Una joyería usó las piezas reales muiscas para hacer réplicas y las cambió. En el libro La Tierra de los Tesoros Tristes, se cuenta la historia.
News Press Service
Las Dos Orillas
Ocurrió en 1994. El senador Pablo Victoria fue el primero en alertar, ante la Procuraduría que el Museo del Oro le prestaba a la joyería Galería Cano objetos del pasado muisca para hacer réplicas exactas. Sin embargo, algo se habría perdido en el proceso y en la denuncia ante la entidad de control que instauró Victoria, es escalofriante: desde hace 30 años los colombianos el mundo estaríamos contemplando unas copias falsas de las piezas Muiscas y Quimbayas más importantes de nuestra antigüedad. La joyería se habría quedado con las originales y habría mandado de vuelta al Museo las réplicas que ellos mismo hacían En su momento la Procuraduría falló a favor del Museo y de la joyería.
De manera magistral el gran periodista Simón Posada Tamayo cuenta con su estilo consumado las historias más asombrosas de La tierra de los tesoros tristes, un libro que, por momentos, se lee con el ritmo trepidante que leíamos hace muchos años a los Cronistas de Indias. La maldición de ser ricos, la ambición de Jiménez de Quesada, el hambre desquiciada de Lope de Aguirre, la energía inagotable de Vasco Nuñez de Balboa quien descubrió el Océano Pacífico mientras quería encontrar el Dorado, el delirio que llevaron a conquistadores españoles a drenar, a punta de totuma, ocho metros de la laguna de Guatavita buscando el tesoro perdido.
Con datos como que en la mierda humana hay oro o que es tan poco el oro que ha podido recolectar la humanidad que tan sólo se podrían llenar cuatro piscinas olímpicas con el metal, Simón Posada hace un retrato de un país que aún sigue pagando, con lágrimas de sangre, la maldición de haber crecido en medio de la más desmesurada de las riquezas.
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