Por Carlos Villota Santacruz
News Press Service
A menos de un mes del día “D” en la carrera presidencial a la Casa Blanca entre Donald Trump y Joe Biden emerge el espectáculo de la comunicación política, bajo el estereotipo de derecha e izquierda. En el marco de la emergencia sanitaria del Covid-19, la campaña que está por concluir no solo ha sido atípica, sino que pasó a convertirse en un ciber espectáculo con pronóstico reservado, en el final del proceso electoral.
El espectáculo que estamos observado por los medios de comunicación y las redes sociales necesitan de héroes. Tanto el Partido Republicano como Demócrata han hecho de sus candidatos un producto mediático de masificación con el único propósito de obtener la victoria, incluso con debates sin propuestas y ataques directos, que en nada contribuyen a la necesidad que tienen hoy los ciudadanos norteamericanos de escuchar propuestas y mejorar su calidad de vida.
La gran pregunta que surge es: ¿si así es la campaña como será el gobierno del triunfador? En mi calidad de consultor debo recordar a los lectores que la estrategia de comunicación no se agota al finalizar el proceso electoral sino que es imprescindible a la hora de gobernar. Mantener un buen nivel de aprobación pública es un desafío para Trump o para Biden.
Sin ir más lejos, la comunicación política es una herramienta que está en función de las medidas políticas, no es la resolución en sí misma, sino un soporte para la toma de decisiones. En una palabra, gobernar es gobernar y comunicar es comunicar. Gobernar implica comunicar, pero no es lo mismo. Una gestión necesita una buena comunicación, pero la buena comunicación no reemplaza una mala gestión.
El desafío que tiene por delante quién resulte ganador de la elección del mes de noviembre en los Estados Unidos, es reconstruir la política y la sociedad, en medio de una crisis de representatividad. “Es la imagen de la política como actividad humana la que está en riesgo, no sólo la de un sector en particular. Lo que se habla en las calles de New York, Miami o Atlanta es: “basta ya de la política espectáculo. No necesitamos entretenimiento, sino propuestas. La sociedad norteamericana desprendida de cuestiones de gobierno facilita la concepción de la política light. El desafío es comunicar frente a una sociedad en la que las identidades políticas se han diluido sostenidamente, es más heterogénea políticamente, diferenciada socialmente y apática cívicamente.