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El liderazgo mundial se compite en varios escenarios: el militar ha sido el tradicional, mientras que la economía y la tecnología se volvieron en los últimos años los principales campos de batalla. No obstante, cada vez está surgiendo con más fuerza otro frente en el que las potencias quieren destacarse: la carrera por el cambio climático.
La cumbre de esta
semana ha dejado muchas muestras de ello, pese a que, eso sí, el llamado fue a
la cooperación. El mismo Joe Biden aprovechó el
encuentro para reivindicar el liderazgo de la principal economía en este tema,
y aseguró que “no esperará” al resto.
Asimismo, su secretario de Estado, Antony Blinken,
señaló que “no nos quedará mucho mundo sin un liderazgo más fuerte de
Washington sobre el cambio climático”, y dijo que “es difícil imaginar a EE.
UU. ganando una competencia a largo plazo con China si no podemos liderar la
revolución de la energía renovable. Estamos rezagados”.
La Unión Europea también usó la cumbre para resaltar su liderazgo, y la
presidenta, Ursula von der Leyen, apuntó que se “debería seguir a la UE”.
“Europa quiere ser el primer continente climáticamente neutral. Pero para
salvar el planeta, necesitamos que todas las economías asuman sus
responsabilidades”.
Sumado a esto China pidió más cooperación global y ambición, y Rusia aseguró
que está cumpliendo sus obligaciones climáticas.
“Biden tiene que potenciar a EE. UU. en el liderazgo
de la lucha del cambio climático tras cuatro años en los que Trump cedió mucho
terreno. Parecería que Europa va delante en esa carrera, pero si tomamos en
cuenta no el posicionamiento político, sino el desarrollo tecnológico de
energías renovables, EE. UU. y China son los dos mejor colocados para la
transición”, explica Darynell Rodríguez, profesor de Global and Public Affairs
en IE University.
Además, como agrega Rodríguez, “esta lucha podría generar cambios en el actual
equilibrio de poder internacional, y potencialmente constituirse en una fuente
de inestabilidad”.
Esto porque los países que logren impulsar las fuentes limpias, podrán tomar
parte de la influencia mundial que hoy tienen otras regiones como Medio Oriente
y el petróleo.
MAYORES PLANES
La cumbre dejó avances clave en las promesas contra el
cambio climático, con medidas más ambiciosas y la meta de ser neutros en las
emisiones de carbono a mitad de este siglo.
Entre los principales compromisos se encuentra el plan de Biden de reducir las
emisiones al 2030 entre 50% y 52% frente al nivel de 2005, lo que supone el
doble de lo que prometió en el Acuerdo de París.
Un poco más ambicioso fue el llamado de la UE, que reducuría al menos 55% de
emisiones hasta 2030, pero frente a los niveles de 1990, y lograr la
neutralidad en el 2050 o incluso antes.
Canadá subió su plan de bajar las emisiones 45% esta
década, frente al 30% previo, y Brasil prometió la neutralidad a mitad de siglo
(también Japón y Corea, entre otros), y pidió ayuda con la deforestación. China
prometió esa neutralidad de carbono al 2060.
También Estados Unidos aseguró que duplicará los montos actuales de ayuda para
la lucha en los países en desarrollo, con un horizonte a 2024.
Ante estos planes, Iván Duque reafirmó que aunque Colombia solo supone 0,6% de
las emisiones mundiales, el objetivo es reducir el 51% esas emisiones de cara
al 2030 y también la neutralidad a 2050.
También, mostró la intención de reforestación, con la
meta de sembrar 180 millones de árboles a agosto del 2022, y terminar 2021 con
al menos 120 millones.
Duque planteó la necesidad de impulsar mecanismos de canje de deuda por la
protección del ambiente. Colombia está entre los 20 países más vulnerables por
el cambio climático.
ARGUMETNO ECONÓMICO
Sumado a la necesidad de impulsar estos planes, los líderes también plantearon
los argumentos económicos detrás de la lucha.
Biden, por ejemplo, afirmó ayer que “es una oportunidad para crear millones de
empleos bien pagados en todo el mundo en sectores innovadores”, e incluso crear
puestos que hoy todavía “no se han imaginado”.
El presidente estadounidense puso en valor el plan de
US$2,25 billones que presentó al Congreso, y que tiene un fuerte componente de
inversiones ‘verdes’.
Asimismo, la UE, del plan por la crisis de 750.000 millones de euros, destinará
gran parte a inversión en energías limpias.
Sumado a esto, el FMI pidió imponer un precio al
carbono, que podría ser de US$50 por tonelada para los desarrollados y US$25
los emergentes, lo que incrementaría hasta 4,5% el ingreso fiscal de los
países.
La entidad también dijo que con esta tasa e inversiones sostenibles, impulsaría
“el PIB más de 0,7% por año en los próximos 15 años”, según Kristalina
Georgieva, directora gerente del FMI.
También, el Banco Mundial presentó sus recomendaciones
de inversión en cinco áreas: previsión de desastres, infraestructuras adaptadas
al clima, agricultura, protección de entornos y también del agua. Según el BM,
invertir “US$1,8 billones en esas áreas en los próximos 9 años generaría US$7,1
billones de vuelta”.
También se planteó crecer el parque automotor eléctrico al 50% del total.
Pero también se mencionaron las consecuencias de no cumplir con los objetivos.
Un estudio de Swiss Re indicó que no tomar medidas supondrá una caída de 18%
del PIB mundial a 2050, mientras que el Banco Mundial dijo que entre 32 y 132
millones más de personas pueden caer en la pobreza extrema para 2030.