News Press Service
Por Elías Prieto Rojas
El capital mayor de los medios de comunicación y de cualquier ser humano es decir la verdad. Pero todos los días nos enfrentamos a la mentira, al rumor, a la desinformación. Y si a eso le agregamos la infoxicación (intoxicados por tanta basura que se produce en el interior de la vida misma y en cualquier parte, para ser más precisos), entonces los seres humanos quedamos a merced de la manipulación y de intereses perversos que intentan someternos a caprichos aviesos y a consecuencias funestas para la convivencia y para la dignidad, y la libertad, y la solidaridad, etcétera. Es deber de todo individuo, indagar, preguntar, colegir, comparar, investigar, elegir, hacer uso del libre albedrío, y en últimas, y para que no hagan de nosotros, títeres… mejor dicho, no trague entero: desconfíe de todo, hasta de su propia sombra. Y cuando ya cansado y luego de ejercitar sus cinco sentidos: ojos abiertos, oídos atentos, el olfato en su punto, el tacto sensible al extremo y el exquisito gusto en plan de probarlo todo, entonces, mis muchachos y mis muchachas, ahí sí, para adelante, porque para atrás, asustan. Y sin embargo, y si le toca dar reversa, pues hágalo, después de todo, cualquiera se equivoca, eso dijo el pato bajándose de una gallina. Es decir, celebre, cante, disfrute y apoye a quien, y en verdad, y esté usted seguro, que es digno de confianza. Sólo así podremos ser sabios. Ahora mismo el libro sagrado, La Biblia dice que “sólo la verdad nos hará libres”. Pero si alguien, usted y yo, lo pillamos hablando más de la cuenta, o le comprobamos que es mentiroso, falaz y pérfido amigo del rumor y la mentira, digámosle con sentimiento, con pasión y cuerdos in extremis: “Esta se la perdono, porque es de humanos, errar, pero la segunda vez, ya, hasta luego mi hermano… ábrase de mi lado, porque no puedo soportar el engaño ni la falacia y menos la mentira… y en los medios de comunicación se castiga, y en la vida misma, la calumnia, y la injuria. Y usted tiene derecho al buen nombre, a su prestigio, al decoro y a que nadie pisotee su dignidad. Y el Estado y la Constitución le garantizan a usted –al menos en teoría- el derecho legítimo a vivir en paz. Tome aire, respire profundo, haga ejercicio, cadedique tiempo, estudie, trabaje, o quédese dormido, si puede y le apetece, pero, y por favor: no permita que otros vivan bien, a costillas suyas. O que ganen más, haciendo menos. O que estén de primeros y que esos merezcan aparecer de últimas… bájale la caña a cualquiera, porque si usted, lo permite, y ayuda a que se promueva la injusticia, está patrocinando, de una u otra forma, la guerra. En otros términos y como alguna vez lo sentenció Platón: “La realidad de la guerra sólo la conocen los muertos”… decídase pues, quiere usted vivir, o morir… para lo primero es difícil estar a tono, para lo segundo, es fácil: dígale a todo que sí y pronto estará pidiendo limosna. Defienda la verdad, hasta sus últimas consecuencias. Pero no olvide la astucia, ni la diplomacia, ni la inteligencia; ayudemos entre todos a construir una mejor sociedad. Y es ahora, para beneficio de nosotros, de nuestros hijos y de nuestros nietos, y bisnietos y tátara… tátara… tátara…
19. x. 20
mine, corra,