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CNN
Las elecciones generales del próximo 2 de junio en México tienen una importancia histórica y el proceso es visto de cerca por Estados Unidos. Son los comicios más grandes de la historia mexicana, debido a la enorme cantidad de cargos que hay en juego —además de la presidencia— y al gran número de votantes que están habilitados para ir a las urnas: más de 98 millones de mexicanos podrán participar en la elección de más de 20.000 cargos públicos.
Según las encuestas, todo indica que, además, el proceso electoral concluirá con la elección de la primera presidenta mujer en la historia del país, ya que Claudia Sheinbaum y Xóchitl Gálvez son las favoritas en los sondeos de las consultoras. Estos comicios también son importantes debido a que solo una vez cada 12 años coinciden con otra gran elección: la de Estados Unidos.
Al norte de la frontera mexicana observan con atención lo que suceda el 2 de junio, incluso cuando aún no está claro cuál será la política de la Casa Blanca respecto de México después de noviembre.
«Los años en que lo único que EE.UU. quería era un México que fuera seguro y estable terminaron. Ahora le interesa que también sea un país con buena política pública. Además, necesita mucho de México y eso es más evidente que nunca», dijo a CNN Rafael Fernández de Castro Medina, director del Centro de Estudios para EE.UU. y México de la Universidad de California en San Diego. Y añadió: «México ha dejado de ser un país lejano y extraño para convertirse en uno cercano, debido, también, a que hay cada vez más latinos en Estados Unidos».
Hay una serie de temas que forman parte del núcleo de la relación entre ambas naciones, para los que la elección en el país latinoamericano puede resultar determinante.
Economía: la relevancia comercial de México para EE.UU.
Uno de los focos fundamentales para Estados Unidos es el económico. México se consolidó como su principal socio comercial el año pasado, superando a China y a Canadá. Expertos afirman que esto se debió fundamentalmente a cuestiones geopolíticas que incluyen la pandemia, la guerra comercial de Trump contra China y la guerra en Ucrania, lo que favoreció el fenómeno del llamado nearshoring, esto es, la reubicación de las cadenas de suministros a lugares geográficamente más cercanos.
«El T-MEC — acuerdo comercial entre México, Estados Unidos y Canadá vigente desde 2020— ofreció, en ese contexto favorable, un marco regulatorio legal que dio mucha certidumbre a los tres países de América del Norte, y México ha aprovechado las oportunidades y reforzado sus tarifas preferenciales para que esto ocurra», explicó Lila Abed, directora del Instituto México del Centro Wilson, sobre el punto alto de la relación comercial entre ambos países.
Respecto de lo que está por venir, el T-MEC será renegociado en 2026 y Estados Unidos necesita que, cualquiera sea el Gobierno de México para entonces, se comprometa a un cumplimiento pleno del acuerdo, cosa que hasta ahora no ha sucedido, según la analista internacional Raquel López Portillo Maltos, quien, además, es secretaria ejecutiva del grupo joven del think tank Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales (Comexi).
«El éxito de México en relación con el nearshoring ha sido circunstancial. No ha habido una política económica y comercial emanada desde el Ejecutivo. Por eso Estados Unidos necesita que de la negociación de 2026 resulte mayor independencia, estabilidad macroeconómica y mejoras en la infraestructura», añadió López-Portillo Maltos.
Por su parte, el cumplimiento o no por parte de México de los términos estipulados en el T-MEC ha sido objeto de una de las claves de la relación entre la administración de Andrés Manuel López Obrador y la de Donald Trump, primero, y la de Joe Biden, después.
«La próxima presidenta de México deberá lidiar con una serie de disputas legales que Estados Unidos, apoyado por Canadá, ha presentado en el marco del T-MEC. Se trata de cuestiones que van desde la prohibición por parte de AMLO de la importación de maíz transgénico para consumo humano; el giro hacia una política energética nacionalista, que ha afectado las inversiones estadounidenses en materia de energía eléctrica e hidrocarburos, además de la escasa importancia que se le está dando a las energías limpias», dijo Lila Abed. López-Portillo Maltos suma a esa serie de disputas aspectos de otra índole, como lo son las violaciones a los Derechos Humanos, el tratamiento del Gobierno a periodistas, y el aumento de los asesinatos de políticos.
Según Abed, quien gane la presidencia el 2 de junio deberá lidiar con la presentación por parte de EE.UU. de una demanda sobre estos temas: «Existe un rumor fuerte de que, pasadas las elecciones, esta disputa podría convertirse en un panel, como lo marca el T-MEC». Los analistas coinciden en que, si no ha sucedido hasta el momento, es porque EE.UU. ha optado por suspenderlo, temporalmente, a cambio de la gestión del asunto migratorio por parte de México.
Jorge Alberto Schiavon Uriegas, académico y vicepresidente del Centro de Estudios y Análisis sobre la Política Exterior de México, aseguró en diálogo con CNN que el presidente López Obrador llevó adelante una política quid pro quo para con Trump y Biden, que posiblemente continúe Sheinbaum (la candidata del oficialismo), en caso de resultar electa. «México se comprometió a atender los dos principales temas mexicanos que afectan a Estados Unidos y que determinarán la próxima elección: migración y fentanilo. A cambio, Estados Unidos redujo dramáticamente sus críticas sobre la debilidad democrática e institucional de México, y redujo sus intervenciones dejando mayor margen a López Obrador para su política interna», dijo Schiavon Uriegas a CNN.
