Por MG JUAN SALCEDO LORA
Bogotá. News Press Service. Entre las frases españolas usadas ante la repetición de tragedias, acontecimientos lamentables, desgracias, sucesos que se repiten que no cambian, usan “llover sobre lo mojado”. Hay invierno en el país y las lluvias aumentarán sus frecuencias, luego seguirá “lloviendo sobre lo mojado”. Por allá en noviembre de 2019 las fuerzas militares bombardearon un campamento guerrillero y se constató que perecieron unos niños. Marzo de 2021, con invierno activo el bombardeo contra un reducto guerrillero produjo la muerte de varios niños.
Hoy como ayer y como seguirá sucediendo en el futuro, habrá nuevos bombardeos, toda vez que estamos en un conflicto armado interno, que disque lo habían acabado con el proceso de La Habana. Error de concepción con doble celebración, una con bombos y platillos, playa, brisa y mar en Cartagena, un plebiscito inoficioso, ineficaz y ganado por quienes lo perdieron, otra celebración en el tetro Colón, con menos bombos y platillos.
Del primer bombardeo, además de los niños fallecidos, cayó también un ministro de defensa, víctima de las artimañas de Roy Barreras y sus amigos atrincherados también, sin armas, pero con ganas de tomarlas. Si el jefe del ejecutivo se hubiera permitido hacer un esfuerzo de clarificación ante la opinión pública, combatiendo y desmontado, como era posible, cada punto del rosario de mentiras de Roy Barreras, Gustavo Petro, Griselda Lobo, Angélica Lozano, y otros acusadores, habrían sido desenmascarados y aislados. Pues lo que ellos presentaron como una “masacre con niños” fue, en realidad, un acto más de la política abyecta de las FARC de usar escudos humanos-infantiles en sus operativos y campamentos.
Cabe anotar, como los sostuve una vez,[1] fue una “operación militar de bombardeo, misma herramienta táctica, que durante el gobierno Santos fue suspendido inexplicablemente. Nada que hacer, nada que decir, era el reinado de la paz y todo cuanto se dijera debía aceptarse como dogma de fe, sin rechistar, hablo de civiles, porque el militar recibe órdenes y estas se cumplen o la milicia se acaba. Los civiles o militares en retiro que osaron criticar la medida pasaron a la lista de “enemigos de la paz”, es decir el 49% de la opinión nacional.”
El bombardeo no es una operación común y corriente, es cosa seria, que encierra en su especie riesgos y en veces daño colaterales para la población civil. Cuando un comando superior, en sus análisis y apreciaciones continuas encuentran blancos de valor, revisan en el inventario la forma de actuar, atacar ese blanco de especial valor y allá, en poder del alto mando se encuentra siempre listo, siempre disponible el bombardeo a cargo de los medios aéreos disponibles, bajo el control y autorización exclusiva del Comando General de las Fuerzas Militares.
Así se hizo, una vez el 29 agosto de 2019, vereda Candilejas, San Vicente del Caguán y así se repitió hace unos días, al presentarse situaciones que ameritaban la operación de bombardeo, se cursaron los requerimientos preestablecidos, contra un blanco de esos que la comunidad está pidiendo actuación a diario, los grupos disidentes de las antiguas Farc, o sus similares las bandas criminales, todas alimentándose del narcotráfico. No se improvisó, no se dudó, son mandos responsables que saben los riesgos que se corren y los experimentados pilotos de la FAC, tienen la autonomía y el aprendizaje para abortar el bombardeo cuando aprecien que existe la mínima posibilidad de afectar población civil o instalaciones que pueden llegar a producir efectos graves contra la población o sus recursos.
De nada sirvió que la primera vez se demostrara por Noticiascaracol.com, y otros medios que los menores estaban siendo abusadas por los antisociales disidentes, quienes las habían reclutado y que la niña más pequeña, de 13 años, era obligada a planificar de manera forzosa; que, según la autoridad local, “tres de las menores de edad muertas en el bombardeo al campamento eran campesinas reclutadas por disidentes de las FARC”, de nada valió, lo dijeron los mandos, las autoridades locales y los medios, pero los inquisidores tradicionales, saciaron sus ansias publicitarias o electoreras para lanzar acusaciones infundadas, acorralar a un buen hombre, a la sazón ministro de defensa, confundirlo hasta renunciar al cargo. Muchos añorábamos a los ministros de defensa, militares de alto rango que antes por el contrario aplastaban a los de siempre, cuando el nombre de las instituciones armadas estaba en juego. De nada sirvió tampoco que la ONU les mostrara que los principales autores de reclutamiento fueron las disidencias de las Farc, con al menos 82 niños, seguidos por el Eln, con 69, y el ‘clan del Golfo’, con 12 casos.
