sus actividades empresariales han estado bajo el cobijo del conocimiento del abuelo Gustavo y de su padre Yesid. Dos hombres que le han enseñado el arte del negocio.
En una charla que tuvo con Katerine, la madre, le hizo saber de su decisión de invertir en la compra de lechones para ceba. El proyecto va por buen camino. Solo falta acordar algunas cosas muy pequeñas con los dueños del terreno: Cuánto le van a cobrar por el arriendo de una finca.
Si algún día visita Cáqueza, no olvide que, en esa tierra circundada por montañas agrestes, vive el empresario más joven que tiene el país. ¡Ah! Si tiene algo, se lo compra, y si compra algo, se lo vende.