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HUELLAS XIII
POR GERNEY RÍOS GONZÁLEZ
Gerardo Antonio Jumí Tapias, senador de la República (2002–2006), en el foro organizado por la Fundación Centro Andino de Estudios y la Confederación de Pueblos Indígenas para la Comunidad Andina de Naciones –CONPICAN-, planteó que, “los pueblos y nacionalidades de origen étnico tenemos principios y decisiones que se fundamentan en nuestra filosofía, cosmogonía, culturas e idiomas propios y el territorio que conservamos y que defendemos soberanamente.
Las naciones indígenas gozamos del derecho a la autodeterminación, en consecuencia, decidimos libremente nuestra condición política y precisamos nuestro propio modelo de desarrollo social, cultural y económico. Podemos reforzar y crear nuevas instituciones políticas y jurídicas, y buscar los medios para su financiamiento. Ostentamos el derecho al autogobierno.
Estos principios y decisiones soberanas, han sido gestionados por el movimiento internacional durante más de cinco lustros logrando el reconocimiento de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y, hoy lo tenemos en la declaración universal de los derechos de pueblos indígenas en 2007 y también el convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) de 1989.
Basados en estos fundamentos, los pueblos indígenas en la estructura mundial, no somos sociedades cualesquiera, sino sujetos de especial importancia, de modo que la relación entre pueblos indígenas y Estados son de relaciones paritarias, dos sujetos políticos en diálogo. Dicho de otro modo, por un lado, el Estado que escenifica la sociedad a través del gobierno y por el otro, los pueblos indígenas representados en el ejercicio de su soberanía, que también son parte del Estado y éste debe garantizar sus derechos.
Fundamentado en estas consideraciones políticas y jurídicas, es obligación que los gobiernos no impongan, sino consulten mediante mecanismos indicados por las normas sobre criterios de acción, medidas legislativas, administrativas y obras de infraestructura para lograr el consentimiento de los pueblos indígenas.
En adelante, es conveniente actuar sin dejarnos cooptar por los Estados, exigiendo que sean fuertes, democratizados y justos, con adecuación institucional y cultural para responder a las expectativas de las familias indígenas y a las obligaciones de las cartas constitucionales y la normatividad internacional, de modo que sean Estados aptos para la interculturalidad, el diálogo político y la negociación.
Los pueblos indígenas no somos obstáculos al desarrollo y bienestar. Con lo que no estamos de acuerdo es con la expoliación e invasión a nuestros territorios, el saqueo de los bienes y recursos que dejan pasivos ambientales y sociales, violencia y más pobreza. Precisamos un desarrollo con identidad, un avance donde el aumento de los ingresos económicos no sea solo para las empresas, sino también para las regiones y sus gentes; donde la prosperidad sea compartida, haciendo uso de los recursos de manera sustentable, sin poner en riesgo a las futuras generaciones”.
Dirigir Destinos
El líder del pueblo Embera, Gerardo Jumí, sostiene que, “con los enormes recursos que poseemos, los pueblos indígenas no podemos quedarnos solo negociando servidumbres, indemnizaciones de daños y perjuicios morales, sino que debemos pensarnos como gobernantes, en consecuencia, es necesario cambiar el modelo y concepción relacionados con nuestro medio, las transnacionales y los Estados. Pensamos como dueños del territorio, propietarios, empresarios y accionistas sobre los recursos, aprovechando los espacios autóctonos. Ahora no estamos para nada alentando la venta de los territorios. No a cualquier precio, ni por mucho, podemos terminar negociando, si vamos a quedar sin espacios soberanos y desplazados, o arriesgando a las generaciones venideras.
Respetar y apoyar a quienes piensan diferente a este planteamiento, que consideran al petróleo “sangre de la madre tierra”. Con esto lo que no queremos dar a entender es el cambio de la relación respetuosa y sustentable con la madre tierra por la negociación empresarial, sino entrar en un nuevo modelo de aprovechamiento sustentable y soberano de los recursos para generar ingresos, bienestar social, hacer empresa y contrarrestar tanta escasez, hambruna y pobreza, construyendo un sistema de economía indígena”.