El Comandante de las Fuerzas Militares general Luis Fernando Navarro aclaró “No fue una operación contra menores de edad, fue una operación contra el cabecilla del GAO residual séptimo, alias ‘Gildardo’ o ‘el Cucho’. El alto oficial insistió en el operativo militar se realizó siguiendo los parámetros y protocolos que rige la doctrina militar colombiana. Cobró valor el artículo de la prestigiosa periodista, María Isabel Rueda[2] quién dejó ver que detrás de la caída del ministro Guillermo Botero había una gran trampa del senador Roy Barreras, quién como hábil orador y hombre inteligente, se ganó el debate con esta frase: “Usted, ministro Botero, bombardeó a nueve menores, y luego se lo ocultó al país”. “No es cierto que el ministro haya “bombardeado” a nueve menores. Sus hombres de la FAC bombardearon un campamento militar. En él había reclutados 9 menores, lo que no es exactamente lo mismo. El que los reclutó, lo más probable forzadamente, y que logró ser dado de baja, era alias Cucho, peligroso disidente de las Farc”.
Llueve sobre lo mojado y en pleno invierno. La controversia política por bombardeo del Guaviare revive las imágenes del bombardeo del 29 agosto 2019, en la vereda Candilejas, San Vicente del Caguán y despierta como ese, las iras y venires de tirios y troyanos. Se provoca como sin querer, pero queriendo, primero que todo confusión, para esperar que esas bolas de nieve produzcan ataques contra las fuerzas militares y ojalá el rodar de cabezas de mandos, como en el primer caso, y especialmente la cabeza del ministro Diego Molano. León Valencia, por ejemplo, dijo que era una infamia “cubrir un crimen de guerra” cuando los menores reclutados a la fuerza por los grupos armados ilegales el ministro los llama “máquinas de guerra”.
El Comité Internacional de la Cruz Roja[3] dice “Hoy, los niños siguen siendo considerados como pequeños adultos, y están con frecuencia a merced de una sociedad o de un medio no siempre dispuesto a asignarles el estatuto que les corresponde: el de futuros adultos… alejados del entorno habitual, incluso los que logran escapar no tienen certeza alguna de lo que el destino les depara a ellos y a sus familiares… en 1999, con motivo del 50º aniversario de los Convenios de Ginebra, el CICR hizo una encuesta de gran envergadura entre combatientes y
víctimas de las guerras. Algunos de los encuestados hablaron de sus experiencias como niños soldados. Los testimonios ponen de relieve la falta de madurez que induce a los niños a cometer actos inconsiderados y los graves traumas que a menudo arrastran durante el resto de sus vidas. Un profesor afgano hablaba de la «cultura del Kalashnikov» y un civil somalí explicaba que los niños en ese momento sólo entendían un lenguaje, el de la sangre derramada. Un soldado somalí declaró que los niños soldados no eran sólo víctimas, pues recurrían al uso de una fuerza excesiva, disparaban de modo indiscriminado y, con demasiada frecuencia, no eran conscientes de sus actos ni del sufrimiento que infligían”.
Alguien desconoce que en la guerrilla obligan a un niño a realizar contra otros niños, el asesinato a sangre fría, que así lo convierten en máquina de guerra. Cuando alguien a tan tierna edad asesina, algo se rompe en su interior, no vuelve a ser el mismo de antes, porque lo han convertido en una “máquina de guerra”, el daño es irreparable, ¿se acuerdan las edades de los niños incorporados por los carteles del narcotráficos para asesinar a las víctimas? – tomaban a los niños y los convertían en “máquinas de guerra”, tal como lo hacen las guerrillas o las bandas criminales que pululan en el país.
Si faltara información, Ximena
Pachón al iniciar su tesis “La infancia perdida en
Colombia: los menores en la guerra”[4]
refiere que “A pesar del boom de noticias que desde la
década del 90 vienen publicando los medios de comunicación, no es mucho lo que
conocemos sobre una realidad social que en Colombia adquiere unas dimensiones
dramáticas: el niño soldado. Si bien Colombia es un país que se ha
caracterizado por su larga historia de conflictos, sobre los cuales ha corrido
mucha tinta y han sido objeto de escrutinio político y académico, la
participación de los niños y las niñas al igual que los jóvenes en ellos,
amerita una mayor atención. En América Latina los niños soldados han estado
presentes en las luchas de Colombia, Ecuador, El Salvador, Guatemala,
México, Nicaragua, Paraguay y Perú, pero las cifras más alarmantes que se han
reportado se encuentran en Colombia, donde no menos de 13.000 niños se han
desempeñado en los últimos años como soldados, lo que significa que uno de cada
cuatro combatientes irregulares es menor de edad. Ellos han estado presentes
tanto del lado rebelde, en las FARC-EP y en ELN, al igual que con grupos
paramilitares derechistas como la Autodefensa Unidas de Colombia, AUC. Se
calcula que por lo menos dos tercios de estos niños guerreros tiene menos de 15
años de edad, y los más jóvenes reclutados tienen tan solo siete años1”.
[1] Juan Salcedo Lora, artículo “Contra Mindefensa y las FFMM todos a una”, 7 de noviembre de 2019
[2] María Isabel Rueda, “Cuando se disipa el humo”, el Tiempo 09 de noviembre 2019
[3] Los Niños en la Guerrawww.icrc.org › 0821_cicr_ninos_en_la_guerra, ÍNDICE – 2004. • La carpeta de información «Los niños en la guerra» contiene fichas técnicas, que se actualizan con regularidad. La carpeta está disponible en 74 páginas índice – 2004
[4] La infancia perdida en Colombia: los menores en la guerra. Ximena Pachón C. Profesora Asociada Departamento de Antropología Universidad Nacional de Colombia 02,02,09