News Press Service
Por Gerney Ríos González
Frente a la paralización que adelantan los escritores-guionistas de los programas de televisión en Hollywood con graves pérdidas económicas para las compañías productoras de documentales reales o de ficción, la pregunta surgida, es si éstos huelguistas profesionales tienen afinidad con el periodismo universal, con los literatos europeos o indoamericanos, si la creación literaria aúna parentescos con las noticias y los columnistas de los diarios.
Los escritores -guionistas en la meca del cinematógrafo, alegan para justificar la parálisis de la producción, los bajos salarios y otras prestaciones sociales entre las cuales la salud y se agrupan para las marchas de protesta en su sindicato WGA y la Asociación de Productores de Cine y Televisión AMTP que no llegaron a un acuerdo en las iniciales negociaciones.
Recordemos que una huelga de escritores-guionistas se desarrolló en 2007 con 100 días de paro y costó a la industria del cine 2.222 millones de dólares; de paso, el “movimiento” creó la llamada “telerrealidad” que dejó de lado los guiones. Los observadores sostienen que la actual situación afectará sin duda las “parrillas” televisivas de Estados Unidos, el programa late nights, y comedias de situación ya sufren los golpes y se teme lesionará a prime time.
Para entonces, las cadenas de TV adoptaron los reestrenos para enfrentar la protesta y programaron la realidad del caso uncrispted, superando audiencias; nació pues la telerrealidad que creció afectando a los escritores-guionistas en paro. También se habla que los televidentes no tenían más que ver reposiciones como alternativa salvadora y aparecieron los coaching asesorando a mentores y los documentales para llenar los vacíos producidos por la huelga. Hoy parece repetirse para frenar la inconformidad gremial de los escritores de cine.
Volvemos al parentesco que podría existir entre esa organización y el periodismo, para recordar que en Colombia la Ley 51 de 1975, iniciativa de los comunicadores Hernán Gallego, fundador de la Asociación Colombiana de Periodistas y Manuel Cepeda Vargas del Colegio Nacional de Periodistas, fue extinguida por obra de la Corte Constitucional que falló en contra afirmando en sentencia jurídica que “el periodismo no es una profesión sino un oficio”; con lo cual degradó estructuralmente a los trabajadores del supuesto Cuarto Poder, cómo se conocía entonces a la prensa, arrodillada ante los poderes de gobiernos complacientes, esta última de la cual apenas subsisten algunos periódicos ” salsipuedes” que con inimaginables obstáculos financieros continuaron en la agonía por incumplimiento del artículo 73 de la Constitución Política que ordena ampararlos para informar sin censura: “La actividad periodística gozará de protección para garantizar su libertad e independencia profesional”.
Evocar que, Manuel Cepeda Vargas, aplicó sus conocimientos de derecho en la Universidad del Cauca, con la motivación de la asociatividad puesta de manifiesto en las revistas Documentos y Políticas y Problemas de la Paz y el Socialismo. En equipo con Faustino García Cáceres a través del Colegio Nacional de Periodistas fueron constructores de comunicadores al servicio de los intereses del pueblo, la verdad y de la causa. Siempre referenciaron a los periodistas-escritores que lucharon por la profesión: Julius Fucik, checoslovaco; John Reed, norteamericano; Pablo de la Torriente Brau, puertorriqueño; José Julián Martí Pérez, cubano y Jorge Zalamea Borda, bogotano. Cepeda en su recorrido por el norte del Tolima y Caldas estuvo acompañado por mi padre Octavio Ríos, con el periódico Voz, llevando mensajes de igualdad.
La lucha continúa, el legado Cepeda&García, lo hemos asumido con Benjamín Losada Posada, Luis Ángel Carmona Fitzgerald, Fred Emiro Núñez Cruz, Carlos Arturo Salazar directivos de la Asociación de Comunicadores Sociales; Antonio Valencia Salazar, Pablo Parra San Cristóbal, Omar Iván Vargas Ballén y Víctor Hugo Lucero Montenegro, presidente del Circulo de Periodistas de Bogotá, fundamentado en los valores y la dignidad basada en la libertad de prensa y expresión, comprometidos con los intereses de las comunidades, el deber social, la ética, el lenguaje a utilizar y diferenciar entre la gran prensa al servicio de intereses del capital y los históricos periódicos, con posiciones democráticas.
