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(CNN) — El jefe del grupo mercenario Wagner, Yevegeny Prigozhin, se extralimitó y perdió.
Su insurrección, impulsada por la arrogancia, fracasó por una combinación de ambición desmedida y su incapacidad para interpretar correctamente lo que ocurre en el círculo íntimo de Putin, del que formaba parte.
Como me dijo un residente informado de Moscú, «el sistema no estaba preparado para el cambio radical» que él quería.
Cuando recogió sus tanques el sábado y abandonó el cuartel general del ejército ruso en Rostov del Don, sus simpatizantes se apresuraron a darle las gracias.
Sus tropas, curtidas en mil batallas, como actores veteranos tras una larga y tensa representación de 24 horas, se despidieron de un público que parecía adorarlas.
Nunca sabremos si todo fue teatro, pero en la mente de Prigozhin el viernes por la noche, cuando llamó a sus fuerzas armadas a la acción en las calles de Rusia y no de Ucrania, había llegado el momento de que él ocupara el escenario principal.
Durante semanas, incluso meses, había estado señalando que la guerra de Rusia en Ucrania la ordenaba mal e innecesariamente una élite a la que no podía importarle menos cuántas vidas rusas se perdían.
Su mensaje impactó con facilidad entre los rusos que entienden que Putin y su camarilla mienten habitualmente y lo toleran solo mientras su líder sea fuerte y ellos disfruten de estabilidad.
Es un pacto forjado a lo largo de generaciones: la resistencia a la dictadura es fútil, solo hay que agachar la cabeza y sobrevivir.
La enemistad sale a la luz
Durante meses, Prigozhin ha llamado la atención con sus desplantes carismáticos y cuidadosamente coreografiados desde la primera línea de Bakhmut, donde sus combatientes morían por centenares para que Putin pudiera reclamar una pequeña ventaja en su lenta guerra en Ucrania.
Para muchos, Prigozhin parecía valiente. No se había visto a ningún general ruso acercarse tanto al peligro.
Prigozhin afirmó que otro miembro del círculo de confianza de Putin, el ministro de Defensa de Rusia, Sergey Shoigu, estaba privando de munición a sus tropas.
El evidente odio del jefe de Wagner hacia Shoigu se había convertido en una enconada guerra territorial sobre quién controlaría al Grupo Wagner. Lo que estaba en juego eran las inmensas empresas para hacer dinero que Prigozhin había desarrollado y poseía para el Kremlin en África y más allá.
Putin, cuyo férreo gobierno se basa hasta ahora en la manipulación de los intereses de su círculo íntimo para mantenerlos a raya, debería haber terminado con la disputa antes.
Lo que la opinión pública rusa estaba escuchando de Prigozhin, sobre lo mal que iba la guerra, era peligroso para Putin. Las periódicas diatribas del renegado jefe mercenario sobre una cúpula militar desgastada y mentirosa eran semillas de disidencia que caían en suelo fértil.
El error de cálculo de Prigozhin fue su evaluación de cuán fértil era ese suelo, o más específicamente qué partes no lo eran.
Su mensaje no solo había ido ganando adeptos entre la opinión pública, sino también entre los altos mandos militares. A finales de abril, reclutó al viceministro de Defensa, Mikhail Mizintsev, directamente del Kremlin.
Otro alto cargo de Defensa, Sergey Surovkin, que el año pasado estuvo durante un tiempo a cargo de la guerra de Rusia en Ucrania, era uno de los favoritos de Prigozhin. «Es la única persona con la estrella de General del Ejército que sabe luchar», dijo Prigozhin, en el punto máximo de su pugna con el Ministerio de Defensa en Moscú.
Según se rumora, el respeto era recíproco.
Al mismo tiempo, el líder checheno Ramzan Kadyrov, poderoso y vital aliado de Putin, se deshizo en elogios hacia las tropas de Prigozhin. «El Grupo Wagner tiene gente muy buena, valiente, necesaria», dijo Kadyrov.
Mientras Prigozhin amenazaba con retirar sus fuerzas del frente, Kadyrov intentaba mediar. «Si se quedan con nosotros», dijo Kadyrov, «les prometo que les daremos más, crearemos mejores condiciones, de las que tienen hoy. Intentaremos que todo sea de primera para ustedes».
A las 9 de la noche del viernes, Prigozhin afirmó haberse reunido con Shoigu. Aún se desconoce de qué hablaron.
Shoigu se marchó abruptamente. Horas después, Prigozhin dijo que no se movería hasta que Shoigu volviera para hablar, y mientras tanto dijo que había enviado una fuerza de combate a Moscú.
Prigozhin «traicionero»
A última hora de la mañana del sábado, mientras Prigozhin seguía atrincherado en el cuartel general militar ruso de Rostov del Don, Kadyrov jugó a ser rey: «Lo que está ocurriendo no es un ultimátum al Ministerio de Defensa. Es un desafío al Estado, y contra este desafío es necesario unirse en torno al líder nacional», declaró.
Calificó a Prigozhin de «traidor» y dijo que enviaría a sus fuerzas especiales a derrotar al jefe mercenario. Los muros se estaban cerrando.
Cualquier idea de que Prigozhin pudiera unir a los generales del Ejército ruso a su causa también se estaba evaporando. Horas antes, Surovkin, el único general al que apreciaba, publicó un mensaje de video en el que le decía que «se detuviera» y que «obedeciera la voluntad» del presidente Vladimir Putin.
Enfrentado a un Álamo en potencia, Prigozhin pareció negociar su salida el sábado por la tarde, o al menos eso creyó.
Prigozhin afirmó que había suspendido su marcha sobre Moscú para evitar derramar «la sangre rusa», pero la realidad era que se jugaba el cuello.
Putin, famoso por premiar la lealtad y castigar a los desleales, había acusado horas antes a Prigozhin de «traición» y «rebelión armada». Ahora, se escondía tras una hoja de parra diplomática, permitiendo que su débil vecino bielorruso y suplicante, el presidente Alexander Lukashenko, anunciara una amnistía y santuario para Prigozhin.
Pero este lunes, esa amnistía parecía haberse evaporado. Los medios de comunicación estatales rusos afirmaron que no se habían retirado los cargos contra Prigozhin, y dado que Belarús es un cliente debilitado de Rusia, seguramente puede ofrecer poca seguridad a Prigozhin.
Si al jefe de Wagner le queda algo de influencia, es en sus turbios negocios con diamantes, oro y otros productos con clientes del Kremlin que ayudó a reclutar en Mali, República Centroafricana, Sudán y Libia.
Este tipo de moneda rara vez mantiene su valor durante mucho tiempo.
El mundo de Prigozhin es ahora un lugar mucho más pequeño y peligroso, pero Putin no puede sentirse muy satisfecho, ya que su imperio está en su momento más frágil desde que consolidó su poder a partir de un grupo de oligarcas totalmente diferente hace dos décadas.