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IPS
RÍO DE JANEIRO – El bloqueo de centenares de carreteras y multitudes para reclamar un golpe de Estado delante de los cuarteles no nublaron el clima democrático y la buena repercusión internacional de la elección de Luiz Inácio Lula da Silva como presidente de Brasil por tercera vez.
Un solo gesto lo atestigua: Noruega anunció la reanudación de sus aportes al Fondo Amazonia, tras oficializarse el triunfo del exgobernante. Supone la disponibilidad 483 millones de dólares destinados a contener la deforestación y a financiar el desarrollo sustentable de la región.
El país nórdico suspendió sus donaciones en 2019, cuando el entonces ministro del Medio Ambiente, Ricardo Salles, intentó imponer cambios en la gestión del Fondo, creado 11 años antes, cuando Lula era presidente (2003-2010).
El ministro del gobierno presidido desde ese año por el ultraderechista Jair Bolsonaro se volvió famoso por desmantelar las políticas y agencias ambientales de Brasil, durante su gestión de enero de 2019 a junio de 2021, cuando fue destituido, tras involucrarse en un escándalo de corrupción y exportación de madera ilegal.
Alemania, que contribuye con sumas menores, secundó a Noruega en la interrupción y ahora en la decisión de reactivar el Fondo bajo el futuro gobierno de Lula, que volverá al palacio presidencial de Planalto el 1 de enero.
Decenas de mandatarios se apresuraron a saludar, la misma noche electoral del domingo 30, el retorno de Lula a la presidencia, poniendo fin al aislamiento internacional del país, provocado por el gobierno de Bolsonaro, quien solo se acercó a sus pares ideológicos, como el expresidente Donald Trump (Estados Unido)s, y los aún presidentes Victor Orbán (Hungría) y Vladimir Putin (Rusia).
Fue en el área externa donde se produjo el vuelco más inmediato, luego de conocido el resultado de las elecciones.
Protagonismo ambiental
Lula será protagonista de la 27 Conferencia de las Partes (COP27) sobre el cambio climático, que tendrá lugar del 6 al 18 de noviembre en Sharm el Sheij, una ciudad turística de Egipto. Su participación deberá ocurrir en la semana final de la cumbre.
Usualmente concurren a esta cumbre anual buena parte de los jefes de Estado y de gobierno de las principales 196 Partes, pero casi seguramente no participará en ella Bolsonaro, criticado como un negacionista del cambio climático y de las ciencias en general, tal como evidenció con la pandemia de covid-19 y las vacunas para contener el virus.
El presidente electo, en cambio, representa el retorno del papel activo de Brasil como protagonista en la busca de soluciones para la crisis climática y otros temas ambientales del planeta, como el de la biodiversidad.
Dueño de la mayor biodiversidad del mundo y de una matriz energética entre las más renovables, Brasil es clave para la cuestión climática por tener en su territorio cerca de 60 % del bioma amazónico, cuya deforestación creció aceleradamente bajo el gobierno de Bolsonaro y amenaza el clima planetario.
La Amazonia tiene los más extensos bosques tropicales del mundo, que retienen gran cantidad del dióxido de carbono y siguen absorbiendo ese gas. Su deforestación responde por la mayor parte de los gases del efecto invernadero emitidos por Brasil.
Los científicos temen que el bioma esté se acercando el punto de no retorno, cuando dejaría de autosostenerse para pasar a un círculo vicioso de pérdida forestal y convertirse en una inmensa sabana.
Estiman ese punto entre 20 % y 25 % de deforestación. Ya se perdió por lo menos 17 % y no se conoce bien la extensión y el papel del área degradada.
Además de Lula, Brasil tendrá en la COP27 a una de sus aliadas electorales, Marina Silva, exministra de Medio Ambiente durante el gobierno de Lula y que puso en marcha un plan que redujo 83 % de la deforestación amazónica entre 2004 y 2012.
Paria internacional
Con el saliente Bolsonaro se perdió buena parte de esa reducción, la deforestación amazónica prácticamente se duplicó durante su gobierno. De los 7536 kilómetros cuadrados en 2018, año anterior al inicio del gobierno, subió a 13 038 kilómetros cuadrados en 2021 y siguió aumentando este año.
