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Durante gran parte del siglo XX, las disciplinas de la psicología moral y la economía se consideraban distintas: cada una se centraba en cuestiones distintas y existían escasas interacciones. Esto no siempre fue así.
Si recordamos a filósofos como Adam Smith y Karl Marx, los debates sobre economía política estaban profundamente entrelazados con cuestiones de moralidad.
Más recientemente, estos campos han comenzado a reconectarse, reconociendo que la moralidad influye profundamente en el comportamiento económico, y viceversa. Es algo que abordé en una revisión reciente de la literatura más reciente en este campo (2024).
Como economista, creo que esta creciente intersección ofrece lecciones valiosas no sólo para el mundo académico sino también para los responsables de las políticas que enfrentan los mayores desafíos actuales, como la mayor desigualdad, la polarización política y la disminución de la confianza en las instituciones.
Una de las ideas más fundamentales que impulsan la reconexión de la psicología moral con la economía es la noción, originada en la psicología moral, de que la moralidad evolucionó como una herramienta económicamente funcional, como, por ejemplo, Jonathan Haidt, el psicólogo estadounidense, señaló en The Righteous Mind: Why Good People Are Divided by Politics and Religion .
En términos sencillos, se considera que la moral es un mecanismo mediante el cual las sociedades fomentan la cooperación, lo que facilita la producción, el intercambio y la cohesión social a gran escala.
La idea de que la moral es funcional social y económicamente está profundamente arraigada en una perspectiva evolutiva: a medida que los humanos formaron sociedades cada vez más complejas, la cooperación se volvió esencial para la supervivencia, y surgieron sistemas morales para fomentar conductas prosociales.
imperialismo económico
Desde la perspectiva de un economista , esta concepción de la moralidad como respuesta a problemas económicos —como garantizar la cooperación en las transacciones— sugiere que la moralidad no es fija, sino adaptable.
A medida que cambian los entornos económicos, también lo hacen los valores morales. El auge de los mercados globalizados puede, por ejemplo, hacer que las sociedades pasen de marcos morales particularistas —aquellos que priorizan la cooperación estrecha y grupal— a valores más universalistas que priorizan la justicia y la igualdad en redes sociales más amplias.
Los economistas han utilizado estas ideas de la psicología moral y las han ampliado. Este fenómeno, a menudo denominado « imperialismo económico», se produce cuando los economistas aplican sus herramientas y metodologías a áreas tradicionalmente exploradas por otras ciencias sociales, como la psicología o la antropología.

Si bien este enfoque ha sido criticado ocasionalmente por invadir otras disciplinas, puede ser muy productivo cuando se realiza de forma colaborativa.
En lugar de intentar reemplazar la psicología moral, los economistas han probado y validado con éxito sus teorías —como el papel funcional de la moralidad— mediante trabajos empíricos a gran escala. De este modo, han aportado valiosas perspectivas, especialmente cuando se requiere una comprobación empírica en contextos más amplios y reales.
Para comprender cómo evolucionan los sistemas morales en respuesta a los entornos económicos, podemos analizar varios ejemplos clave.
En primer lugar, las estructuras históricas de parentesco ofrecen un caso de estudio convincente. Las sociedades con sólidas redes familiares extensas suelen basarse en una estrecha cooperación dentro de las familias, lo que genera valores morales particularistas. Estas sociedades priorizan la lealtad a la familia y a las comunidades locales, y sus sistemas morales reflejan este énfasis.
Sin embargo, las sociedades con redes de parentesco más laxas tienden a desarrollar valores morales más universalistas, con la equidad extendida tanto a desconocidos como a parientes lejanos, como demostré en un artículo de 2019.
Esta distinción entre moralidad universalista y particularista, y su vínculo con las estructuras históricas de parentesco, explica gran parte de la variación intercultural en creencias, valores y emociones morales.
En segundo lugar, la exposición a los mercados también desempeña un papel fundamental en la formación de valores morales. En sociedades donde las interacciones de mercado entre desconocidos son comunes, es probable que prosperen los valores universalistas, como la equidad en el trato con personas ajenas al círculo inmediato.

Un creciente número de investigaciones, incluido mi propio artículo de 2023, muestra que las sociedades con mayor exposición histórica a los mercados exhiben mayores niveles de universalismo.
Cuanto más interactúan las personas con desconocidos en los mercados, más desarrollan normas morales que favorecen la cooperación y la confianza impersonales.
Finalmente, la ecología —el entorno natural en el que se insertan las sociedades— también puede influir en la moralidad. Donde la cooperación intensiva con los vecinos era necesaria para la supervivencia, como en regiones con tierras homogéneas y fértiles, a menudo se desarrollaban valores particularistas.
Estos valores enfatizan los estrechos lazos comunitarios, esenciales para la productividad agrícola.
Por el contrario, las regiones con condiciones ecológicas más variables o fragmentadas pueden haber fomentado valores universalistas, ya que la cooperación con los vecinos cercanos (y el aprendizaje de ellos) era menos importante para la producción económica, como señaló el economista israelí Itzchak Tzachi Raz.
