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Tomado del libro Tierra Licita de la autoría de Gerney Ríos González, publicado en 1997 por el Fondo Editorial de la Universidad Juan N. Corpas.
Uno de los cultivos rentables de exportaciones ilícitas fue el de marihuana, o “marimba”, “marijuana”, para los aztecas, “la mona”, en la jerga popular, amén de otros nombres con los que se conoce a la Cannabis Sativa, un arbusto familiar en África, India y América, se cree que nació en el Asia central, extendiéndose en aquel continente, desde épocas que se pierden en la historia.
Los conquistadores españoles la introdujeron en México, Nueva Granada y Perú. franceses e ingleses, la llevaron al Canadá y Estados Unidos; guerreros vikingos, incursionaron con ella en el norte de Europa.
No es nueva, la marihuana y con el nacimiento de la agricultura se mezcló como cultivo aproximadamente hace 10.000 años.
Cuatro mil años antes de Cristo, se consumía “la mona” o “Juanamontes” y estos hechos son corroborados por investigaciones y descubrimientos arqueológicos del “cáñamo indio”, como se le conoce en China.
Tiene principios medicinales buenos; es cáñamo introducido en Europa y posteriormente traído a América con el mismo fin. Produce aceite y semillas para alimentación humana; sus fines terapéuticos son múltiples, pero su uso masivo como narcótico es de reciente factura, aun cuando en la antigüedad se sabía de sus propiedades. Se cuenta que el Emperador chino Cheng Nung conocía bien sus efectos benéficos en síntomas específicos, como dolores de origen neuropático, nauseas en pacientes con cáncer, algunos casos de glaucoma, en la cura del paludismo, beriberi y reumatismo.
Estados Unidos siembra marihuana de excelente calidad. Hay almacenes especializados en técnicas de labranza sobre diversas variedades de la yerba. Las importaciones de EE.UU desde Colombia y México fueron suplidas por la elaboración doméstica. Se considera que la marihuana es uno de los elementos de mejor precio en USA comparativamente con diferentes cultivos necesarios para la subsistencia.
Se reveló que Canadá se está convirtiendo en una “potencia exportadora” y en la antigua U.R.S.S algunos de sus países segregados, surten su propia demanda.
Estados Unidos está a la cabeza de las investigaciones para “mejorar” genéticamente la calidad de sus sembrados. Se trata de una maleza de jardín tanto en norteamérica como en Europa, cuya labranza es masiva. No se conocen cifras sobre la realidad de su producción, pero es la droga de consumo de mayor cantidad en el mundo. Algunos gobiernos recomendaron su legalización y la dosis personal, con el fin expedito de bajar su elaboración y precio, desestimulando a los millones de consumidores, asunto que no se logra todavía.
Informes oficiales señalan que hasta finales del siglo XX, oferta y demanda de marihuana o coca, alcanzaron altos niveles entre comunidades indígenas al sur de Colombia, siguiendo la tradición de sus ancestros en Nariño, Cauca y regiones de Santander y Boyacá. Distintos cronistas señalan que muchos de los salarios de trabajadores de esas regiones fueron y son pagados con la hoja de coca.
“La bonanza marimbera”, se dio con la siembra de extensas plantaciones en la Sierra Nevada de Santa Marta, Serranía del Perijá, límites con Venezuela, Cesar, Guayabero y San José del Guaviare, zonas colonizadas por gentes del interior del país, que cedieron a los halagos del enriquecimiento rápido o ganancias por encima de los salarios de hambre recibidos hasta el advenimiento de los años 70.
Este surgimiento de la marihuana en Colombia tiene sus raíces en Centroamérica, donde Estados Unidos y México, mediante convenios, erradicaron con algún éxito la “yerba mona” con fumigaciones de Paracuat.
Los narcotraficantes pusieron sus ojos en nuestro país y suministraron semillas, dineros, medios de producción y llevaron a los campesinos e indígenas a la siembra. Abandonaron, entonces, los cultivos tradicionales de pan coger y abastecimiento de los mercados agrícolas del interior. Por lo menos, durante la explosión económica producida por la cosecha, se diseminaron entre 30 y 40 mil hectáreas; llegaron los problemas para labriegos, narcotraficantes e intermediarios del fabuloso negocio ilícito. Las autoridades frenaron la propagación de marihuana en esas regiones, mediante fumigaciones aéreas.
Prácticamente la bonanza económica hacia los años 80 descendió, aun cuando subsisten los sembrados en menor extensión territorial, reemplazada por el auge de la coca, que es rentable y de considerable demanda en los mercados consumidores de alucinógenos.
