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Durante décadas, la computación cuántica fue un experimento de laboratorio. Hoy empieza a dejar de serlo. Los nuevos procesadores de IBM, los avances de Google y Microsoft y una ola global de inversiones anticipan un futuro donde tareas imposibles para los ordenadores actuales podrían resolverse en minutos.
La inteligencia artificial domina titulares, pero el cambio más profundo en informática podría venir de otro lugar. La computación cuántica, una idea que parecía demasiado frágil para salir del laboratorio, está entrando en una etapa decisiva. Los nuevos procesadores de IBM, junto con los avances de Google y Microsoft, anuncian un salto que podría transformar industrias enteras en pocos años.
No es una computadora más rápida: es una forma distinta de pensar la computación

Los ordenadores clásicos trabajan con bits: ceros y unos. Las computadoras cuánticas utilizan qubits, unidades de información que pueden ser cero y uno al mismo tiempo, gracias a fenómenos como la superposición y el entrelazamiento. Ese comportamiento extraño —que desafía la intuición clásica— permite explorar miles de combinaciones simultáneas en lugar de una a una.
Anna Stewart, de CNN, lo explicaba con una metáfora simple: un bit es una moneda cuando ya cayó en cara o cruz. Un qubit es la moneda mientras gira, cuando puede ser ambas cosas. Esa diferencia es la clave. No se trata de acelerar los ordenadores actuales: se trata de resolver problemas que, sencillamente, ningún ordenador clásico podría abarcar.
IBM presentó esta semana dos chips que refuerzan esa idea. El procesador experimental Loon busca demostrar los componentes necesarios para una futura computadora cuántica tolerante a errores. Y Nighthawk, un nuevo chip operativo, ya ejecuta puertas cuánticas más complejas que las generaciones anteriores.
La carrera industrial ya empezó: del laboratorio a la aplicación real

Los gigantes tecnológicos no están solos. BMW y Airbus colaboran con Quantinuum para desarrollar pilas de combustible más eficientes. Biogen, 1QBit y Accenture Labs investigan fármacos que requieren simulaciones químicas imposibles para un ordenador clásico. El motivo es simple: un ordenador cuántico puede comparar moléculas gigantes, optimizar rutas, analizar materiales o simular escenarios financieros en una escala que hoy resulta inviable.
Pero este futuro tiene un obstáculo enorme: los qubits son increíblemente inestables. Vibraciones diminutas, cambios de temperatura o incluso una mota de luz pueden causar errores. “Si hago vibrar una mesa, dañaré nuestros ordenadores cuánticos”, admitió Jay Gambetta, director de investigación de IBM.
Por eso el objetivo no es solo aumentar la potencia, sino controlar el error. Microsoft apuesta por su chip Majorana 1, que utiliza un material capaz de generar un estado exótico de la materia para crear qubits más estables. Google, por su parte, presentó Willow, un chip que reduce errores conforme se añaden más qubits y que ejecuta en cinco minutos tareas que a un ordenador clásico le llevarían 10 septillones de años.
Cuándo llegará de verdad el salto cuántico

Nadie se pone de acuerdo. Anand Natarajan, del MIT, cree que aún faltan una o dos décadas. McKinsey sitúa la primera computadora cuántica tolerante a fallos alrededor de 2035. IBM cree que podría lograrla antes de que termine la década.
ero hay consenso en algo: cuando llegue, cambiará industrias enteras. Como dijo el profesor Sridhar Tayur: “Ahora mismo estamos intentando hacer neurocirugía con una cuchara y un tenedor. La computación cuántica serán las herramientas sofisticadas que realmente necesitamos”.
El salto no será inmediato, pero ya empezó. Y, silenciosamente, podría ser más transformador que cualquier avance en inteligencia artificial. ¿La próxima revolución informática? Tal vez ya esté tomando forma en los laboratorios cuánticos.