La influencia de la moralidad en el comportamiento económico va en ambos sentidos: las condiciones económicas moldean los valores morales, pero esos valores, a su vez, moldean los resultados políticos y económicos.
Resultados políticos y económicos
La influencia de la moral en el comportamiento económico es recíproca: las condiciones económicas moldean los valores morales, pero estos, a su vez, moldean los resultados políticos y económicos.
En el clima político polarizado actual, las diferencias morales suelen sustentar las divisiones en torno a la política económica.
Por ejemplo, la distinción entre valores universalistas y particularistas ayuda a explicar por qué diferentes grupos mantienen posturas opuestas sobre temas como la tributación, la redistribución, la inmigración, el cambio climático, la globalización y la ayuda exterior.
La principal conclusión es que muchas políticas tradicionalmente de izquierda son de naturaleza relativamente universalista. Las personas universalistas, que priorizan la justicia y la igualdad para todos, son más propensas a apoyar políticas redistributivas destinadas a reducir la desigualdad de ingresos, incluso para las personas de países extranjeros.
También apoyan más políticas » globalistas» como la ayuda exterior, la globalización y la prevención del cambio climático.
Las personas particularistas, que priorizan la lealtad a su grupo de pertenencia, a menudo se oponen a dichas políticas, por temor a que la redistribución pueda beneficiar a grupos externos o a desconocidos en detrimento de su propia comunidad, o que la inmigración pueda perjudicar las perspectivas de empleo de sus vecinos.
Esta división moral contribuye a la polarización política y dificulta los esfuerzos para alcanzar un consenso sobre políticas económicas.
Uno de mis estudios sobre los patrones de votación en Estados Unidos muestra que los valores morales de los votantes se alinean estrechamente con la retórica y las políticas de los candidatos políticos.
La evidencia reciente que recopilé con Raymond Fisman, Luis Mota Freitas y Steven Sun refuerza aún más esta conexión. Cuantificamos el universalismo moral utilizando datos de donaciones a gran escala.
Según nuestro enfoque, se dice que los distritos estadounidenses son más universalistas cuando una mayor proporción de las donaciones de ese distrito se destina a beneficiarios más distantes, geográfica o socialmente.
Por lo tanto, los universalistas no son más o menos prosociales; al contrario, los distritos universalistas donan más a lugares lejanos, pero menos a causas comunitarias locales.
Documentamos que los distritos con mayor universalismo tienden a votar más por candidatos demócratas y a elegir representantes que emplean un lenguaje moral universalista en sus discursos.
Además, los representantes de estos distritos muestran un comportamiento de voto nominal más izquierdista, incluso dentro del mismo partido, lo que demuestra aún más cómo estos valores morales influyen tanto en los resultados electorales como en las acciones legislativas.
Enfoque interdisciplinario
Los economistas tradicionalmente han sido cautelosos a la hora de profundizar en cuestiones morales, prefiriendo centrarse en el análisis empírico basado en datos.
Sin embargo, creo que los economistas se benefician al profundizar en la psicología moral, al igual que los psicólogos pueden beneficiarse al incorporar perspectivas económicas a su trabajo.
Cada disciplina aporta fortalezas únicas: los economistas destacan en la gestión y el análisis de datos a gran escala, mientras que los psicólogos morales son expertos en comprender los complejos procesos de la toma de decisiones individuales y el razonamiento moral.
Este enfoque interdisciplinario puede conducir a una comprensión más rica y matizada de fenómenos sociales y políticos complejos. Tomemos, por ejemplo, el tema de la redistribución.
La investigación psicológica puede esclarecer por qué las personas tienen ciertas creencias morales sobre la justicia y la igualdad; los datos económicos pueden revelar cómo estas creencias se traducen en patrones de voto y preferencias políticas.
Al combinar estos enfoques, podemos desarrollar una visión más completa de cómo los valores morales influyen en el comportamiento y los resultados económicos.
¿Qué significa todo esto para los responsables políticos? Sobre todo, sugiere que una política económica eficaz no puede ignorar las consideraciones morales.
Los responsables políticos deben reconocer que las preferencias económicas de las personas suelen estar condicionadas por sus creencias morales, que pueden variar considerablemente entre distintos grupos.
En consecuencia, las políticas que se alinean con los valores morales de un grupo pueden encontrar una fuerte oposición por parte de otro grupo con valores diferentes.
Comprender estas divisiones morales puede ayudar a los responsables políticos a elaborar políticas más eficaces y equitativas.
Por ejemplo, las políticas redistributivas que apelan a valores universalistas podrían tener más éxito si se formulan de forma que también resuenen con las personas particularistas, como enfatizando los beneficios para las comunidades locales.
Además, reconocer el papel de la moralidad en el comportamiento económico puede ayudar a los responsables políticos a anticipar y abordar la polarización política.
Esto podría resultar vital para superar las brechas morales que nos alejan del consenso.
BENJAMIN ENKE
Es profesor asociado Paul Sack de Economía Política en la Universidad de Harvard e investigador docente en la Oficina Nacional de Investigación Económica.