El grupo antinarcóticos de la policía, calculó a finales del siglo XX en 15.000 hectáreas los cultivos de marihuana en Colombia. La coca alcanzó las 45.000 hectáreas en Vaupés, Miraflores, Guaviare, Cauca, Nariño, Sierra Nevada de Santa Marta, Serranía de San Lucas y Perijá, oriente de Colombia y Catatumbo.
El labrantío ilegal afecta poblaciones indígenas y campesinos, explotados por los jefes de la mafia coquera, a pesar de recibir salarios por encima de los que lograrían con la agricultura tradicional.
En el lustro del 75 al 80, se intensificaron los cultivos de coca y amapola. Esta última novedad traída por los narcotraficantes de la cocaína que utilizan los mejores medios de transporte, complicidad de autoridades, silencio del morador involucrado en el sembrado y sus altos precios en los mercados externos.
Con el látex de la amapola, hermosa flor se procesa opio, alucinógeno tan antiguo como la Humanidad. La amapola es una planta perversa por la ambición humana. El opio es el anestésico por excelencia en la alta tecnología de la ciencia médica mundial. No obstante en manos de narcotraficantes es el mal del siglo, la epidemia de pueblos, la peste que merma las posibilidades de existencia de millones de seres en el planeta.
La amapola apareció en el Mediterráneo y fue objeto de estudio de los griegos que descubrieron sus propiedades fitoterápeuticas. De los bulbos de su flor se obtiene el opio; con otros procesos de refinamiento se convierte en morfina y heroína, narcóticos de refinada calidad apetecidos por los consumidores y soñadores de paraísos artificiales. Su precio en los mercados de drogadictos es fabuloso sólo al alcance de gentes adineradas. Se calcula en unos 2.500 años el descubrimiento de los poderes analgésicos del opio. Sentó sus reales en grupos raizales de Asia central, Pakistán, India, Afganistán y en los países de la antigua U.R.S.S. Su extensión afectó la cultura musulmana en el sudoeste de Asia pese a las prohibiciones religiosas.
Como remedio, el opio se aplica para resfriados y disentería; calma la ansiedad, el insomnio y dolores agudos en casos de cáncer, paciente iniciales o terminales. Cura el glaucoma o la irritación de los ojos. La ciencia occidental utiliza sus principios y lo comercializa medicinalmente, puesto que es una sustancia capaz de producir efectos favorables en el organismo, y la restauración de la salud. Se dice que Portugal, al tomar por su cuenta los mares, mercadeó, especuló y negoció con el opio.
En el siglo XVIII, el monopolio de la droga estupefaciente pasó a manos de la corona de Inglaterra, controlando su producción en la India y extendiendo su uso a la China, donde había unos 15 millones de consumidores para 1906 y por lo menos, en el mismo año, unos 50 millones de fumadores de opio. En el mismo lapso se calcularon clientes para 25.000 toneladas.
El consumo es más notorio en los países orientales; gestó el fenómeno de una millonaria economía-ilícita desde luego-, con una elaboración calculada en 3.000 toneladas, inundando territorios del sudeste asiático.
Existen datos impresionantes sobre el cultivo de coca. Además de afectar socialmente a las gentes, el comercio de la droga lesiona el bosque primigenio, con lo cual sufre la capa de ozono a nivel mundial. La tierra está expuesta a su destrucción y con ella la Humanidad. Se entiende que para el labrantío de coca hay que tumbar selva y luego quemar. Por cada hectárea de siembra, se talan hasta tres de floresta; para la amapola se depredan dos y media hectáreas de boscaje. En Colombia, 300 mil hectáreas de zonas andina y amazónica fueron destruidas por colonos y sembradores de yerbas estupefacientes.
Lo precedente, contra sólo 175.000 hectáreas de bosques diseminados; la recuperación de la selva primitiva es un imposible y la aridez genera inmensos desiertos.
PLANTAS MEDICINALES
El propósito central de este análisis es dar a conocer la inmensa posibilidad de explotar con fines científicos y comerciales la millonaria flora medicinal colombiana. El gobierno colombiano podría volcarse hacia el estímulo mayor a los campesinos para cientos de cultivos sanos, que derrotarán en un mediano o largo plazo la siembra clandestina de coca, marihuana y amapola, desestimulando asimismo el comercio de las drogas, su proceso y la ilegal exportación. De paso, acabar con los carteles de la economía subterránea, dando nacimiento a una industria medicinal natural como fue en el comienzo de los siglos, practicada por los indígenas de América y que ha sido la base, con sus extractos y esencias procesadas químicamente, de nuevas medicinas utilizadas actualmente y cuyos costos son prohibitivos para el pueblo.
Las tinturas, esencias y emplastos de yerbas nativas, de probada eficacia terapéutica durante centenares de años, han sido la panacea para millones de seres humanos; no están lejanos los tiempos cuando nuestros abuelos recetaban plantas caseras para las más comunes dolencias de niños y adultos. Es dable recibir consejos de ancianos vecinos o mujeres que mantienen su jardín de plantas casi milagrosas en el solar para las emergencias de la salud familiar.