«Se trata de algo muy transaccional. México aceptó gestionar parcialmente la crisis migratoria en EE.UU., manteniendo a los inmigrantes en territorio mexicano y encargándose de su deportación, a cambio de que Estados Unidos no active estas demandas», añadió López-Portillo Maltos.
Migración: México, de país de tránsito a país destino
Trump didn’t have to build the wall because México is the wall (“Donald Trump no tuvo que construir el muro porque México es el muro”). Este dicho que repite a CNN Carin Zissis, editora en jefa del sitio de Americas Society/Council of the Americas, expresa cómo, más allá de la retórica, México es una pieza central de la política estadounidense en materia de migración.
Y eso, según la analista, continuará siendo así después del 2 de junio: «México es parte del muro de Trump desde que López Obrador decidió el envío de miles de miembros de la Guardia Nacional y del Ejército para ocuparse del control migratorio».
Según Zissis, se trata de un asunto que es, en la actualidad, más importante para EE.UU. que para México. «Los discursos de Sheinbaum y Gálvez en materia de migración no son ni muy fuertes, ni muy distintos entre sí, ni abordan demasiado qué hacer con los migrantes que están en el país», indicó. «Prueba de eso es que, durante el último debate presidencial, cuando se abordó la migración, el principal ángulo fueron los migrantes mexicanos actualmente viviendo en EE.UU.; ellas les hablaban a sus potenciales votantes al norte de la frontera y a la comunidad latina en general, que es grande y poderosa por las remesas».
En suma, explicó Zissis, el tema migratorio no será definitorio en las elecciones del 2 de junio en México, pero sí lo será en las del 5 de noviembre en Estados Unidos.
Sin embargo, Abed afirmó que la próxima presidenta deberá lidiar con una situación migratoria nacional distinta a la de décadas pasadas, debido a que México pasó de ser solo un país de tránsito a ser también un país de destino.
«La reacción del Gobierno de López Obrador ha consistido en transportar a los migrantes que están en espera en la frontera entre México y Estados Unidos al sureste del país, y dejarlos ahí. Las autoridades migratorias están sobrepasadas, la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar) también está sobrepasada, los centros donde se hospedan los migrantes son muy precarios, los migrantes —específicamente los menores no acompañados y las mujeres, al igual que jóvenes— están en riesgo ante el crimen organizado y ante traficantes de personas, y sus Derechos Humanos podrían ser vulnerados», detalló Abed.
Según ella, el próximo Gobierno de México deberá asumir la responsabilidad por esa gran población migrante, «y decidir si les va a dar una visa temporal, si les van a permitir trabajar, si van a tener acceso a servicios médicos, etcétera».
Seguridad: el desafío de la cooperación en medio del aumento de la violencia
Ligado al tema migratorio está el de la seguridad, uno de los ejes de la relación bilateral entre EE.UU. y México. Mientras que el país del norte lidia con una de las mayores crisis domésticas de salud debido al fentanilo, al sur se ha observado un aumento de la violencia a cargo de los cárteles.
«México ha avanzado en el desmantelamiento de laboratorios clandestinos de drogas, pero el próximo Gobierno deberá hacer más para frenar el ingreso a través de puertos marítimos de los precursores químicos provenientes mayoritariamente de China, porque después de eso es cuando caen en manos del crimen organizado para producir estos opioides sintéticos», describió el proceso Abed. «Pero EE.UU. también tiene que desmantelar la red de traficantes que hay dentro del país. Es decir, una vez que el fentanilo llega, su distribución en todo el territorio no es mágica. Hay una red importante del crimen organizado en Estados Unidos que la administración deberá arrestar, llevar a juicio y cuyas actividades deberá restringir», agregó.
Otra de las herencias con las que deberá lidiar el futuro Gobierno —y que reviste una importancia completa para Estados Unidos— es, entonces, la cooperación en materia de seguridad.
Una de las primeras medidas del Gobierno de López Obrador en 2018 fuera la reforma a la Ley Nacional de Seguridad de México, que limitó la actividad de agentes extranjeros operando en territorio mexicano.
«Fue un símbolo, una señal de que el Gobierno de México no le iba a abrir la puerta tan fácil a agencias de seguridad como la DEA, la CIA y otras. Les quitó la inmunidad diplomática, tuvieron que registrar todas sus actividades ante la secretaria de Relaciones Exteriores, etcétera», explicó Abed.
Los expertos coinciden, sin embargo, en que mucho del discurso confrontativo con Estados Unidos por parte de López Obrador fue una fachada que, por momentos, ocultó un proceso aceitado de negociaciones tanto con la administración republicana como con la demócrata.
«López Obrador muchas veces le habla a su base mexicana y después negocia. Él sabe que EE.UU. lo necesita en materia migratoria y en materia de seguridad. Los gobiernos coordinan, dialogan, aunque México después se resista a darle visas a los agentes de la DEA», resaltó Carin Zissis.
Consultada por CNN sobre la posibilidad de una victoria de Trump en Estados Unidos en noviembre, advirtió: «La relación entre Trump y México estuvo basada en amenazas, pero la verdad es que el equipo mexicano fue sofisticado trabajando con el Gobierno de Trump. El problema con las amenazas es que para el líder mexicano es muy difícil que su par en la Casa Blanca criminalice y ataque a los mexicanos mientras él se queda de brazos cruzados. AMLO quizás pudo hacer las dos cosas, pero no sabemos si Sheinbaum estará a la altura, en caso de ganar».