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Por: Benjamín Losada Posada,
Ph.D. Profesor asociado Universidad La Gran Colombia. Director Veritas Aid, red Latinoamericana de Educación e investigación.
El poder del ferrocarril va ligado al ancestro, a los territorios y su enorme impacto en transporte de carga y pasajeros que aún puede ser mayor gracias a las nuevas tecnologías, que en su conjunto emergen y reivindican la responsabilidad social y su par el desarrollo sostenible.
“La responsabilidad social y el desarrollo sostenible son hoy los ejes de cualquier existencia. Con certeza se puede afirmar que quien no asume un compromiso frente a la vida se niega en su esencia…pues finalmente cada uno tiene su propio derecho al buen vivir o al vivir bien que comienza por el autocuidado y el cuidado por el planeta rememorando a Huanacuni (2010), citado por el suscrito en su obra del mismo nombre en el 2017.
Esta poderosa máquina va de la mano con las alternativas transdisciplinarias para los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de Naciones Unidas 2030 que cada día cobra mayor vigencia. Valga la reflexión formulada en el 2022 en el libro Desarrollo Sostenible impreso por la Universidad La Gran Colombia: con las “soluciones transdisciplinarias que se dan en tiempos recientes a problemas complejos…entendiendo que lo unidisciplinar y multidisciplinar se conjugan para encontrar su idioma común en lo transdisciplinar, según lo esbozaba a profundidad Piaget (1970)”.
En efecto, más allá del tema puntual de la ingeniería está en juego la movilización de mercancías y gentes con el impacto demoledor que tienen las distancias y como acortarlas en las emociones y sentimientos del homo sapiens sapiens.
Marco Tulio Calderón (2023) esboza que “ferrocarril pionero fue el de Panamá, contagioso éxito llevado a efecto entre 1850 y 1855 con capital privado estadounidense. En 1869 se iniciaron las obras en dos líneas férreas, la primera la del Ferrocarril de Bolívar (Barranquilla), seguido por el de Cúcuta, así el territorio estaría cruzado por el laberinto de los paralelos metálicos que, a su peso, ensancharon la industria férrea y abrieron polos de desarrollo del sector primario de la economía en zonas por las que atravesaría el poderoso “caballo de hierro” e ideados los ferrocarriles de Antioquia, Pacífico, Santa Marta, Tolima, Cundinamarca, La Dorada, Sabana y Girardot”
El tren como lo significa Calderón siempre es símbolo de progreso y para las nuevas generaciones van quedando las icónicas estaciones de la Sabana y de Usaquén en Bogotá que dan vida a Regiotran el gran proyecto que involucra al Distrito Capital y los departamentos del centro de Colombia para hacer frente a la demanda de transporte con calidades mínimas de hoy. El suscrito no se extiende en otras estaciones por cuanto lo que se avizora no solo con Regiotran sino con diferentes proyectos es construir sobre lo construido.
Al respecto Valora Analitik (2023) recoge criterios del gobierno Petro: “el megaproyecto con el que se revivirán los ferrocarriles en Colombia será el que cubre el trayecto La Dorada – Chiriguaná. La ANI publicó los prepliegos del proceso de obra pública para este corredor, mientras se adjudica el megaproyecto de asociación público – privada (APP). En este se prevé una inversión que supera los $76.000 millones, que incluye el control y mantenimiento de las locomotoras que actualmente se encuentran operativas”.
Se trata de una realidad que saca a los poéticos ferrocarriles del ensueño y de recuperarlos para sus utilidades de carga y pasajeros
Gerney Ríos González, señalaba (1989) en El Integrador Andino, “unir el interior del país con el océano Pacífico por la vía de Chaparral-Tolima al Valle del Cauca, anhelo tan secular como la presencia de los primeros pobladores de la región, que recorrieron por siglos un sendero paralelo al rio Dagua hacia el puerto de Buenaventura, vertiente empleada en algunos tramos para una peligrosa navegación en pequeñas embarcaciones. Por las mismas trochas de los aborígenes caminaron los conquistadores Andagoya y Belalcázar”
En otra de sus obras Ríos González (2001) recuerda como “los talleres de Chipichape, cerca de Cali sirvieron al mantenimiento de los equipos durante lustros, y fueron escuela de mecánica y administración ferroviaria para personal de la empresa.
En el artículo titulado, Viaje de Ilusiones, el mayor del Ejército, Adolfo León Donado Muñoz, escribe que, “En el baúl de los recuerdos encontré las ediciones 2, 3 y 4 del tabloide Ecos del Mac”. A renglón seguido destaca, “en la segunda edición, mes de abril de 1975 del periódico en mención, leí una nota titulada a seis columnas, Trenes en Cuidados Intensivos, donde Gerney Ríos sostenía, “este será uno de los últimos viajes en los cuales tendré el privilegio de montar en tren…” y acotaba, “…Los intereses de unos pocos destruirán, lo construido y Colombia será una de las cinco naciones en el mundo, sin empresas ferroviarias”. Dicho y hecho.
En los especiales de la Cadena Súper (1999-2000), el comunicador social y administrador logístico, Fred Emiro Núñez Cruz, evocaba en su espléndida voz: “viajar en tren representó para muchos sus primeros asomos de rebeldía…un promisorio pasado por rieles y sonidos de esta imponente máquina de hierro y acero…En esos tiempos con Gerney Ríos, Benjamín Losada, Antonio Valencia, Néstor Cardona y Gustavo Pérez Ángel trazamos un pensamiento…”.