Pues bien, se cayó la Ley 51 de 1975 del siglo anterior y los artífices de tamaño descalabro social lo fueron Carlos Gaviria a quien se tildaba de socialista de avanzada y Vladimiro Naranjo, magistrados que oficialmente plantearon su tesis que “el periodismo es un oficio, no una profesión”; periodistas estructurados, de vocación y tradición quedaron en el aire sin protección social, ocasión aprovechada por la “gran prensa” para contratar mano de obra barata para sus plantas de redacción.
De paso y frente a la circunstancia planteada por los escritores-guionistas de la televisión estadounidense, parientes del periodismo pues escriben a diario, señalar que unos y otros se concatenan en la narración, la forma de contar, de relatar las historias en el tiempo en su orden natural, con el criterio de escribir, enlazadas en aristas de perspectivas y complejidades.
El escritor se dirige a un público universal, el periodista a seguidores generalmente constantes. En un símil con un atleta competitivo, el escritor es de largo aliento, el periodista de velocidad pura, el equivalente a un ciclista en el velódromo frente a uno en carreras por etapas. El escritor no tiene límites de espacio y tiempo, el periodista está condicionado por la actualidad, espacio-temporal.
Escritor y periodista, contextualizan e informan en un despertar de conciencias, además, entretienen, deleitan, cuentan hechos e historias; compenetrados con el costumbrismo, el ensayo, el humor, la ironía y la narrativa; recolectan, sintetizan, publican, socializan e interpretan sucesos, acciones, acontecimientos, hazañas, catástrofes del presente, pasado y futuro. Están en la dinámica, verba volan, scripta manent, las palabras vuelan, lo escrito queda. Profesiones de alto riesgo.
En Colombia tenemos periodistas asesinados, torturados, presionados e intimidados. 44 periodistas amenazados y 22 acosados a mayo de 2023; 18 han tenido obstrucciones en el acceso a la información, 17 acosados judicialmente y 15 han sufrido afrentas. En Bogotá 33 amedrantados y en Medellín 20. El ejercicio del periodismo es uno de los pendientes en el país. La Declaración de Chapultec “ratifica entre sus principios que la libertad de prensa es un derecho inalienable, que no se debe restringir el derecho a buscar y recibir información y que no se debe sancionar a ningún medio que difunda verdad o critique al poder público”.
Recordamos también que para suplir la ausencia de la Ley 51, el Senado discutió un proyecto, el 18 sobre prensa, que fue aprobado, pero no sancionado por el presidente de la época, Álvaro Uribe Vélez. La oficina jurídica de la Casa de Nariño conceptuó que al documento le faltaban tres artículos por lo menos sobre seguridad social para proteger al profesional del periodismo y su familia… no se volvió a presentar al Congreso una iniciativa nueva sobre el asunto. El periodista colombiano es pues un trabajador de oficio, no profesional, igual al pintor de brocha gorda, el lustrabotas, carpintero, ebanista, colchonero, caradura o reciclador de basura. “¡Qué falta de respeto, qué atropello a la razón! Cualquiera es…”.
Extraño que magistrados de la alta corte que falló en contra de los periodistas amparados por la Ley 51, hubieran desconocido los alcances de la norma constitucional que establece los derechos adquiridos y no hallan advertido que los efectos de ese fallo son a partir de su ejecutoria, sin que tengan ningún efecto retroactivo, lo que en interpretación de lógica jurídica deja con plenos efectos de orden legal la calidad de Periodista Profesional a todos quienes adquirieron esa condición, bajo el imperio de la Ley 51. La condición que no se revoca expresamente, queda surtiendo plenos efectos.