Ese desastre de su política antiambiental fue el principal factor de la conversión de Brasil en un paria mundial. Además del Fondo Amazonia, perdió inversiones extranjeras y enfrenta crecientes restricciones, especialmente de Europa, a sus exportaciones de productos como la soja, que avanzan en tierras amazónicas.
Esa percepción empezó a cambiar con el triunfo electoral de Lula, de cuyo gobierno se espera un vuelco total en la política ambiental, incluso porque debe contar con la participación de la exministra Silva, un símbolo de las luchas ambientales brasileñas.
Brasil deberá recuperar así muchas inversiones antes reticentes, también a causa de la falta de credibilidad de Bolsonaro, por sus políticas erráticas o netamente dañosas, como la desastrosa gestión de la pandemia de covid, que ocasionó más de 688.000 muertos en este país de 215 millones de personas.
Además del alivio y la esperanza en un Brasil reconciliado con la democracia, el país ya vive una atmósfera de distensión y diálogo en el mundo político, a pesar de los intentos de rebelión de los bolsonaristas.
Empezó el jueves 3 de noviembre el diálogo de transición gubernamental entre el equipo de Lula, conducido por el vicepresidente electo, el conservador Geraldo Alckmin, del centrista Partido Socialista Brasileño, y ministros del gobierno saliente.
Asimismo las negociaciones para la aprobación legislativa de medidas urgentes y necesarias a la próxima gestión.
Adaptaciones en el presupuesto son indispensables, por ejemplo, para que Lula cumpla sus promesas de ampliar la transferencia de renta a 21 millones de familias pobres, aumentar el salario mínimo y recuperar programas como el de alimentación escolar y de distribución gratuita de algunos medicamentos.
El mismo Bolsonaro, que antes se refería a Lula y sus adeptos como “ladrones” y enemigos a destruir, se dispuso a facilitar el traspaso de mando. El miércoles 2 de noviembre llamó finalmente a sus partidarios a suspender el bloqueo de carreteras, tres días después de comenzar el torbellino en arterias importantes de este extenso país.
Turbulencias
En consecuencia la Policía Rodoviária (Vial) Federal pudo informar la noche del día siguiente que solo 24 puntos viales seguían parcialmente obstruidos en las regiones Centro-oeste y Norte.
Ya se había desbaratado 936 bloqueos provocados en todo el país desde que se conoció la derrota de Bolsonaro en la segunda vuelta electoral del domingo 30.
En algunos casos, algunos camiones bloqueaban totalmente las carreteras. A los camioneros bolsonaristas se unieron activistas locales, en protestas contra supuestos fraudes electorales y llamados a una intervención militar contra la investidura de un gobierno de izquierda.
Esos actos ilegales impidieron decenas de miles de viajes por autobuses o aviones, se perdieron muchos alimentos y otros productos perecederos, enfermos y medicamentos no llegaron a los hospitales.
Además el miércoles 2, feriado nacional, los extremistas de la derecha se dirigieron directamente a los cuarteles para demandar un golpe militar. Miles de bolsonaristas se congregaron en Brasilia, São Paulo y Río de Janeiro, mientras otros pequeños grupos lo hicieron en por lo menos otras 20 capitales de estados.
Esas manifestaciones, pese a la gravedad de sus planteamientos, pasaron casi inadvertidas por la opinión pública, ante el nuevo ambiente de convivencia entre adversarios políticos.
Lula apunta a un gobierno de amplia coalición democrática, con 10 partidos a los cuales se están sumando otros.
Lo indicó desde el inicio a tener en su fórmula el vicepresidente Alckmin, su adversario en las elecciones de 2006, exdirigente del también centrista Partido de la Socialdemocracia Brasileña, que desde 1994 se confrontaba con su Partido de los Trabajadores, de izquierda.
El esfuerzo de amplios sectores unidos en la defensa de la democracia tiene como objetivo convertir en pasado a Bolsonaro lo antes posible. Y evitar así que siga como el Trump tropical, como se le ha apodado en el escenario mundial.