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Por Gerney Ríos González
El uso del agua, la manipulación de las fuentes hídricas que nacen en el pie del monte llanero, llevarán al desastre gigantesco, asunto que parece no interesar ni a los gobiernos, menos a las transnacionales, expoliadoras de oro y petróleo en importantes regiones con la protección oficial.
Se cuestiona en la academia, la extracción de minerales preciosos, necesarios a la industria y la tecnología de punta. En el siglo XXI se habla del agotamiento de las fuentes de agua. Colombia colocada en los primeros cinco lugares en recursos acuíferos en el mundo, descenderá rápidamente y no habrá tiempo de llorar. La mano del hombre destruirá el ecosistema y la biodiversidad como lo afirmará el gran jefe indio Seathl en carta enviada en 1885 al presidente de EE.UU. Franklin K. Pierce. Triste futuro aguarda a las generaciones colombianas en la génesis del tercer milenio.
Sin dramatizar, la Hylea amazónica, con su enorme superficie y complejidad, es la más importante reserva biológica del mundo; hecho que obliga a insistir en su desarrollo definitivo, a realizarse con modelos ajustados a su ecosistema, de acuerdo con un sólido conocimiento de su oferta de productos y disponibilidad de tecnologías, con el fin de impedir procesos de degradación irreversibles y pérdidas de productividad, con enormes costos sociales, ecológicos y económicos. Por eso antes de cualquier esfuerzo obliga conocer la Hylea amazónica científicamente para no ceder a improvisaciones, publicismos o anuncios oficiales de ocasión.
El Tratado se congeló un decenio para sustentar su no violación, porque nadie lo ejecutaba, pero la presión internacional demandó su aplicación por aquello de ratificar la importancia de la conservación genética y biótica, mantenimiento de los ecosistemas y su biodiversidad, uso racional y sostenible de los recursos naturales, promoción y desarrollo de la organización socioeconómica de las poblaciones amazónicas, respetando su identidad cultural, todo de acuerdo con las políticas establecidas por cada país amazónico.
Por lo anterior, se creó la Comisión Especial del Medio Ambiente destinada a obtener un inventario de los recursos naturales y el análisis de la estructura, función y dinámica de los ecosistemas y así asegurar el desarrollo sostenido de la cuenca amazónica, en consonancia con disposiciones derivadas de la Tercera Reunión de Ministros de Relaciones Exteriores, que retoma la Declaración de Belén (Brasil, 1980).
Presión demográfica, uso irracional y no planificado de los suelos fueron la constante histórica de gobiernos demoliberales y dictatoriales en la región amazónica. Degradación del suelo y la vegetación, pérdida sustancial de la fertilidad, menor productividad, disminución por área de la oferta de alimentos y materias primas, emigración continua dentro del área hacia los centros urbanos y concentración de tierras (latifundios y semifeudos) son las iníciales de otra hecatombe mundial por encima de las pandemias, prevista para el futuro de las nuevas generaciones de no existir conciencia colectiva sobre la riqueza ambiental de la región.
Sin embargo, el Pacto se configuró por la tradición que sostenía que la planicie amazónica constituía una gigantesca opción para el desarrollo agropecuario, mediante la transformación de la cobertura forestal en dehesas y cultivos; siguiendo para ello técnicas utilizadas con éxito en otras regiones.