Bogotá, diciembre 2023. News Press Service. La junta directiva del Banco de la República tomó una decisión esperada por muchos, empezando por el presidente Gustavo Petro. Tras ocho meses manteniendo la tasa de interés de referencia en el 13,25%, como mecanismo para luchar contra la alta inflación, la redujo al 13%.
Aunque dos de los siete miembros de la junta votaron por no bajar la tasa, y aunque la decisión fue la de tomar la menor rebaja posible, es la primera vez que baja la tasa desde septiembre de 2020.
Un cambio de signo que marca el fin de un ciclo, y especialmente de un 2023 marcado por un elevado costo del dinero. El año que llega a su fin en menos de dos semanas también fue el del frenazo económico.
El país pasó de crecer aceleradamente —11% en 2021, 7,3% en 2022— por un rebote después de la crisis de 2020 por la pandemia, a crecer muy poco: el Banco reveló que su estimación es de un magro 1%.
También termina el año de la inflación de dos dígitos, con el pico del 13,34% en marzo y una estimación de cierre de alrededor del 9,6%; y el del aumento del precio de la gasolina, que culminará en enero, cuando el subsidio estatal quede desmontado y el valor empiece a moverse al vaivén del mercado internacional.
Pasó el año del enfriamiento. Viene el año de la lucha por la reactivación.
El ministro de Hacienda, Ricardo Bonilla, dijo este que estima que en 2024 la economía retome una senda de crecimiento y lo haga en un tímido 1,5%.
Un menor costo del dinero, como el que señala la decisión de las tasas, y una menor inflación son buenos augurios. Otros, sin embargo, son negativos. La inversión se ha contraído, y sin ella es muy difícil crecer más adelante.
Una menor tasa de interés puede devaluar el peso. La mayor carga fiscal que ha dejado la reforma tributaria de 2022, lastra a las familias y a las empresas. La duda inmediata está en el aumento que tendrá el salario mínimo, una decisión que en última instancia está en manos del Gobierno.
El peso estará, en buena medida, en la capacidad del Estado de gastar un presupuesto abundante. La velocidad en transferir el dinero de los subsidios que requieren las familias más empobrecidas, la apuesta por contratar pequeñas obras de infraestructura con organizaciones de base o la capacidad de reactivar la construcción de obras públicas deben marcar el ritmo.
Lejos de los debates políticos más sonados, como los de la llamada paz total o los de las reformas que debate el Congreso, la capacidad del Gobierno de ejecutar los recursos y sacar adelantes sus programas será fundamental. Es algo que preocupa al presidente, que se lo ha repetido a sus ministros en consejos recientes y en la reunión de planeación de esta semana.