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IPS
BOGOTÁ – El Plan Energético Nacional que el gobierno de Gustavo Petro presentó en 2022, y que identifica alternativas tecnológicas para la producción y consumo de energía en el país, introdujo, por primera vez, la energía nuclear como una posibilidad para diversificar la matriz energética de Colombia.
«No me pregunto si el país va a tener energía nuclear… la pregunta es cuándo», dice David Andrés Galeano, ingeniero electricista y profesor en la Universidad Nacional y la Universidad de Antioquia, quien lleva casi quince años estudiando e impulsando la energía nuclear en Colombia. «Que va a llegar, va a llegar, es indudable», agrega.
La energía nuclear genera electricidad mediante una reacción en la que el núcleo de un átomo – generalmente de uranio – se divide en núcleos más pequeños, liberando una enorme cantidad de energía en forma de calor. A diferencia de los combustibles fósiles, la energía nuclear no emite gases de efecto invernadero.
«Una sola pastilla de uranio (20 gr de dióxido de uranio) utilizada para generar electricidad equivale a una tonelada de carbón, 480 litros de petróleo, 570 metros cúbicos de gas y 2,5 toneladas de leña», explica Javier Martínez, ingeniero físico colombiano que trabaja en la Comisión Nacional de Energía Atómica de Argentina.
Además, a diferencia de otras energías no convencionales, no depende de las condiciones meteorológicas para funcionar. «Te puedo decir: ‘genera energía solar ya’, y no podrás si no hay sol; o ‘genera energía eólica en este momento’, y no es posible si no está venteando. Con la energía nuclear tengo firmeza porque siempre sé cuándo estará disponible», añade Galeano.
Por todo esto, según el Organismo Internacional de Energía Atómica, «los reactores nucleares (…) son cruciales para lograr los objetivos relacionados con el cambio climático».

Si Colombia logra desarrollar la energía nuclear, podría convertirse en el cuarto país de la región en implementarla, tras Argentina, Brasil y México.
Este avance resulta particularmente significativo considerando que la actual matriz energética del país depende en 75 % de combustibles fósiles y su matriz eléctrica presenta una alta concentración —cerca de 70 %— en generación hidroeléctrica.
Sin embargo, para alcanzar este objetivo, el país debe superar múltiples desafíos, que van desde el desarrollo de un marco regulatorio sólido hasta la formación de profesionales altamente especializados, sin olvidar la crucial obtención de la licencia social.
La apuesta de los pequeños reactores
El Plan Energético Nacional asegura que la apuesta de Colombia debe ser la incorporación gradual de la tecnología de Reactores Modulares Pequeños (SMR).
A través de la instalación de este tipo de reactores a partir de 2035, el plan se traza como meta agregar hasta 1800 megavatios (MW) de energía nuclear para 2052, 75 % de la capacidad instalada de Hidroituango, la central hidroeléctrica con mayor capacidad de generación de energía en el país.
Para Galeano estos pequeños reactores, con una capacidad de hasta 300 MW por unidad, «podrían generar cerca de 50 % de la energía anual que produce la Central hidroeléctrica de Chivor, aunque su capacidad instalada es solo 30 % de la de Chivor que es de 1000 MW.
Esto ocurre, añade, «porque operan más horas al año gracias a su alto factor de planta», una medida que refleja la eficiencia con la que una planta aprovecha su capacidad máxima.
«La modularidad significa que se pueden fabricar componentes en un lugar y luego ensamblarlos en otro sitio, como un Lego, lo que podría reducir costos y tiempos de construcción», destaca Galeano.
Además, estos pequeños reactores «tienen un diseño compacto que permite su instalación en áreas más reducidas», añade.
Por ejemplo, según el sitio oficial de Holtec -empresa dedicada a proveer equipos y sistemas para la industria energética-, el reactor SMR-300 ocupa tres hectáreas, lo que equivale a poco más de dos veces el área de la Plaza de Bolívar de Bogotá.
Además, el calor generado por los reactores podría utilizarse en procesos industriales, dice Camilo Prieto, embajador en Colombia del Instituto Mundial para la Seguridad Nuclear y miembro del Grupo de Investigación de Asuntos Nucleares del Servicio Geológico Colombiano.
Daniel Morales, físico nuclear y profesor de la Universidad de Antioquia, también cree que, aunque emergentes, estos reactores tienen un futuro prometedor para el país. «Yo creo que el paso lógico debe ser por los pequeños reactores modulares», afirma.
«Actualmente, países como Rusia y China han avanzado en la construcción y operación de estos. Argentina también ha iniciado la construcción de su propio reactor modular pequeño, conocido como Carem», agrega Galeano.
Martínez, de la Comisión Nacional de Energía Atómica de Argentina, es más cauteloso. Señala que, aunque es una tecnología prometedora, «le falta mucho por madurar».
En su lugar, resalta que los reactores grandes «están probados en muchos lugares del mundo» y han demostrado su fiabilidad en condiciones extremas, como en Japón o Siberia. Sugiere que, en un país que apenas está entrando a este tipo de energía, sería mejor optar por una tecnología nuclear más consolidada.
Asimismo, un artículo de investigación destaca que las ventajas atribuidas a los reactores modulares pequeños son principalmente aspiracionales y aún no se han materializado.
“El problema es que aún no se han comercializado y entre sus puntos débiles se incluyen el hecho de que producen los mismos residuos nucleares radiactivos que las grandes centrales nucleares, los altos costos de gestión y la necesidad de construir un mayor número de reactores”, señalan los autores.