News Press Service

Por Pablo Parra San Cristobal.-
A Increíble le parecía increíble que lo hubieran bautizado con el increíble nombre de Increíble. Él estaba consciente que no podía revelar su íntimo desespero a persona alguna por más que gozaran de su absoluta confianza ya que el único secreto guardable es el que no se le cuenta a nadie, pero a nadie jamás. Al menos eso enseña la historia que, hoy se sabe, fue la causa que inició más de un conflicto de proporciones.
Su tormento
El tormento de Increíble era tan increíble que estableció una tabla-guía del uno al cinco para medir el posible sarcasmo con el que pronunciaban su nombre quienes se dirigían a él. Y en cuanto a la duración de su pesada carga ésta se prolongó dos veces y media más que la de Jesucristo por lo que muy en su interior se consideraba un santo y, de cierta manera lo fue porque así se comportó con todos los suyos y con todas las personas conocidas y desconocidas por lo que su fallecimiento se transformó en un motivo de pesar colectivo pocas veces visto por esos contornos de gente buena y sencilla.
Tumba sin nombre
Cuando sus tres hijos consternados lo sostuvieron anímicamente para ingresar al más allá solo tuvo una petición que hacerles a sus amados vástagos:
– “Hijos míos: les suplico que no vayan a poner mi nombre en mi tumba”.
La voz cantante del trío que era el del medio quien sabe por qué, le concedió de inmediato el deseo después de cruzar una mirada entre ellos más de compasión que de inteligencia.
Trayectoria
El mausoleo hecho a la medida para el fabuloso y maravilloso progenitor terminó siendo digno de un faraón egipcio, particularmente porque en el frontis central se resumía la trayectoria del personaje homenajeado que descansaba en paz:
- “Aquí yace nuestro esposo, padre y abuelo que durante su existencia todo lo hizo a la perfección. Nosotros sus descendientes somos hombres de bien, profesionales notables y con excelentes posiciones gracias a la guía sabia del ilustre hombre, familiar y ciudadano que él supo ser durante su prolífica y extraordinaria existencia. Nosotros sus descendientes somos hombres de bien, profesionales notables y con excelente posición social y profesional gracias a él”.
Todos aquellos que leían tan magnífico epitafio exclamaban individual y colectivamente sin excepción: ¡Increible!