El Plan Nacional de Desarrollo Alternativo, con sus recursos económicos y sociales, con la recuperación de tierras arrebatadas a la economía subterránea, a través del Banco Agrario y con funcionarios del Ministerio de Agricultura, debe mirar seria y oportunamente la posibilidad que se le pueda brindar al campesino, para que se decida por el cultivo y comercialización de plantas medicinales de exportación o su procesamiento básico en el país.
FACTORES
*La ilegalidad sube los costos de procesamiento de la coca y la amapola, y los jefes de las organizaciones buscan en el campesino de apartadas regiones, el trabajo económico bajo para cultivo y procesamiento de la pasta básica. La violencia es el mejor aliado para la solución de los conflictos que se presentan al interior de las clandestinas organizaciones; por tanto, el respaldo subversivo a los narcotraficantes es el peor obstáculo que encuentra la fuerza pública en la lucha contra el flagelo.
*Debido a los altos costos de producción de droga, no es posible que el comercio se masifique, lo que da lugar al nacimiento de los carteles, cuyos imperios económicos mueven los hilos del fabuloso negocio.
*La siembra y elaboración de coca y amapola, se ven favorecidas por la debilidad del Estado frente al creciente salvajismo anarquista y el alto índice de criminalidad citadina. La violencia engendró una subcultura a la que se acostumbró Colombia y que es utilizada por el narcotráfico como poder intimidatorio; aliada con fuerzas ilegales desató el terrorismo en campos y ciudades y adormeció la voluntad civil.
*La corrupción oficial favoreció el auge de la economía subterránea; el lavado de dólares encontró respaldo en este sector. El contrabando estimuló las exportaciones ilícitas de la droga y mercados del exterior enseñaron el manejo de la “mercancía” a niveles comerciales.
*Los grandes territorios nacionales al oriente y sur del país, ajenos al control del Estado por falta de recursos materiales y humanos, han sido aprovechados por el narcotráfico para el labrantío de las dos importantes especies sicotrópicas.
SOLUCIONES
La producción o cultivo de plantas medicinales, tiene bajo costo debido a los siguientes factores:
*Las tierras son aportadas por los campesinos a través de sus parcelas.
*No requieren vigilancia de la fuerza pública por ser legales.
*El comercio de las plantas medicinales es lícito.
*Las semillas serán suministradas por el Estado o sacadas de los mismos cultivos establecidos, con vigilancia oficial.
*El trabajo de laboratorio para la extracción de sus componentes químicos tiene la legalidad exigida y servirá para la prospección de tecnología autóctona.
*Sembrar plantas medicinales no es delito; incluyendo marihuana, coca y amapola con fines médico-científicos, mediante severo control.
Cifras oficiales hablan por sí solas de la magnitud de los elevados precios involucrados en la elaboración de pasta de coca o amapola. Leamos:
*Para hacer pasta de coca, se requieren unos 6.000 kilos de la hoja producidos en una hectárea, 500 kilos de cemento, 12 litros de ácido sulfúrico y 500 galones de gasolina.
*Si calculamos que en Colombia hay sembradas 50.000 hectáreas de coca cada año, para convertir esta “cosecha” en pasta básica, se requieren 25.000 galones de gasolina, 25.000 toneladas de cemento, 60.000 litros de ácido sulfúrico.
Pesé a la constante lucha, vigilancia, control, fumigaciones aéreas, erradicación manual de plantíos vegetales de coca, marihuana y amapola, el negocio clandestino de las drogas aumenta, con envíos al exterior de grandes cargamentos por “corredores” protegidos por organizaciones armadas ilegales y con tecnología de punta. Puertos de la Costa Pacífica, son centros de acopio y despacho. En ellos, la violencia ha cobrado vidas humanas en espantosa proporción, en crímenes seleccionados.
El gobierno de Colombia debe estimular la producción de plantas medicinales y su proceso con laboratorios propios y personal idóneo científico. Podría ser la contrarréplica al creciente narcotráfico nacional y organización de bandas criminales, beneficiarias de la rica “economía subterránea” que en mucho sobrepasa el presupuesto anual del país.
Conclusión: En Colombia se permite y publicita el consumo de licor y cigarrillo, fuentes de enfermedades, pobreza, violencia intrafamiliar, lesiones y homicidio. Si portar y consumir dosis personal de marihuana y sustancias estupefacientes, sicotrópicas o drogas sintéticas no es delito e igualmente, si en los mercados populares se vende té de coca, galletas de coca, jabón de coca, no hay razón para prohibir el uso medicinal y terapéutico de la marihuana, la cual se haría con prescripción y control médicos en ocasiones propias para la salud.